Para ganar un Tour no es necesario tener buena suerte. Basta con tener unas fuertes piernas, una buena cabeza y un gran corazón. Pero es imprescindible no tenerla mala. La mala suerte puede acabar con el sueño de cualquier ciclista de vestirse de amarillo. Una caída, un pinchazo, un resfriado, un corte inesperado, una pájara imprevista... Son muchas las circunstancias que pueden acabar con las oportunidades de un ciclista. Tradicionalmente, el dorsal 51 está considerado como el dorsal de la suerte. Todo comenzó en 1969...

Merckx, arrasando con todo

En 1969, el belga Eddy Merckx debutaba en el Tour. ¡Y cómo lo hacía! Conseguía ganar la general, la montaña, los puntos, la combinada e incluso por equipos con el Faema. De las actuales solo le faltó ganar la clasificación de los jóvenes, y si no lo hizo fue por que aún no existía. Ganó seis etapas más una contrarreloj por equipos y sacó más de 17 minutos al segundo clasificado, Roger Pingeon. Woluwe-Saint-Pierre (CRE), Ballon d'Alsace, Divonne les Bains, Digne les Bains, Revel, Mourenx y París fueron las siete metas en las que Merckx levantó los brazos en su primera participación en el Tour. Su dominio fue apabullante.

Bajo el tubo horizontal de su bicicleta, un dorsal guiaba su suerte, con el número 51 en blanco sobre fondo negro. Merckx se vestía de amarillo para no soltarlo en la sexta etapa. Sin embargo, el recital que quedó para el recuerdo fue el de Mourenx: 17º etapa, 214 kilómetros y las ascensiones a Peyresourde, Aspin, Tourmalet, Soulor y Aubisque. Tras Aubisque, quedarían aún más de 70 kilómetros hasta meta. En la salida de la etapa, Merckx ya era líder por 8 minutos y 21 segundos. Sin embargo, por algo empezarían a llamarlo el 'Caníbal' tras aquella etapa. Ya en Tourmalet atacó. Y se fue solo. Nadie le siguió. Su ventaja aumentó, aumentó y siguió aumentando en una demostración de supremacía impactante. Se plantó en Mourenx con cerca de 8 minutos de ventaja. 17'54'' fueron finalmente en París. Roger Pingeon y Raymond Poulidor le acompañaron en el podio. Entonces, leyenda del Caníbal y del dorsal 51 nacían en una misma edición del Tour.

Merckx conquistaba su primer Tour en 1969.

Ocaña - Tarangu, el Tour sin Merckx

La edición de 1973 comenzaba con la certeza de que Merckx no conquistaría su quinto Tour en aquella edición (lo haría en 1974). El belga se negó a participar en la ronda gala debido a las críticas que recibía en Francia. Esa temporada arrolló en la Vuelta a España y en el Giro de Italia, pero esas son otras historias. Sin él, se presentaban como favoritos Ocaña, Thévenet, Zoetemelk, Van Impe, Poulidor y Fuente 'el Tarangu'. El Tour se preveía emocionante, con mucha montaña y cinco cortas contrarrelojes.

En las anteriores ediciones la suerte se había cebado con el trágico héroe Ocaña. En 1971 tuvo que abandonar tras una caída en el Col de Menté. Vestido de amarillo y con más de siete minutos sobre Merckx, iba camino de ser el primer ciclista en aplastar al Caníbal, pero la caída impedió tal gesta. Pero estamos en 1973 y no en el 71, y esa es otra historia.

El Tour del 73 comenzaba con una contrarreloj en la que Zoemetelk presentaba su candidatura al amarillo. Le sucedieron las temibles etapas sobre terreno flamenco, en las que los adoquines acababan con gran parte de las posibilidades del Tarangu. Fue sobre el pavés donde Ocaña, gracias a su potente equipo Bic comenzó a cimentar su triunfo. Pero con la llegada de la montaña, Tarangu volvía a la carga. Cada vez que la montaña se empinaba Fuente soltaba un 'aquí estoy yo' y un 'no he renunciado a este Tour'. Tras varios escarceos montañosos Ocaña, Thévenet y Fuente demostraban ser más fuertes que el resto.

La batalla fue preciosa. Segundo acabó Thévenet, pero Tarangu fue el que le puso las cosas difíciles a Ocaña. El momento culmen de la lucha llegó con un mano a mano en la etapa de Les Orres. Allí, tras lanzar varios ataques el Tarangu y no salirle ninguno, dejó la responsabilidad a un Ocaña que se puso a tirar vigilando continuamente a Fuente. Dos pinchazos privaron al Tarangu de disputar una etapa que Ocaña sumó a su palmarés. Tras aquella etapa, cuenta una confusa historia que el equipo Bic trató de comprar a Tarangu, que militaba en el Kas. La ayuda para conquistar la montaña a cambio de cesar en el empeño de arrebatar la general a Ocaña.

Tarangu no aceptó. Fuente no se vendió. Y no ganó la montaña. Ocaña conquistó el Tour y ganó seis etapas, curiosamente las mismas que Merckx en 1969. Portaba el 51. Quizás no le dio suerte, pero ahuyentó la mala suerte sufrida en los Tours precedentes. Quizás no le dio buena suerte a Luis, pero en los adoquines y en la etapa de Les Orres la mala fortuna atentó contra las posibilidades del Tarangu.

Ocaña, ganador con el 51 en 1973.

Thevenet y el puñetazo a Merckx

En 1975 la suerte del 51 no cayó sobre un ciclista, sino sobre toda Francia. Merckx acudía a la carrera con la intención de ganar su sexta ronda gala. E iba camino de conseguirlo, vestido de amarillo desde la sexta etapa. Poco a poco arañando en la montaña, su mayor rival era un Thévenet inspirado. Todo cambió camino del final de etapa en Puy de Dôme en la 14ª jornada. Thévenet, Van Impe, Zoetemelk y Merckx se quedaban solos a falta de pocos kilómetros. El francés arrancaba y solo podía seguirlo Van Impe. Merckx empezaba a recortarle distancia cuando un aficionado le propinó un fuerte puñetazo en el costado. Empezó con ello el final de Merckx. La etapa la ganó Van Impe, siendo para Thévenet el segundo puesto.

Tras el día de descanso, tuvieron que afrontar una kilométrica 15ª etapa con seis puertos. Merckx de amarillo, Thévenet atacando. En el penúltimo puerto, el Col d'Allos, solo quedaban Merckx, Thevenet, Van Impe, Zoetemelk y Gimondi. Y como la mejor defensa es un buen ataque, Merckx atacaba cerca de la cima. Tras el descenso llegaba a pie del último puerto, Pra Loup, con dos minutos de ventaja. Tras superarlo Gimondi en plena ascensión, lo hacía también Thévenet. Ninguno de los dos, antes de atacarle, se creían el estado en que se encontraba un Merckx totalmente apajarado. Thévenet ganaría la etapa y conseguiría el maillot amarillo. Si la buena suerte se volcó con Thévenet, la mala lo hizo con Merckx. Al puñetazo en Allos y la pájara en Pra Loup se sumaba una caída en la neutralizada de la 17ª etapa. Merckx volvería a atacar una y otra vez, pero solo le sirvió para demostrar que era un Caníbal cuando tenía y cuando no tenía piernas.

Thévenet ganaría el Tour y Merckx quedaría segundo por delante de Van Impe y Zoetemelk. La suerte se vertió sobre los franceses. Vieron como era un francés el que conquistaba la etapa el día de la fiesta nacional, 14 de Julio, camino de Pra Loup. También vieron a un galo coronarse la primera vez que el Tour finalizó en los Campos Elíseos de París.

Thévenet camino de Pra Loup en el Tour de 1975.

Hinault, el primero de los cinco

Tres años tras la historia anterior, sería Hinault el que saborearía las mieles de la victoria. La joven perla francesa de 24 años llegaba en racha. Había disputado Vuelta a España y el campeonato de Francia en ruta para preparar la ronda gala. Venció en ambas carreras. En la Vuelta consiguió general, volantes e incluso cinco etapas. En el nacional, consiguió un maillot adornado con la bandera francesa, un extra motivacional para cualquier ciclista francés.

Era su primer Tour. Hinault llegaba como uno de los favoritos pese a ser un debutante. Poco a poco, fue justificando tal consideración. En la octava etapa, Hinault consiguió estrenar su palmarés en el Tour con una victoria en la contrarreloj de Sainte Foy la Grande, de 59'3 kilómetros. Ese mismo día el maillot amarillo que había ido de mano en mano, pasaba a ser defendido por Joseph Bruyère. En los Pirineos Hinault fue atacado por casi todos su rivales, pero el francés defendió bien sus opciones.

En la contrarreloj de Puy de Dôme, Hinault acabó cuarto, por lo que bajaba hasta la tercera posición (desde la segunda) en la general. De ello se vengaría al día siguiente en Saint Etienne, venciendo al sprint a sus contrincantes. Con la expulsión de Pollentier, ganador en Alpe D'Huez y perdedor en el control antidopaje, Hinault volvía a la segunda posición. Catorce segundos le llevaba Zoetemelk. En los Alpes tampoco se produjeron muchos movimientos. Todos esperaban con miedo la contrarreloj que se disputaría entre las ciudades de Metz y Nancy. La crono era peligrosa, y más a dos días de París. Llegar sin fuerzas podía hacer mucho daño. Hinault la devoró. Arrasó a sus rivales. Superó a Zoetemelk por cuatro minutos.

Su actuación le valió conquistar el primero de sus cinco Tours. Lo hizo por delante de Zoetemelk, con una ventaja de 3'56''. Tercero fue Joaquim Agostinho. Podría decirse que la suerte fue la del principiante... O quizás la suerte de Hinault se debió al dorsal 51.

Hinault, el último ganador del Tour con el 51.

En el segundo milenio

La historia del dorsal 51 perdió protagonismo en los 80 y 90, años en los que además se produjeron las derrotas de Pedro Delgado (1987) y Gianni Bugno (1991) frente a Stephen Roche y Miguel Indurain. Ambos defendían el dorsal 51. Bugno fracasó ante un aplastante Indurain. Quizás en el caso de Perico si fue más cosa de la diosa de la fortuna. Durante el segundo milenio recuperó trascendencia aunque la suerte no estuviera siempre del lado de ''los 51''.

Todos los años, al salir la lista de dorsales, se hacía referencia al portador de tal número antes de que se iniciara la ronda gala. Laurent Jalabert, Michael Boogerd, Gilberto Simoni, Christophe Moreau, Denis Menchov, Mauricio Soler, Christian Vande Velde, Thor Hushovd, Vincenzo Nibali y Pierre Rolland han sido los portadores del dorsal desde la edición del año 2000.

El primer 51 del siglo XXI fue Laurent Jalabert. La suerte no estuvo ni con él ni con un equipo ONCE en el que solo cuatro corredores acabaron el Tour. Al menos ganaron la cuarta etapa, una crono por equipos, y vistieron de amarillo a Jalabert durante dos días de carrera. Le sucedió Michael Boogerd, que tampoco consiguió más que un insulso top ten. En 2002 repitió Jalabert. Era el Tour de su retirada. Esta vez en el CSC de Basso y Sastre, 'Jaja' sí tuvo suerte. Consiguió el maillot de lunares y el premio a la combatividad en lo que fue una dulce despedida a su trayectoria como profesional y a la carrera de sus sueños.

Jalabert, lunares y combatividad en 2002 (foto: Peter Dejong).

El de 2003 iría a parar a la espalda de un Gilberto Simoni que venía de ganar general y tres etapas en el Giro de Italia. Consiguió su premio conquistando una etapa camino de Loudenvielle, aunque supo a poco entre los italianos tras su victoria en el Giro. Un año después volvería el 51 a espaldas francesas, de la mano de un Christophe Moreau nada acertado. No consiguió etapa, ni clasificación de la montaña, ni un top ten en la general. Y luego llegó Denis Menchov. 2005, 2006 y 2007. Triple 51. A un 2005 desastroso, Menchov añadió un 2006 en el que alcanzó la gloria. Victoria de etapa en Pla de Beret por delante de Leipheimer y Landis y quinto puesto en la general. En 2007 falló y tuvo que verse supeditado a Rasmussen, para el que trabajó antes de abandonar la carrera. La suerte sin embargo, le visitó tardíamente en la Vuelta a España. General, etapa, montaña y combinada para el ruso en la península Ibérica.

El ruso no repitió dorsal en 2008, año en el que hizo tercero. Fue Mauricio Soler el agraciado con el deseado número. Abandonó en la quinta etapa, así que poco efecto tuvo la suerte sobre el colombiano de Barloworld. En 2009 Christian Vande Velde, con el 51 en su zona lumbar, cedía el liderato del equipo a un Bradley Wiggins que sorprendió al mundo con su cuarto puesto en París. Vande Velde, además de apoyar a Wiggo, hizo octavo en la general. Repetiría el americano dorsal en 2010. La mala suerte en forma de caída durante el descenso del Stockeu en la segunda etapa le hizo no tomar la salida en la tercera.

Los tres últimos portadores del 51 han sido Thor Hushovd, Vincenzo Nibali y Pierre Rolland, en 2011, 2012 y 2013 respectivamente. El noruego fue el único al que sonrió la suerte. Thor, maillot arcoíris en pecho, lideró la general durante siete días antes de cedérselo a Voeckler. Además consiguió dos victorias de etapa. Una en Lourdes y otra en Gap, ambos triunfos los consiguió mediante dos fugas con corredores de calidad como Menchov, Roy, Hesjedal, Boasson Hagen o Tony Martin. Suerte y visión de carrera, dos buenas compañeras para un ciclista. El francés y el italiano, sin embargo, no tuvieron tanta suerte. En 2012 Nibali se vería sometido a la autoridad de un Sky que hacía gala de una superioridad insultante. Al menos fue testigo en el podio de París de cómo Wiggins y Froome ocupaban el primer y segundo cajón. Suyo fue el tercero. Rolland en 2013 no encontró los resultados que Europcar y él mismo obtuvieron en los dos Tours anteriores. Una caída lo eliminaba de la general y la indecisión entre buscar la etapa o el maillot de lunares le impidió conseguir ninguno de los dos objetivos.

Sagan, 51 en 2014

En la 101 edición del Tour, Peter Sagan (Cannondale) es el corredor que lleva el dorsal 51 a la espalda. Llevamos 15 etapas y todo parece indicar que debería darle la vuelta como lo hace Gadret con su dorsal número 'trece'. Sagan no está teniendo suerte o bien está pagando demasiado su condición de favorito en todo tipo de terrenos. La cuestión es que pese a estar cuajando un maravilloso Tour aún no ha conseguido la victoria.

Depende de por dónde se mire. Del cristal a través del que se haga. De la perspectiva. Sagan lleva cuatro segundos puestos. Un tercero. Tres cuartos. Un quinto. Y un noveno. En diez de las quince etapas ha quedado entre los nueve primeros. Tiene los resultados más regulares de este Tour. Sin embargo no acaba de rematar. Al menos, el ya no tan joven Peter no se ha bajado del podio desde el primer día. Primero con los maillots verde y blanco, luego sólo con el verde, Sagan ha subido tras las quince etapas disputadas al podio a recibir tales maillots. ¿Qué le pasa a un Sagan que no demuestra el poderío de temporadas anteriores?

En las etapas primera y tercera, Sagan no podía más que hacer 'trasKittel'. Pese a no ser un sprinter puro, al menos su habilidad y colocación le permitían coger el mejor sitio (la rueda del alemán de Giant-Shimano) y seguirle hasta meta. Eso sí, sin ninguna posibilidad de superarle. En la segunda, una clásica a medio camino entre la Lieja de las Ardenas y la San Remo de Italia, todos miraban a Sagan mientras Fugslang preparaba el ataque final de un Nibali que se iba solo hasta meta tras demarrar a falta de dos kilómetros. El de Cannondale solo pudo hacer cuarto.

En la cuarta etapa, ya en terreno continental, su poderío físico le permitió hacer cuarto en un nervioso final en el que Kristoff, tras quedarse delante sin compañeros, lanzaba y hacía segundo. Primero y tercero fueron Kittel, que conseguía su tercera victoria y Démare, que va dando una de cal y otra de arena en cada sprint de este Tour. Repitió puesto en la quinta, la del pavés. Otra que tenía marcada como objetivo. Los Astana Nibali y Fugslang se iban hacia delante con un Lars Boom que les atacó para intentar ganar y así lo hizo. Sagan y Cancellara fueron muy vigilados atrás. Entre la vigilancia y las fuerzas que no han acompañado al suizo en este Tour no pudieron reaccionar. Sagan venció en el sprint del grupo para hacer cuarto. En la sexta, con un Kittel desentendido con los repechos del final camino de Reims, Sagan tuvo la mala suerte de que Greipel despertó de su letargo para ganar un sprint lanzado por los Katusha. Sagan, desde muy atrás, solo pudo remontar hasta la quinta posición.

En la séptima jornada, Sagan veía su posibilidad en una etapa en la que los sprinters no iban a llegar al final por las múltiples cotas de la etapa. En el último repecho lanzaba un ataque para encarar el descenso. Quizás si no le hubiera seguido Van Avermaet, Sagan habría podido mantener la distancia. Bajando como baja y con su potencia, no habría tenido problemas para ganar. Pero eslovaco y belga se miraron. Por detrás, los cogía un pequeño grupo. Kwiatkowski lanzaba el sprint para Trentin. Sagan aprovechaba el lanzamiento y lanzaba su bicicleta. Parecía que había ganado pero el photofinish acabó con sus ilusiones al mostrar que Trentin le había superado por un centímetro.

En las octava, novena y décima etapas Sagan sabía que no tenía nada que hacer. Prefirió conservar mientras recorrían los Vosgos y pensar en la segunda semana. Tras el primer día de descanso, undécima y duodécima etapas. Oyonnax y Saint Étienne. Se le escaparía otra vez el caballo. Camino de Oyonnax, una auténtica emboscada. Duras subidas y peligrosas bajadas en las que cada 500 metros había cortes distintos. Llegó Sagan a verse en la buena con Gallopin, Kwiatkowski y Rogers. Un cuarteto que andaba. Cerca de meta. Pero Gallopin atacaba y se iba. Rogers y Kwiatkowski que miraban a Sagan. Gallopin que cabalgaba hacia la victoria. Sagan que se quedaba con el caramelo en los labios. Tampoco pudo ser en Saint Étienne. Esta vez el equipo no trabajó para descartar a Kittel, que se quedaba por el trabajo del propio Giant para Degenkolb. Lanzaban Orica, Katusha y Omega. Arrancaba Kristoff con Sagan y Démare a su rueda. Ninguno pudo pasar al noruego. Sagan fue segundo y perdió otra oportunidad. La suerte tampoco apareció para que Sagan ganara en la decimoquinta etapa, con final en Nîmes. Tras recorrer los Alpes, allí se disputó un desorganizadísimo sprint en el que los fugados fueron cazados a 25 metros de meta. Sagan no pudo hacer más que entrar tercero tras un Kristoff que conseguía su segunda victoria y un Haussler que a punto estuvo de sorprender.

Y para colmo, llegó la caída. Tras las etapas de los Pirineos, en la decimonovena etapa. Bueno una caída más, porque ya se había caído varias veces. Esta vez fue en una dura etapa, con final en Bergerac, bajo la lluvia. Última oportunidad para la victoria de etapa antes de llegar a París, puesto que la vigésima etapa se reserva para los croners. Sagan y Cannondale sabían lo que tenían que hacer para que Peter tuviera una oportunidad. Endurecer. Endurecer para arruinar las ambiciones de Kittel, Greipel, Kristoff y el resto de sprinters. Y eso hicieron. Tras trabajar durante casi toda la etapa, endurecieron en los kilómetros previos a la última subida. Y allí, entre ellos y Garmin, que llevaba a Slagter por delante, reventaron la carrera. Se quedaba Kittel, pero un lituano iba a desafiar al paquete. Navardauskas saltaba arriba, se unía a su compañero Slagter, lo soltaba y tiraba hacia delante. Con terreno favorable. Muchos sabían que ya era imposible cazarlo. Cannondale, Saxo y Katusha lo intentaron pero de nada sirvió. Navardauskas llegó sólo y levantó los brazos, dándole un toque dulce al insípido Tour de Garmin. ¿Qué puesto hizo Sagan? 92º. Sagan acabó en la posición noventa y dos, tras noventa y un corredores. Se cayó. Sagan se fue al suelo en una de las últimas curvas de derechas, sobre el resbaladísimo mojado suelo. La suerte lo había abandonado y volaba con Navardauskas, veinte segundos por delante de sus perseguidores.

No sabemos si es cosa de mala suerte, de falta de buena o simplemente de falta de especialización, pero el todoterreno Sagan no ha rematado en ninguno de ellos. No lo ha hecho en los sprints, en los que sprinters puros como Kittel, Greipel y Kristoff le han ganado la partida. Tampoco en el pavés, donde la vigilancia que se cernió sobre Cancellara y él abrió las puertas de la gloria a un Boom que se iba con unos enrabietados Astana para conseguir la victoria. Ni tampoco en los finales complicados, en los que Trentin y Gallopin fueron mejores. Se aprovecharon. Uno de la mala vista de Sagan atacando donde de nada le servía si no se iba solo, y otro de las miradas que al eslovaco le echaron Rogers y Kwiatkowski cuando Gallopin arrancó.

Quizás sea un problema de especialización. Le puede estar pasando como a Boasson Hagen. Ambos andan en pavés, ruedan bien, suben con fuerza repechos y muros y sprintan. Pero ninguno de los dos es el mejor en ninguna de las cosas. Quieren serlo todo, pero se quedan a medio camino. ¿Especializarse?, ¿o seguir estando delante pero no en primera posición? Quizás sólo sea un problema de suerte. Quizás el 51 no haya aún desplegado su magia. A Sagan le quedan aún dos oportunidades. Solo le queda tener un inverosímil día de inspiración en la contrarreloj de la vigésima etapa o sorprender en los Campos Elíseos.