Si ya de por sí es duro el ciclismo, hacer que los ciclistas rueden por carreteras y lugares donde azota la climatología adversa se convierte en un asunto, casi, de supervivencia. Conforme el calendario se aleja de los meses veraniegos y se acerca a los otoñales e invernales, las posibilidades de encontrarse mal tiempo aumentan. Por eso, son muchos los que deciden alejarse del frío de las carreras europeas del principio del año para centrarse en las del Hemisferio Sur (Australia, Argentina y Asia) durante estos meses de frío y mal tiempo, aunque eso signifique debutar más tarde.

Uno de los últimos ejemplos fue el vivido durante la etapa del pasado jueves durante la disputa de la segunda etapa de la Estrella de Besseges. En ella, el frío y el fuerte viento dejaron a los ciclistas sin ganas de correr. Los ciclistas bajaron claramente el ritmo de la prueba y la organización amenazó en descalificar a todo aquel que no quisiese cumplir las normas de la organización, que mandó seguir con la carrera pese a las quejas de corredores y directores de equipo. Todos los ciclistas (menos cuatro) pudieron terminar la etapa, pero no todos acabaron contentos con la decisión de los jueces.

Creador de espectáculo, pero hasta un límite

Las condiciones adversas no convienen a todo el mundo. Por eso muchos ciclistas se dejan ver cuando la estabilidad climatológica no aparece. Gente de los países del norte, acostumbrada al mal tiempo cuando entrena, se encuentra como pez en el agua (nunca mejor dicho) con tales situaciones. En la Milán - San Remo del pasado año, sin ir más lejos, fue un noruego el que alzó los brazos en la meta de la ciudad italiana, tras tener casi 300 kilómetros de frío, lluvia y hasta nieve. Un hombre del norte como Alexander Kristoff (Katusha) fue el mejor y se llevó el Monumento a casa.

Aunque los más puros sprinters llegasen a las calles de San Remo dispuestos a jugarse la victoria, los ataques y el ritmo de la prueba en el Poggio no decayó. Y el descontrol tampoco faltó. El Poggio estuvo salpicado de ataques de gente como Nibali, Rast, Van Avermaet o Battaglin, que aprovecharon el poco control del grupo donde iban los grandes sprinters para buscar su oportunidad, dando al espectador una ascensión más imprevisible y vistosa, con un final totalmente abierto y donde los más fuertes (no los sprinters) triunfaron.

Italia no abandona este ejemplo. En Mayo, en plena disputa del Giro de Italia, un temporal de frío y nieve pegaba fuerte en la etapa reina. Una odisea tuvieron que sufrir los ciclistas hasta Val Martello, en esa decimosexta etapa, donde los corredores no supieron si finalmente iban a tener que correr hasta última hora. Con tres importantes ascensiones (y sobre todo tres descensos), que superaban los 2000 metros de altitud, la organización veló por la seguridad de los ciclistas y dio la orden de correr (esperando hasta última hora) cuando mejoraron las condiciones. Y el resultado fue el que se vivió ese día: una de las etapas más recordadas de los últimos años y que más se recordarán durante mucho tiempo.

¿Velando por la seguridad o privando el espectáculo?

Los organizadores deben decidir a favor del ciclista, o a favor del aficionado. La decisión nuca es fácil. Cuando se acerca el mal tiempo y éste azota a las pruebas, la organización tiene grandes problemas, y siempre tiene la última palabra sobre si se puede correr o no. Decidir a favor del ciclista y limitar el espectáculo, enfadando a muchos casos a la afición o ir a favor del aficionado y dejar correr aunque las condiciones no sean favorables a ello. Situaciones hay muchas, pero las decisiones de los jueces de las pruebas son inapelables.

Ejemplo de ello también puede verse en el Giro de Italia, pero echando la vista un poco más atrás, durante la edición de 2013. En la etapa 18, una de las de más relevancia para la general, la organización decidió parar y no dar la salida, tras las pésimas previsiones de ese día y las peticiones de la mayor parte del pelotón. En una de las etapas más peligrosas para los ciclistas, la organización privó a los aficionados de ver una de las etapas espectaculares de aquel Giro, algo correcto viendo las previsiones. Ante todo, la salud y seguridad de los ciclistas.

Catar, donde el mal tiempo viene de forma distinta

En Catar no hay lluvia ni frío, solo hay viento. Pero un viento que si sopla condiciona totalmente la carrera. Si el viento hace acto de aparición y los ciclistas están por la labor, pueden salir etapas tan espectaculares como la segunda de esta edición del Tour de Catar, donde con solo quince kilómetros disputados la etapa se rompió gracias a equipos que tan bien se adaptan a este terreno, como Trek o Etixx. No lo pasaron tan bien los más escaladores, que durante más de 150 kilómetros desearon volver al hotel de sus equipos y dejar de competir.

Uno de los ciclistas que más abiertamente se quejó fue el español Alejandro Valverde. El corredor de Movistar, poco acostumbrado a las situación de carrera que ofrece las pruebas cataríes cada año, criticó la decisión de la organización de dar la salida a la etapa con el fuerte viento y la tormenta de arena: "Esto es inhumano", declaró tras la etapa. "Preferiría subir cinco veces el Tourmalet", añadió. Tal y como relataba el español, las fuertes ráfagas de viento dificultaban la respiración y lastraban el rendimiento de los ciclistas. Catar organizará en 2016 el Mundial de ciclismo y muchas cosas deberán plantearse: o un Mundial espectacular, o un Mundial pensando en los ciclistas.

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Sobre el autor
Nacho Primo Genís
Buscaba libertad para escribir unas cuantas líneas sobre mi deporte favorito, el ciclismo, y encontré VAVEL a principios de 2014. Debilidad por el ciclocross y responsable de @Ciclismo_VAVEL.