A lo largo y ancho de España, toparse con un monumento es fácil. Por el norte o por el sur, por el este o por el oeste, las bellezas arquitectónicas con paredes que han sido testigo de apasionantes historias se suceden. Desde catedrales como la de Santiago, León o Burgos, pasando a edificios de la cultura arábiga como la Giralda, la Alhambra o la Mezquita de Córdoba, a fortalezas medievales como el Alcázar de Toledo o las murallas de Lugo y Ávila o a edificaciones romanas como el Acueducto de Segovia. Todas ellas son patrimonio de la cultural y de la historia española, pero fuera de estas fronteras hay otro monumento que perteneció al país en cinco años distintos: la Milan-San Remo. La Classicissima es la gran clásica que más veces ha sido conquistada por un español, aunque solo han sido dos los ciclistas que han logrado colocar su nombre en este ilustre palmarés: Miguel Poblet y Óscar Freire.

Antes que ninguna otra gran clásica, Milan-San Remo vio como un español conquistaba su línea de meta. Un adelantado a su tiempo, un pionero del ciclismo español y, tal vez, un deportista infravalorado, fue el que abrió la lata de la Classicissima. Corría el año 1957 y Poblet acababa de cambiarse de equipo para optar a este tipo de carreras, para ser el líder de una formación en las grandes clásicas. La escuadra italiana Ignis fue su destino y demostró su poderío ganando la Milan-Turín de ese año. Con este precedente, el catalán partía como favorito en La Primavera.

Poblet, el "hispano-belga"

Similar al transcurso de las Milan-San Remo actuales, un grupo de 15 ciclistas logró ventaja de salida. Según pasaron los kilómetros, su diferencia iba siendo recortada hasta acabar neutralizados. Entre tanto, el francés Nicola Barone atacó para irse en solitario y afrontar el Capo Mele y el Capo Cervo en solitario. Aun quedaba una ascensión en la jornada, el Capo Berta, lugar donde decidió demarrar Poblet. El español, junto a Brian Robinson, Julien Schepens, Joseph Plankaert y el último ganador de la prueba, Alfred De Bruyne, se fueron a la caza de Barone.

El francés tenía un minuto de renta, pero decidió levantar el pie para ser absorbido por este grupo y maximizar sus opciones de triunfo. Poblet tomó el mando del grupo de cabeza, imponiendo un fuerte ritmo y tuvo el suficiente fondo físico como para llevarse la victoria al sprint, por delante de De Bruyne y Robinson. De esta manera tan imponente, el barcelonés otorgó a España su primer monumento.

Dos años después, Poblet volvería a inscribir su nombre en dorado en el libro de honor de Milan-San Remo, esta vez en la edición 50 de la prueba. La carrera tuvo un inicio similar, con un gran grupo que logró la escapada, en esta ocasión de 30 ciclistas. Una vez más, el punto caliente fue el Capo Berta. La escapada fue neutralizada definitivamente, pese a los últimos intentos de Agostino Coletto y Vito Favero. El trabajo de los ciclistas de Ignis, compañeros de Poblet, fue clave, especialmente el de Pierino Baffi.

Un grupo de noventa ciclistas encaró la Vía Roma. Los belgas, grandes dominadores de las llegadas masivas, se posicionaban como grandes favoritos al triunfo, pero no contaban con la genialidad de Poblet. El catalán lanzó el sprint algo antes de lo habitual y logró un pequeño hueco que, a la postre, resultó definitivo. Rik Van Steenbergen fue segundo y, si la carrera hubiera sido 50 metros más larga, hubiera superado al barcelonés, según cuentan las crónicas de la época.

Freire, revolucionario moderno

Tras tres campeonatos del mundo, Óscar Freire tenía una espina clavada: su clásica favorita, Milan-San Remo. Erik Zabel tiranizaba la Classicissima, con cuatro títulos ya en su haber y en busca del quinto. Pero no sería así esta vez, pese a que sí sería la quinta vez que alzó los brazos en la prueba italiana. Un tenaz Freire, capaz de sprintar hasta el último segundo, le arrebató el triunfo sobre la línea de meta.

La carrera tuvo un desarrollo habitual. Una fuga de cinco hombres se escapó de inicio y tuvo mucho protagonismo hasta que en Cipressa, a 21 kilómetros para meta, el pelotón les engulló. En esta ascensión, varios favoritos quedaron apeados de la pelea por la victoria: Cipollini, Bartoli y Rebellin. El primero quedó descolgado, los otros dos se cayeron en el descenso.

El gran grupo encaraba la recta final, con la volata a punto de comenzar. Petacchi fue el primero en lanzar el sprint, pero a su rueda se colocó Zabel, que le superó con facilidad. La potencia de cada pedalada del alemán dejaba a todos boquiabiertos, dando por hecho que lograría su quinto entorchado en San Remo. Todos menos uno, Óscar Freire, que no se rindió y en los últimos metros apareció por la derecha del teutón para, mientras este celebraba la victoria, arrebatársela sobre la bocina.

Tres años más tarde volvería a probar las mieles del éxito en San Remo e igualaría a Miguel Poblet en número de triunfos. Esta vez, la victoria sería menos agónica, pero no por ello dejó de ser sufrida y emocionante, fiel al estilo del cántabro, especialista en remontadas en la recta final. Pese a la teórica supremacía del Milram, el español logró encontrar el hueco necesario para llevarse otra vez la Classicissima.

Se produjeron multitud de ataques desde el inicio, pero solo fructificó la escapada con uno en el que estaba incluido el español del extinto Euskaltel-Euskadi, Aitor Hernández. Como es habitual, en el tramo final del recorrido fueron alcanzados por el pelotón, pero esto no disipó los aires belicistas que existían entre los ciclistas. Popovych y Pellizotti en un primer momento, y más tarde Ricco y Gilbert, buscaron sorprender al gran grupo sin demasiado éxito.

Los equipos más fuertes comenzaron a cerrar filas para preparar bien la volata, en especial el Milram, que contaba con dos grandes favoritos: Zabel y Petacchi. Todo parecía encaminado a la victoria de uno de los líderes del equipo alemán, pero en el tramo final, Freire, a contracorriente, se abrió hacia el lado izquierdo y comenzó a volar. Remontó y remontó posiciones, superando a Allan Davis y Tom Boonen hasta alzarse con la victoria, la segunda que conseguía en la ciudad marítima italiana.

Óscar Freire logró tres años más tarde su particular hat-trick. El cántabro ganó en 2010 su Milan-San Remo más cómoda, ya que fue en la que más terreno sacó a sus rivales. Tras varios ataques en el tramo final, todo se decidió, una vez más, al sprint, donde el campeón de Torrelavega demostró ser el más fuerte.

Una escapada de solo tres hombres logró formar la fuga pronto y consiguió una gran renta en poco espacio de tiempo. Más de 21 minutos en menos de 40 kilómetros era su colchón, hasta que Katusha, Lampre y Liquigas se pusieron manos a la obra para echar abajo este intento. A falta de 80 kilómetros para meta, la fuga había sido neutralizada.

En Cipressa, siete corredores lo intentaron, con hombres de mucha clase como Damiano Cunego. En esta ascensión fueron todos cazados menos el francés Yoann Offredo, mientras que el pelotón se partió en dos, con favoritos como Freire, Hushovd, Petacchi, Benatti o Boonen en el primer grupo. A ocho de meta, Offredo fue neutralizado y el último punto caliente iba a ser el Poggio.

En este punto, Stefano Garzelli puso un ritmo duro que no logró romper este grupo. Todo parecía encaminado a la volata, pero Vincenzo Nibali se quería oponer a ello y atacó bajando, seguido de Pozzatto. El valiente intento de estos dos corredores se quedó en nada, ya que fueron alcanzados en el último kilómetro. Liquigas, que había gastado la bala del siciliano, preparó el sprint para Benatti, pero Freire estaba más fuerte que nunca. Bien colocado, el cántabro venció en una llegada limpia superando con claridad a Boonen, segundo, y Petacchi, tercero.

Foto: Giant Bicycles

Dos conquistadores españoles han logrado clavar la bandera rojigualda en la Vía Roma. Miguel Poblet, pionero, lo hizo dos veces en los años 50. Óscar Freire, el cántabro revolucionario convencido de cambiar la cultura ciclista española, la logró hasta en tres ocasiones en los últimos. Ambos buscan un sucesor que logré de nuevo hacer ondear la bandera española en la Classicissima para que la Milan-San Remo vuelva a ser un monumento más de la cultura hispana.