Puede parecer que los abandonos de Froome y Contador, entre otros, hayan beneficiado a la figura de Vincenzo Nibali como líder. Pero más allá de eso, el italiano está siendo el dominador de la carrera con una superioridad absoluta, con clase, con fuerza, con pundonor, con ambición. Esa ambición que le ha hecho llevarse ya tres etapas cuando podría conformarse con rodar a rueda de sus rivales, pero no. El Tiburón quiere ganar siempre, como ha demostrado en el pasado, en concreto en el Giro de Italia 2013, cuando se exhibía en Tre Cime di Lavaredo con la carrera en el bolsillo, para disfrute de los aficionados, para su propio disfrute, para el disfrute del ciclismo.

Y eso es lo que está consiguiendo en el Tour. Con un punto más de control sobre la carrera, sobre sí mismo y sobre su equipo, el siciliano sigue siendo el mismo ciclista ambicioso que se llevó la pasada edición del Giro de Italia. Como un general romano, Nibali decide con su pulgar el destino de la carrera, el destino de sus rivales. Él decide cuando y dónde atacar, cuando y donde elevar o bajar el pulgar. Ese control y esa fuerza que le permite dominar los tiempos.

El Tiburón ha pegado tres grandes mordiscos en lo que llevamos de carrera y ha sabido minimizar pérdidas en sus peores días.

Todo arrancaba con el primero de esos "mordiscos". En la segunda etapa, con terreno propicio para los grandes rematadores como Sagan o Vichot, el Tiburón se lanzó en solitario, haciendo gala de sus buenas dotes en bajada. Se impuso en la meta de Sheffield consiguiendo el maillot amarillo, el cual no soltaría más, al menos hasta esta tercera semana. Victoria y liderato que le dieron confianza tras un año dubitativo, con críticas, sin grandes resultados, pero resuelto del tirón en menos de una semana: victoria en los nacionales italianos y triunfo y liderato en el Tour. Mejor imposible.

Fuente: EFE.

Tras dos etapas de transición con final al sprint, llegó la temida etapa de Arenberg. Nueve tramos de pavé que beneficiaron a unos pocos. Entre ellos estaba Vincenzo Nibali que se metió en el demarraje bueno, el de los valientes, y se fue hacia adelante haciendo gala de su versatilidad, de sus buenas dotes sobre agua y de su valentía y ambición, esa de la que antes hacíamos mención. Llegaba en uno de los grupos delanteros a Arenberg consiguiendo más de dos minutos de renta con respecto a favoritos como Valverde, Van Garderen o Contador. Segundo mordisco, segundo día de consolidación del maillot amarillo. Ese día, Nibali bajó su pulgar para acabar con muchas "vidas". Vidas en forma de esperanzas de sus rivales. Aquellos que vieron como era imposible atrapar a un Tiburón en el agua, entre el barro y las piedras.

Y llegaban Los Vosgos. Ese terreno donde la dureza se escondía detrás de cada perfil, detrás de cada puerto que aparentaba ser un alto light, pero que acababa siendo decisivo. Fue ahí donde Nibali probó la cara y la cruz. La del triunfo y la de la derrota. La derrota, por suerte para él, fue mucho menor que el triunfo. Con Froome ya fuera de carrera, las grandes rampas de La Mauselaine vivieron el primer mano a mano entre Contador y Nibali. Bueno, el primero y el único. El madrileño apretaba al siciliano hasta que le hacía reventar, cediendo unos segundos. Pequeña derrota. La única vez que al italiano se le escapó la carrera. La única derrota del gran general siciliano. Pero nada, Nibali a lo suyo. Sabía que tenía la forma adecuada y un buen equipo a sus espaldas. Tanto, que hasta se permitió el lujo de ceder el maillot amarillo a Gallopin al día siguiente, sin nervios, sin dudas.

Y llegó la primera gran jornada de montaña. En el corazón de Los Vosgos, en las rampas que vieron nacer a Froome como gran campeón, en Planche des Belles Filles daría su golpe definitivo. Contador abandonaba fruto de una caída a mitad de camino y Nibali seguía con su plan. El de la ambición, el del ataque, el de la superioridad. En las rampas de Planche des Belles Filles atacaría para dejar con absoluta facilidad a sus rivales. Bajaba su pulgar. Ni Valverde, ni Pinot, ni Van Garderen, ni Pinot, ni Porte. Ninguno pudo hacerle frente y el italiano conseguía unos segundos más para consolidar su liderato antes de la jornada de descanso. 14 de Julio glorioso para Francia y para Nibali, que tuvo su particular día nacional. Fue ahí cuando todo el mundo supo que lo tenía en su mano, que su superioridad era total y que solo un fallo suyo le arrebataría el triunfo.

Fuente: ASO.

Tras otras dos jornadas con luchas paralelas, lejos de la general, volvían los finales en alto. Chamrousse apretó a Nibali. Valverde y Pinot le buscaron pero no fue posible. El Tiburón se agarró a su presa para no dejarla escapar. Les dio margen, les dio confianza pero en cuanto pudo les alcanzó y les dio el mordisco definitivo. Demarró con suma facilidad, sobrepasó a los de cabeza y se impuso con un ritmo muy superior al del resto de ciclistas. Sublime. Nuevamente Nibali conseguía ampliar su renta, consolidando su liderato en los Alpes. Bajando el dedo para dejar a los Valverde, Pinot o Bardet con las ganas y lejos, muy lejos de él.

Al día siguiente, Risoul volvía a ser una nueva oportunidad para los rivales de Nibali pero su superioridad fue otra vez aplastante. Ese día tuvo piedad y levantó su dedo salvando a una víctima. Ese día, Majka tuvo la oportunidad de vivir, pues los ataques de Nibali tuvieron su fin una vez sus rivales habían cedido. Segundo esta vez y el Tour casi sentenciado. Los Alpes llegaban a su fin. Sin tanta dureza pero con un Nibali pletórico, camino de su primer entorchado en París.

Fuente: ASO | X.Bourgois,

Los Pirineos parecen el único resquicio en donde el general Nibali puede perder la guerra. Serán batallas duras pero la confianza que tiene en sí mismo y en su equipo, en sus tropas, será vital para poder llegar a la crono con margen para afrontar el fin de semana final con total tranquilidad. Con la tranquilidad de poder perder alguna batalla, pues la guerra estaría ya ganada.

El general sicialiano que tiene el poder de decidir cuando ataca y cuando no. Cuando deja a sus víctimas con vida y cuando la pasa por encima. Al ataque, pero también con cabeza, como los grandes estrategas de la historia de los conflictos bélicos. Así es Nibali, el general del Tour de Francia.