Miguel Madariaga, hombre de ciclismo, con aciertos y errores a sus espaldas, como todo hijo de vecino, remarcó hace unos días, en una entrevista concedida a este medio, la importancia de que este deporte sea gestionado desde dentro, con hombres de ciclismo. El presidente de la Fundación Euskadi, que intenta salvaguardar, con no pocos problemas, la esencia de este deporte legendario en su humilde institución de cantera, es una de esas voces tal vez hartas de la desfachatez de los nuevos mecenas, cuyos tentáculos han llegado a determinar hasta la propia fisonomía de las carreras.

El último episodio de la degeneración de los trazados vino ayer de la mano del Tour 2015. Catorce kilómetros de crono individual, 18 por equipos, tres etapas, instrascendentes por sí mismas, por encima de los 200 km., nueve finales en alto, jornadas de montaña por debajo de los 140 kilómetros y la explotación de símbolos de otras pruebas como el muro de Huy o el pavés de Roubaix, determinan la prueba más prestigiosa del mundo. Un modelo impensable ya no solo en los años ochenta o noventa, sino cinco años atrás.

Siguiendo el modelo de Unipublic, que participa en cerca del 50%, ASO, con Christian Prudhomme a la cabeza, ha desmantelado completamente el sentido intrínseco de dureza, fondo, agonía y misticismo del gigante galo, presentando únicamente 42 kilómetros de contrarreloj y marginando los maratones de montaña con un sucedáneo de metas en altura. No entraba en los pronósticos este modelo 'Vuelta' en el Tour, que ha acabado vendiéndose a unos esquemas cortoplacistas que chocan frontalmente con la personalidad de este deporte.

Se pretende evolucionar hacia un modelo mainstream, que no premie el esfuerzo

La situación es grave, en un contexto cambiante de lucha contra el dopaje, reformas, crisis económica y globalización progresiva. ¿De verdad se quiere evolucionar hacia un modelo de ciclismo mainstream que no premie el esfuerzo? ¿Se propone seriamente acotar una competición de fondo a un puñado de kilómetros de ascensión? Las audiencias, la publicidad, el marketing, los intereses empresariales y el ascenso de magnates multimillonarios a la escena profesional se reproducen e invaden un sistema con no pocos problemas por resolver, creando una situación de alarma en los sectores más puristas, pegamento de los valores de este deporte.

Froome ya ha dejado caer su intención de no presentarse en la ronda gala 

La ilógica mercadotecnia del ciclismo actual está afectando de manera importante los calendarios, trazados y personalidad de carreras, equipos y staff deportivos. El último capítulo de esta deriva es un recorrido de Tour involucionado, excesivamente rígido, cuya primera reacción es la queja de uno de sus vencedores, Chris Froome. El británico, ganador en 2013, anunció ayer en su página web la intención de correr Giro y Vuelta, abandonando Francia a su suerte, sin un patrón de carrera claro. Ahora la incertidumbre estriba en si este modelo, implantado en la ronda española, cuajará en la dimensión Tour, mucho más grande, compleja y mítica que la ibérica.

No obstante, no todo es duda y preocupación en este nuevo escenario competitivo. El Giro, por ejemplo, tras sus cambios en la dirección técnica de carrera, plantea para 2015 un recorrido alternativo, un modelo de ronda de tres semanas más variado, novedoso y complicado a partes iguales, con terrenos de diferente fisonomía para desarrollar batallas tácticas que generen carreras interesantes y complejas. Por su parte, la Vuelta a España tiene una gran oportunidad ahora, después de que su modelo haya sido copiado por su matriz, de innovar con seriedad y crear un recorrido atrayente, único, que rompa con lo ofrecido en los últimos años. Ya se sabe lo que da de sí este ciclismo. Todavía hay tiempo y recursos para que otro esquema, apartado de los ideales empresariales representados por ASO, gane la partida. El sentido común en ciclismo se busca con más ciclismo.  

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Sobre el autor
Javier Ruiz
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