“Una risa que se pierde sobre su boca, aquí está el retrato sin retoques del hombre al que pertenezco. Cuando me toma en sus brazos habla en voz baja, veo la vida en rosa”, así arrancaba el clásico de Edith Piaf y así siente la bicicleta de Nairo Alexander Quintana Rojas las pedaladas, el sudor y el sufrimiento de su dueño en los montes legendarios del ciclismo mundial. De azul y blanco, de amarillo y rosa, de topos rojos… Siendo todavía joven, muy joven, ha vestido los maillots reservados a quiénes escriben la historia a pedaladas –menos el rojo de La Vuelta, en la que acabó 36º en su debut en una grande en el 2012 y, por poquito, el amarillo del Tour–.

Ahora, después de tres semanas entre la lluvia intensa de Irlanda del Norte, los chubascos intensos en el sur italiano (caída incluida) y la mezcla de sol con las últimas nieves del año en los Alpes, ha inscrito su nombre en la lista de campeones del Giro de Italia, una maglia rosa de las más lozanas de la historia. Él ha representado el futuro en los dos últimos años y, con el Giro, se ha convertido en el presente con una madurez impropia en un chaval.

Representante del futuro del ciclismo,
el Giro le convierte
en el presente

Forjado en la tierra del café, labrando campos agrícolas junto a sus hermanos ante la fatalidad de un accidente sufrido por su padre, Nairo creció siempre adelantado a los de su generación. Casado, con una hija de cuatro meses que le ha acompañado como toda su familia por la aventura italiana, el colombiano es ya un adulto consagrado, serio y con una voluntad inquebrantable. Inevitablemente se le escapó una sonrisa en la meta de Val Martello, cuando dominó y desbordó a todos sus rivales de forma tan aplastante que dejó casi vista para sentencia la ronda italiana. La misma sonrisa apareció en el podio del infierno en el Zoncolan. Palabras medidas, cero euforia y una confianza sin límites han acompañado a Quintana en su explosiva carrera profesional.

Colombia a través de él –y de compatriotas como el dos veces digno (e infortunado) segundo clasificado, Rigoberto Urán; o el maillot azzurro de la montaña Julián Arredondo o el joven Betancur– lidera la nueva generación que desbancará, probablemente en el 2015, a los más veteranos Contador, Froome, Valverde, Evans etcétera.

"Por ser del campo
a uno lo tratan de pobre y no es así"

Todo empezó como una medida de ahorro. Aunque Nairo siempre ha reivindicado que él no era pobre, con buen criterio, tampoco era de una familia de cuello blanco. “Lo que pasa es que por ser del campo a uno lo tratan de pobre y no es así”, explica. Por eso, a los 15 años decidió comprarse una bicicleta para ahorrarse el dinero del transporte a la escuela. Percibió entonces que tenía talento, ya que era capaz de seguir y aguantar a los profesionales que se entrenaban por la misma ruta que él, mucho mejor equipados y preparados.

"Y yo volaba. Iba con todos, y cuando empezaba la subida nadie me paraba"

En el 2009, con 19 años, debutó con el amateur Boyacá es para vivirla. Sorprendiendo en cada prueba, cambió de cromos en el 2010 para irse al Café de Colombia donde ganó el Tour del Porvenir, la carrera de los jóvenes talentos organizada por la madre de todas las vueltas, la del maillot amarillo que avistó el año pasado. “Cuando me dicen 'toma, esta es tu bici', yo no lo podía creer. Pesaba la mitad de lo que pesaba la mía. Y yo volaba. Iba con todos, y cuando empezaba la subida nadie me paraba. Y me dio una enorme alegría”, recuerda sobre su primera bicicleta europea.

En el 2011 ya todo el mundo sabía que ese colombiano, junto a colegas como Betancur, tenían un futuro profesional asegurado. Quedaba todavía mucho aprendizaje ya que “apenas veía un puerto de montaña, arrancaba. Y, claro, con la estrategia, los europeos nos pillaban más adelante. ¡Je!”. En la Volta a Catalunya se hizo con el jersey de la montaña, de la que ahora es el rey indiscutible.

Aclimatado a Europa y a su estilo de ciclismo, el Movistar apostó fuerte por él en el 2012. Fue tal el acierto que Quintana respondió con tres victorias globales y un triunfo de etapa en la Dauphiné. En su primera vuelta de tres semanas, en España, hizo un gran papel como escudero de Alejandro Valverde en ascensiones como los Lagos de Covadonga, el Cuitu Negru o Fuente Dé.

En su debut en el Tour se convirtió en
el mejor clasificado latinoamericano
de la historia

A partir de entonces, el boom. Ganador de la Vuelta al País Vasco, donde vistió el amarillo, aterrizó al Tour de Francia como apuesta joven del Movistar. De gregario pasó a líder tras un problema mecánico de Alejandro Valverde. En el centenario de la prueba más preciada terminó segundo, siendo el mejor en la montaña y evidentemente el mejor joven. La estrella había nacido hace mucho, en las colinas rumbo a la escuela en Arabuco, pero irrumpió en el podio de los Campos Elíseos, el mejor clasificado latinoamericano en sus 100 años de historia.

El buen criterio de Eusebio Unzue ha permitido que los aficionados al ciclismo puedan disfrutar de la primera victoria en una gran vuelta en mayo, en el romántico y bello decorado italiano que ha visto nacer a muchos héroes que después han cimentado su condición en el Tour, progresión natural de la mayoría de los mitos ciclistas. “Me da miedo decirlo, pero sí. Me veo ganador del Tour en el futuro, pero no me quiero ni ilusionar ni equivocar por ahora”, confesó tras quedar segundo el pasado curso.

"El ciclismo está limpio y eso
favorece nuestras
condiciones naturales"

En el nuevo ciclismo del siglo XXI, Quintana no necesita de demasiado para destacar. “El ciclismo está limpio y eso favorece nuestras condiciones naturales, de los que nacimos a 2.800 metros”, explica. Ama a su deporte y lo reivindica. “Pienso que soy resistente al dolor, al sufrimiento, pienso que he superado bastante el dolor… somos gente de campo que aprendimos a trabajar, a luchar”.

Fabio Parra, que subió al podio en París en 1988, escribió para El País que “en pocos años, el nombre de Nairo volverá a aparecer en el podio de unas de las grandes”. Se equivocó, lo de Quintana en el Tour fue una confirmación, estaba listo para ganar.

Y ahora es el flamante vencedor del Giro, de su etapa reina y de la cronoescalada. El escarabajo ha dejado su sello impreso para la posteridad. “Al finalizar la primera semana y en el inicio de la segunda estuve bastante enfermo. Tenía miedo de no poder estar en condiciones, tuve unas etapas de transición y sufrí bastante”, explicó tras proclamarse virtual ganador el sábado.

El domingo disfrutó del paseo, de la sensación del triunfo, “una emoción interna inexplicable”, en sus propias palabras . Con 24 años, quedan muchas epopeyas por escribir sobre la nueva esperanza del ciclismo mundial. Il Giro di Nairo, la vita in rosa.

Fotografía: Omega-Pharma / Movistar / Giro d'Italia / Le Tour

Fuentes: ElPaís.com / ElTiempo.com / ColombiaSports.com / ElPaís.com.co