Habitual cada año en la Copa del Mundo y acogerá por tercera vez en toda su historia el campeonato del Mundo. La República Checa, que volvió a estar en la élite del ciclocross mundial hace unos años gracias a Zdenek Stybar, volverá a acoger un Mundial por quinta vez en su historia, y será la tercera vez que la competición más importante del calendario cada año lo haga en el circuito de las afueras de la localidad de Tábor, tras los Mundiales de 2001 y 2010.

Tábor no es la única ciudad checa que ha organizado un Mundial en toda su historia. También fueron sede de esta importante cita las ciudades de Praga (1972) y Mladá Boleslav (1987), pero, sin duda, la más carismática y conocida es, por el momento, la ciudad que organizará este año los Mundiales: Tábor. Tras la victorias del belga Erwin Vervecken en 2001 y del checo, para alegría del público asistente, Zdenek Stybar en 2010, este singular trazado busca a su nuevo dueño.

Asfalto y prado

Tabor es un circuito completo. Situado en las parderas de las afueras de la ciudad checa, este circuito contiene curvas cerradas, curvas rápidas, largas rectas, obstáculos naturales, obstáculos artificiales, subidas, bajadas, escaleras, zonas de pateo, etc... En Tábor no hay lugar para los ataques explosivos, porque es capaz de seleccionar a los mejores ciclistas por sí solo. Y más si las condiciones son duras, como las que se encontrarán los ciclistas el próximo fin de semana, con el frío y la nieve típicos de esta época en el centro de la República Checa.

Tras una larga recta y una buena zona de asfalto donde lo importante será conseguir una posición cabecera, los ciclistas entrarán en la estrecha y curveada zona de prado, donde se alternan curvas a derechas y a izquierdas, ruvas abiertas, cerradas y algún que otro zig-zag. Las curvas y la estrechez harán que adelantar sea casi imposible, de ahí la importancia de conseguir una buena posición en la salida. Tampoco faltarán los desniveles, pequeñas subidas que cortarán el ritmo y cansarán las piernas en la parte final de las pruebas.

Las escaleras empiezan con la marcha

Y tras haber recorrido casi todo el prado de la ciudad checa, los ciclistas afrontarán una larga recta que les conducirá hasta una zona más arbolada y más protegida del posible viento que pueda haber durante la prueba. Tras recorrer una zona donde en otoño se llena de las hojas caídas por los árboles y en invierno por los copos de nieve acumulados en ellos, llega la primera dificultad del circuito: las escaleras. Toca bajarse de la bici y subir las ocho escaleras que al principio se pueden subir de dos en dos pero que al final solo los más fuertes podrán hacerlo.

Y tras la subida, llega la bajada. No será rápida, sino tendida, para que las piernas de los ciclistas puedan respirar. Una curva cerrada y una salida estrecha, que no deja mucho margen de error cortará el ritmo de los corredores en este descenso, que no tendrá dificultad para volver a coger velocidad con el terreno favorable. Tras un descenso que a los ciclistas, por la velocidad, se les hará muy corto, llega la zona de los boxes.

Y tras pasarla y cambiar de bici si ha habido algún problema, llega la segunda dificultad artificial (y última) de este trazado: los tablones. La zona de subida previa obliga a reducir la velocidad y casi a los ciclistas a bajarse de la bici y pasarlos corriendo. Muy pocos, y sobre todo cuando las fuerzas escasean, pueden pasarlos montados. Una vez pasados, sea corriendo o montado en la bici, llega una zona de largas rectas con curvas muy cerradas. Dos en total, una que va envenenándose poco a poco y otra de bajada.

Una última parte para explosivos

Y al afrontar la última parte del circuito, los ciclistas explosivos tendrán ventaja. Los explosivos y los que más fuerza hayan reservado para la parte final de la prueba, mejor dicho. Las continuas curvas de 360 grados frenarán el ritmo y pondrán a prueba las fuerzas de los que aún aguanten en cabeza y tengan opciones de victoria. Pese a ello será una de las partes más rápidas del circuito, porque los ciclistas tendrán un continuo descenso (aunque no muy pronunciado) hasta la línea de meta.

En total, hasta 38 curvas a derechas y 33 a izquierdas tendrán que dar los ciclistas cada vuelta, en un circuito equilibrado y con zonas bastantes diferenciadas. Lugar mítico y de culto para la práctica de este deporte invernal, Tabor esperara a los ciclistas a partir del sábado teñido de blanco y con temperaturas muy frías. El circuito será, más que nunca, un infierno helado.

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Sobre el autor
Nacho Primo Genís
Buscaba libertad para escribir unas cuantas líneas sobre mi deporte favorito, el ciclismo, y encontré VAVEL a principios de 2014. Debilidad por el ciclocross y responsable de @Ciclismo_VAVEL.