En París-Tours las cosas no son lo que parecen, por fortuna. El halo crepuscular que emerge del sol otoñal francés inunda la fuerte personalidad de la histórica clásica francesa, que parece acentuar aún más en su exilio en la categoría HC. Sin pinganillos ni fuertes bloques presentes en su plantel, la carrera da rienda suelta al ciclismo ofensivo y táctico más visceral, donde la obsesión por romper un teórico sprint masivo da sentido a su peculiar desarrollo y resolución.

El inconformismo de los corredores locales y la oposición vecina más ilustre, la belga, se han mostrado en todo su esplendor en la campiña central francesa. Las carreteras secundarias, las rotondas y la lluvia han dado alas a un pequeño grupo de aventureros, de los cuales ha emergido, vigoroso y triunfador, Jelle Wallays, del Pro Conti flamenco Topsport., ganador de París-Tours Espoirs en 2010.

El joven belga de 25 años ha conseguido el mejor trofeo de su trayectoria profesional en medio de una alta exigencia ciclista. Sus compañeros eran correosos y muy complicados de bloquear, además de la pelea general contra las fuerzas del pelotón. De entre sus compañeros de aventura, destacaba Thomas Voeckler, de regreso en estas últimas semanas tras fracturarse la clavícula el pasado 19 de agosto. Titi tuvo el día. Se levantó con hambre y el cielo gris de Bonneval, localidad de salida, acabó de convencerle.

El patrón de Europcar no especuló y se filtró en la primera escapada del día, con la que el pelotón fue demasiado condescendiente. La jornada, de 237 km., se presentaba larga y agotadora, además de peligrosa. La lluvia fue protagonista en momentos puntuales, sobre todo en el transcurso de los primeros kilómetros, tornándose en factor determinante ante las caídas de la parte final. Como es habitual, las cotas de Crochu, Beau Soleil y L'Épan, enmarcadas en los últimos 30, se forjaban como llave para cerrar la puerta a los Degenkolb y compañía, que llegaron demasiado crecidos a territorio galo.

Ellos, Degenkolb, Démare y sus respectivos lugartenientes, no supieron interiorizar esa máxima cambiante de París-Tours. Porque si un Voeckler crepuscular, deseoso de celebrar ante su público una especie de concierto de grandes éxitos, se mete en una escapada plagada de galgos belgas y amigotes franceses, el terreno, por muy llano que parezca, se convierte en la peor de las rampas. Porque si la lluvia aparece y el riesgo de caídas se multiplica, no solo hay que tener hombres que te lleven bajo palio al sprint. También te deben proteger ante eventualidades. Porque si, de repente, equipos como Belkin o BMC juegan al despiste, acabas participando de ese nefasto juego frustración.

Voeckler mantuvo viva las opciones por delante gracias a sus ataques

En París-Tours no vale esa política de hechos consumados. La prestigiosa tradición de esta carrera obliga a mostrar una amplia baraja de tácticas, que se adapten a un escenario cambiante. Voeckler supo ver este desarrollo y se adelantó a FDJ y Giant, que comenzaban a perder efectivos ante el desgaste y los contratiempos. El irreverente galo atacó cuando el gran grupo se situaba a 1:30, eliminando paulatinamente al resto de acompañantes. Únicamente sobrevivieron los belgas Van Melsen (Wanty) y el mencionado Wallays.

Por detrás, Europcar se defendía mandando de secante a Engoulvent, mientras que Démare se veía cada vez más solo por los percances y caídas de sus compañeros. Giant, más entero que sus aliados, se vio obligado a tomar la iniciativa para evitar perder toda opción, hasta situarse a menos de 30 segundos en las cercanías de la penúltima dificultad del día, la decisiva Beau Soleil.

Giant y FDJ, tocados y hundidos

Últimos diez kilómetros y Voeckler desata la tormenta con un fuerte ataque, que elimina a Van Melsen. Wallays, ofreciendo un sólido temple, aguantó al francés, que comenzó a usar su faceta más astuta para confundir y deshacerse de su rival.

En retaguardia el pelotón acabó por desintegrarse gracias al ataque de Sep Vanmarcke, que eliminó definitivamente a Démare. Degenkolb aguantó junto a uno su único escudo, Sinkeldam, que perdió poco después tras volverse a acercarse al dueto de cabeza. A partir de ahí el dorsal número uno se quedó solo con una docena de hombres dubitativos, Van Avermaet incluido, que no se pusieron de acuerdo para proseguir con la persecución. Voeckler y Wallays, que en esos momentos solo tenían 19 segundos de ventaja, se aprovecharon esa pasividad para aumentar en diez valiosos segundos su renta, a la postre crucial para jugarse la victoria en la Avenida de Grammont.

Voeckler, derrotado en meta, no se presentó en la ceremonia del podio

La cota de L'Épan, a siete kilómetros de meta, fue testigo de una correcta colaboración entre belga y francés, que ya pensaban en rematar con victoria una cabalgada de más de 230 kilómetros. El fondo y la experiencia parecían estar del lado de Titi, pero Wallays supo plasmar todo el carácter flamenco para derrotar a todo un Voeckler, tanto en la faceta física como en la psicológica.

El de Topsport, con dos victorias en el campo profesional, la última hace escasos 20 días en Lichtervelde, redondeó un gran final de campaña con su mejor obra hasta la fecha: culminar con éxito una larga escapada ante un curtido Voeckler, al que el orgullo le pudo y acabó por no presentarse en la ceremonia de podio. El grupo perseguidor entró tras ellos a doce segundos, encabezados por el campeón belga Debusschere. Degenkolb y Démare, los grandes derrotados del día, entraron juntos poco después, mostrando la peor cara de una carrera benevolente con los más valientes y astutos. París-Tours sigue manteniendo viva la esencia de las grandes clásicas.

Clasificación

Vídeo de la victoria de Wallays