Los equipos van al Tour de Francia con nueve corredores. Solo uno o dos por equipo llegan con algún objetivo, ya sea adjudicarse la general, una de las clasificaciones secundarias o alguna victoria de etapa. Para ello necesitan al resto de su equipo. Gente que les suba agua, que persiga, que les proteja del viento, que les ayude a subir posiciones en el pelotón, a estar delante, que marquen el ritmo para que nadie ataque, que les esperen si pinchan o se caen, que los lancen en un sprint, que los lancen en un ataque en la montaña, y en los peores momentos también que les remolquen. El trabajo del gregario es el más sacrificado en el ciclismo. Su trabajo es que otros ganen. Ayudarlos a ganar. Olvidarse de ambiciones y objetivos propios para ayudar a que el líder del equipo consiga los suyos. En este Tour, ha habido grandes gregarios.

Kévin Réza, durante todo el Tour

El Tour cuajado por Kévin Réza ha sido impresionante. La combatividad y vistosidad de Europcar no ha tenido premio. No han conseguido etapa ni ninguna de las clasificaciones secundarias. Y tampoco han metido a nadie en el top ten. Aún así, no han parado de intentarlo y Réza ha sido imprescindible para ello. Sobre todo en su ayuda a Bryan Coquard, debutante en el Tour que ha buscado la etapa mediante los sprints. No lo ha logrado, pero ha conseguido dos cuartos puestos, un quinto, un sexto, dos séptimos y un octavo, y el tercer puesto en la clasificación de los puntos. Para ello, ha necesitado que Kévin Réza le llevara delante en los últimos kilómetros, que le dejara a rueda de los mejores sprinters, algo que ha hecho en casi todos los sprints disputados por Coquard.

Además, Réza también ha ayudado a los líderes Pierre Rolland y Thomas Voeckler. Se metió en tres fugas importantes para el equipo. Primero en la etapa con final en Mulhouse, la de la gesta de Tony Martin. Allí, junto a Cyril Gautier y Perrig Quemeneur, ayudó a Rolland a volver a entrar en carrera aunque el francés no tuviera piernas para mantenerse en ella después. En la etapa de Bagnères de Luchon volvió a escaparse, esta vez con Voeckler y Gautier. Réza y Gautier se encargaron de sacar adelante la fuga buscando la victoria con Voeckler, que finalmente fue para Rogers. Lo volvieron a intentar en la de Hautacam, metiéndose Réza en la escapada junto a Coquard para ayudar a Rolland y Voeckler a conseguir la victoria de etapa, pero tampoco fueron capaces de responder los líderes.

Jakob Fuglsang, el principio de todo

Nibali ya comenzó a cimentar su victoria en el Tour en la segunda etapa. Con una victoria. Con ella se liberó moralmente de la etiqueta de 'inferior a Contador y Froome' que le habían colocado. Imprescindible para esta victoria fue Jakob Fuglsang, que demarró en varias ocasiones preparando el ataque final del tiburón de Mesina, que llegó tras la pancarta de dos kilómetros a meta. Tras el ataque, aún tuvo fuerzas para mantenerse en el grupo guardándole las espaldas a un Nibali que acabó entrando victorioso en meta. Imprescindible volvió a ser en la quinta etapa, la del pavés, en la que fue su fiel compañero. Junto a él, abrió hueco cuando el resto de favoritos para la general fallaron, y volvió a abrir hueco con los favoritos para la etapa en un agónico esfuerzo del que si no se hubiera aprovechado Lars Boom para ganar la etapa, les habría valido a italiano y danés para conseguir doblete en el parcial. Esas han sido sus dos actuaciones más destacables, ayudando a Nibali a conseguir primero la victoria moral y más tarde, el tiempo suficiente para convertirse en el patrón de la carrera.

El resto de días, Fuglsang ha seguido haciendo un gran trabajo, a la cabeza del pelotón, siendo el último corredor antes de los escaladores puros. Para Nibali, también ha sido muy importante el trabajo de Michele Scarponi, compartiendo con 'lo squalo' su experiencia y ayudándole en los finales en alto, y de Tanel Kangert, que se convirtió en su último hombre, siendo el último Astana en abandonarlo en las etapas montañosas. Por último, Lieuwe Westra ha sido el hombre que Astana colocaba por delante en las fugas por si era necesario que ayudara a su líder en el tramo final. Así por ejemplo lo hizo en la etapa del pavés, en la que fue de gran ayuda para Fuglsang y Nibali en la parte final.

Arnold Jeannesson, el otro hermano de Pinot

Décimo en el Tour de 2012 y séptimo en la Vuelta 2013, Pinot tenía miedo a las bajadas, y aunque buen escalador con pinceladas de superioridad en la montaña, su irregularidad lo descartaba de la lucha por el podio. En este Tour, ha demostrado que ha acabado con tales problemas. Arnold Jeannesson le ha ayudado a ello. Y lo bonito es que no lo ha hecho remolcando a su líder, si no ayudándole a atacar. Sensacional ha estado Jeannesson, encargado de acompañar a Pinot en la montaña, de lanzarle en sus ataques, de ayudarlo a coronar delante para bajar en las primeras posiciones, donde ya no es tanto el miedo que siente el ciclista en los descensos. Si hermano de Pinot es su entrenador, Jeannesson se ha comportado como otro hermano en la carretera.

Como si fuera un favorito más para la general apareció Jeanneson en la decimosexta, cerca de la cima del Port de Balès. Tras una ofensiva de Movistar que provocó la criba en el grupo de favoritos, le tocó el turno a FDJ. Pinot puso a tirar a un enrabietado Jeanneson que fue soltando a todos de rueda, salvo a Pinot, Nibali y Valverde. Arriba atacó Pinot, soltó a Valverde y metros después a Nibali, algo que no habría conseguido sin el previo ritmo asfixiante impuesto por su compañero. Exepcional fue también su ayuda en la etapa decimoséptima, en la que Bardet puso en jaque el podio y maillot blanco con un ataque en el descenso de Val Louron-Azet, puerto previo al final en el fuera de categoría Saint-lary Pla d'Adet. Atacó Bardet, que se presentó en las faldas del puerto final con cerca de medio minuto de ventaja. Sin embargo, los nervios no aparecieron en la cabeza de Pinot y Jeanneson hizo un trabajo encomiable: Guió durante el descenso a su compañero y marcó el ritmo en el inicio del puerto hasta cazar a Bardet, tras lo que se produjo el ataque de Peraud y Nibali, que consiguieron casi un minuto de ventaja sobre el resto de favoritos. Y estas son solo dos de las etapas en las que Jeannesson ha trabajado a la perfección para Pinot, cosa que hizo también otros días. Pinot recordará y agradecerá su ayuda en etapas como la octava, en la que le acompañó hasta el mismo pie del muro final de la Mauselaine, o la decimocuarta y decimoctava, con finales en Risoul y Hautacam, en las que se mantuvo con él hasta los últimos kilómetros.

Daniele Bennati, el escudero sin caballero

Contador no acabó el Tour. Ni siquiera llegó al primer día de descanso. Y aún así Daniele Bennati merece que su nombre aparezca entre los mejores gregarios de este Tour. Estuvo en todo momento con Alberto Contador. En las nerviosas etapas al sprint, en las que junto a Morkov, Rogers y Tosatto siempre se le vio colocando a Contador en las primeras posiciones, hasta la zona de protección (últimos tres kilómetros), entre los trenos de los sprinters. Solo Contador y Nibali lo hicieron así. Solo sus gregarios fueron capaces de cumplir con esta indispensable función en los primeros días de la ronda gala. Estaban delante, llegaban al cartel de tres kilómetros a meta y estaban a salvo. Ni Froome, ni Valverde, ni Pinot, ni Peraud, ni ningún otro favorito para la general estuvieron siempre tan delante como lo estuvo Alberto, que solo no estuvo bien colocado cuando sufrió su triste caída.

Y no solo en los sprints, también fue el protector de Alberto en la etapa del pavés, la quinta, la que todos temían. A Alberto le costó dos minutos y medio aquella etapa, pero no fue por culpa de Bennati, si no del miedo y el instinto de asegurar del de Pinto. Con él estuvo Bennati al principio, bajo la lluvia; a mitad de etapa cuando Alberto necesitaba estar delante para evitar cortes; cuando el temido corte se produjo para intentar que no se fuera la distancia; y al final, cuando Alberto estaba ya vacío, para mostrarle el camino hacia meta tratando de minimizar las pérdidas. Bennati estuvo ahí e hizo todo lo que pudo hacer, su trabajo fue perfecto pese al tiempo perdido. También estuvo con Alberto en la novena etapa, la de Tony Martin, hasta Mulhouse. Fue junto a Rogers, el único Saxo que llegó en el grupo de Alberto a meta. Se mereció la carta blanca que todos recibieron cuando Alberto abandonó, para meterse en los sprints y lograr conseguir los tres top ten que consiguió y el onceavo puesto en los Campos Elíseos.

Con las ganas nos quedamos de ver a Michael Rogers, Rafal Majka y Nicolas Roche cumpliendo con su misión. Un atisbo de la misma nos mostraron en la octava etapa, cuando fueron capaces de en dos cotas de segunda categoría, partir todo un pelotón para tras ser lanzado por ellos mismos, atacar Alberto Contador a ritmo en la Mauselaine para soltar a todos los favoritos. Con la capacidad que han demostrado tener posteriormente en la montaña, habría sido emocionante ver el duelo de gregarios entre los Astana y los Saxo.

Tony Martin, trabajo no correspondido

Decir que el trabajo de Martin no tuvo correspondencia quizás pueda ser malinterpretado. Sería mejor decir que tanta potencia estuvo mal dirigida. Desaprovechada. Al menos, cuando le tocó ser la baza Tony Martin pudo llevarse al gato al agua. Primero en una gesta digna de aparecer en los libros de historia del ciclismo, con su victoria en Mulhouse. Muchos la compararon con su derrota en Cáceres a escasos metros de meta en la Vuelta a España 2013, pero ambas gestas son diferentes. En Cáceres le dejaron hacer, fue una fuga consentida, y si estuvo a punto de llegar fue por que el pelotón cometió el error de confiarse y no adelantar su captura a la entrada en la población. En Mulhouse sin embargo, nadie dejó hacer a Tony Martin. Fue él el que provocó que no lo cazaran y no la permisividad del pelotón ni del grupo perseguidor. También cumplió en la penúltima etapa. En su especialidad, la contrarreloj, en la que el corredor que más cerca, o menos lejos, de vencerle fue Tom Dumoulin por más de minuto y medio.

Como gregario, Tony Martin estuvo bien, pero mal dirigido. Su trabajo en la primera etapa, como parte del treno de Mark Cavendish cayó en saco roto cuando éste se cayó junto a Simon Gerrans con la meta ya a la vista. En el resto de sprints, a priori habría sido difícil de predecir, pero a posteriori, Omega se equivocó. El equipo trabajó para Mark Renshaw en los sprints en que éste no tenía ninguna oportunidad, y sin embargo intentó partirlos con ataques del propio Martin, Bakelants o Kwiatkowski en otras etapas en las que sí podría haber tenido alguna oportunidad el australiano. Así se vio como Omega trabaja para él en etapas como la cuarta, en la que Renshaw tenía menos oportunidades frente a otros velocistas como Kittel, Kristoff o Greipel pese a que ha conseguido también buenos puestos en tales sprints. Sin embargo, en otras como en la decimoquinta o la decimonovena, con finales en Nîmes y Bergerac, intentaron partir el sprint en días en los que Renshaw habría tenido más oportunidades, estando deshechos el resto de trenos y desgastados los sprinters más potentes. Finalmente, con respecto al líder para la general, Michal Kwiatkowski, Tony Martin ha hecho lo que ha podido. Le ha protegido en finales nerviosos, ha trabajado para él durante muchas etapas, e incluso tras su cabalgada en Mulhouse, tuvo fuerzas al día siguiente para intentarlo volver a meter en la general, metiéndose con Kwiatkowski en una escapada que fue finalmente neutralizada en el último puerto del día. De nada sirvió ese día la cabalgada de Tony Martin con todos los fugados metidos a su rueda, ya que el polaco no pudo responder a tanto sacrificio en la Planche des Belles Filles, ya sin Martin, y mantener la ventaja que le había proporcionado el alemán.

Gadret, Herrada, Intxausti e Izagirre, salvadores de Valverde

Valverde llegó al Tour para intentar cumplir su sueño de entrar en el podio. No lo ha conseguido pero ha estado cerca. Ha sido cuarto, a un solo puesto de su objetivo. Para ello, ha tenido a cuatro corredores a su lado entre los que es difícil señalar al que mejor ha cumplido con su trabajo. John Gadret, Jesús Herrada, Beñat Intxausti e Ion Izagirre han sido sus escoltas, los que lo han apoyado en todo momento, abandonando incluso las opciones de buscar una victoria de etapa por sí mismos.

Importantes fueron, a diferencia de Jeannesson con Pinot, en la función de tirar de su líder montaña arriba cuando perdía comba con el resto de favoritos. Así lo hicieron en uno de los peores días de Alejandro. Fue en la etapa decimoséptima, en la que Valverde cedía ante un ataque de Peraud a seis kilómetros de meta. Valverde fue perdiendo rueda del resto de favoritos pero primero Herrada y luego Izagirre esperaron al murciano para minimizar las pérdidas. Poco a poco se acercó a sus rivales y con su punch final, incluso superó al grupo de Bardet y Pinot, aunque perdió cincuenta segundos con Nibali y Peraud. También estuvieron con él a la hora de atacar. Las dos únicas veces en que lo hizo Valverde, lo hizo de la mano de su equipo. Primero en la etapa decimosexta, en la que primero Intxausti y luego Gadret minaron un grupo en el Port de Balès que acabó de reventar Jeannesson para Pinot. Tras un final de puerto de infarto, se unieron en el descenso a Valverde Gadret, que venía con él, e Izagirre, que le esperaba desde la fuga. En la bajada, en un grupo en el que también estaban Peraud, Pinot y Nibali, Gadret e Izagirre se encargaron de distanciar al resto de favoritos para la general. Otra vez intentó atacar Valverde en la decimoctava etapa, con el coloso Tourmalet antes del final en el mítico Hautacam. En la cima del Tourmalet, Alejandro atacaba a sus acompañantes y junto a Herrada e Izagirre, que se descolgaron de la fuga, se lanzó en el descenso llegando a sacar medio minuto de ventaja. De poco le sirvió, pues BMC le neutralizó en el descenso y luego pagó el esfuerzo del ataque en un ascenso a Hautacam en el que sus principales rivales para el podio le sacaron ventaja.

Gregarios para las cuatro de Kittel

No todos los corredores pueden presumir de haber conquistado cuatro etapas en un mismo Tour. Eso solo está a la altura de sprinters como Mark Cavendish o superclases como Eddy Merckx. Ahora Kittel ha repetido su gesta del año pasado. Ha vuelto a conseguir cuatro victorias y para ello ha sido imprescindible contar con el equipo más poderoso en los sprints de este Tour. El treno de Giant ha funcionado a la perfección para Kittel, y cada uno de sus vagones ha sido imprescindible. Desde Cheng Ji, el primero en tirar controlando las escapadas en cada etapa, hasta Veelers y Degenkolb, los encargados de lanzar al sprinter de Giant.

Así por ejemplo, en Londres fue vital para su victoria que apareciera Koen de Kort para llevar a Kittel hasta la rueda de Veelers, tras perder la rueda de su treno por la peligrosidad de la llegada. Desde el principio y hasta el final, Giant se ha volcado con él, en los sprints y ayudándolo a acabar cada etapa, a llegar dentro de control a meta en las montañosas etapas por los Alpes y Pirineos. Hasta los mismos Campos Elíseos, en los que Giant controló las últimas vueltas por la ciudad del amor para lanzar finalmente a un Kittel que ganaría la última etapa del Tour por delante de Kristoff.

Nelson Oliveira y Chris Horner, los hombres del arcoíris

Sus maillots se confundían. Uno con el arcoíris y otro con la bandera de Portugal en el pecho. Uno campeón del mundo, otro doble campeón portugués, de contrarreloj y de ruta. Ambos del país del oeste de la península ibérica. Cuando sus manos se apoyaban sobre las manetas, las diferentes banderas se distinguían, pero cuando lo hacían sobre la parte baja del manillar, no se sabía quién era quién. Aunque normalmente, era Oliveira al que se veía, siempre delante de Rui Costa, tapándole el viento, protegiéndolo, llevándolo en las primeras posiciones del pelotón. Rui Costa acabó abandonando cuando ya nada tenía que hacer en la general, sumándose a los abandonos de Modolo y Richeze y dejando al humilde gregario Oliveira sin nadie para quien trabajar. Ello le permitió dejarse ver en alguna que otra fuga, aunque finalmente su mejor resultado se produjo en la contrarreloj de Bergerac, en la que acabó en la decimoséptima posición, a tres minutos y medio del vencedor Tony Martin y entre especialistas como Luke Durbridge, Lieuwe Westra o Svein Tuft. También Chris Horner estuvo siempre con Rui Costa en la montaña, abandonando incluso sus opciones cuando el portugués desfallecía en los puertos finales. Como demostró tras el abandono de su líder, Horner tenía piernas para intentar buscar su etapa, y renunció a ello para ayudar a su jefe de filas. Quizás el trabajo de ambos no se viera recompensando con triunfos de Costa, pero cumplieron con su parte del trabajo a la perfección.

Blel Kadri y Christophe Riblon, dúo a dúo

Peraud y Bardet, ambos del equipo Ag2r, acabaron respectivamente segundo y sexto en la general. Quizás, meter a un corredor en el topten o a dos en el top quince sería factible sin un buen equipo de gregarios. Pero meterlos en segunda y sexta posición es muy complicado. Como gregarios, Peraud y Bardet han tenido a dos corredores especialmente activos en el trabajo para ellos: Crhistophe Riblon y Blel Kadri. Kadri consiguió una etapa para el equipo en las rampas de la Mauselaine, en el primer atisbo montañoso de este Tour. Luego, ambos franceses, además de ayudar a conseguir la clasificación por equipos del Tour, ayudaron a sus compañeros en la alta montaña. Riblon por ejemplo, se descolgó de la fuga en la etapa de Risoul para tirar del grupo de sus líderes en el valle que separa Izoard del final de etapa en el coloso alpino. Matteo Montaguti y Samuel Dumoulin también estuvieron atentos a ambos líderes. De Dumoulin fue el trabajo en el descenso de Balès para minimizar la pérdida con el grupo de Valverde, Nibali, Pinot y su compañero Peraud, y de Montaguti, muchos de los kilómetros realizados en el terreno montañoso.

El trabajo de AG2R como equipo les hizo ser merecidos vencedores de tal clasificación (foto: AG2R La Mondiale).