Las rampas del Alpe D'Huez albergan millones de historias y leyendas. Como si de un grueso libro de aventuras se tratase, o más de bien de cantares de gesta, cada página depara un relato de enorme emoción que aúna el espíritu de superación, la épica y la pasión. Ahora mismo, esta obra maestra del ciclismo posee 29 páginas y la próxima se escribirá el 25 de julio. Hasta el momento, tres corredores españoles han sido los protagonista de tres de estas historias, todas ellas con un componente de heroicidad.

Etxabe, el pionero

La primera de ellas tuvo lugar en el Tour de 1987. Fede Etxabe fue el ganador de aquella etapa. El ciclista vizcaíno aprovechó la excesiva vigilancia en el pelotón entre los principales favoritos, que ocasionó que el corredor de BH atacase y se marchase sin que nadie le siguiera. Poco después arrancó otro español, Anselmo Fuerte, junto con otros cuatro hombres, que tampoco encontró oposición por parte del gran grupo.

Hicieron camino, rumbo al temido Alpe D'Huez, con la utópica ilusión de poder ganar la etapa ante la voracidad de un pelotón repleto de fieras en busca de saciar su hambre de éxitos. A pie del puerto, Etxabe era cabeza de carrera con diferencia, mientras que por detrás Fuerte y Eduardo Chozas trataban de cazarle a ritmo. Más atrás aun, cuatro hombres de los candidatos a la general buscaban vestirse de amarillo: Marino Lejarreta, Pedro Delgado, Stephen Roche y Lucho Herrera.

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El vasco parecía inalcanzable, Herrera intentaba serlo a base de ataques, y casi lo logra. Solo Delgado consiguió seguir su rueda y juntos rebasaron a multitud de ciclistas, exhaustos ante la dureza de Alpe D'Huez. Etxabe coronó en solitario y pudo escribir su nombre en letras doradas en el palmarés de ese puerto. Justo por detrás, en segunda posición, entró Anselmo Fuerte. Más tarde, pero también rebosante de alegría, Perico Delgado cruzó la línea de meta segundos más tarde que Herrera pero sabedor de que iba a subir al podio a ponerse el maillot amarillo.

Iban Mayo, ante el todopoderoso Armstrong

Hubo que esperar 16 años para ver a otro español campeonar en Alpe D'Huez. Y también vizcaíno, como Etxabe. Iban Mayo logró vencer en esta mítica cima, dejar atrás al insuperable Lance Armstrong y ser historia del ciclismo. Joseba Beloki, en busca de arrebatarle el amarillo al texano, lo intentó, una y otra vez. El vitoriano fue el primero y el más tenaz en la misión de perder de vista a Armstrong.

El corredor del ONCE logró seleccionar el grupo, un grupo de elegidos que escalaba hacia el cielo. Impaciente, dejándose ver y con ganas de hacer su sueño realidad, revoloteaba en este selecto club Iban Mayo. Vestido de naranja, o más bien desvestido, con el maillot abierto completamente, seleccionó el momento adecuado para echar a volar. Con un golpe se quitó de la oreja el auricular y se dejó guiar por las sensaciones.

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Arrancó y nadie logró seguirle. Armstrong ni lo intentó, sabedor de que el vizcaíno podría fundirle, como había hecho semanas atrás en el Dauphiné. Todos buscaron las cosquillas al americano viendo el éxito de la arrancada del ciclista de Igorre, pero pocos lograron abrir hueco con respecto al tejano. Mayo llegó y después de haber volado, volvió a extender sus alas para celebrar la victoria. Dos minutos más atrás llegaba el maillot amarillo, Armstrong, con la cara desencajada pero habiendo aguantado el liderato.

El vuelo de Sastre hacia el amarillo

Marcado en rojo. Así tenía Carlos Sastre el 23 de julio en su calendario. El abulense quería asaltar el maillot amarillo, y el sueño de vestirlo pasaba por vencer en el Alpe D'Huez. La etapa era durísima, con los pasos por Galibier y la Croix de Fer previos a la ascensión final. Pese a todo, los favoritos guardaron sus fuerzas para el Alpe D'Huez, que se tiñó del color blanco del maillot del CSC de Carlos Sastre.

Doce kilómetros para meta. Un mundo. Eso era lo que restaba para la meta cuando el abulense arrancó, que hizo realidad el dicho de que solo los valientes triunfan. Entre la incredulidad y la admiración, el mundo ciclista no podía apartar los ojos de la hazaña que Sastre comenzaba a escribir. Muchos pensaban que acabaría reventando, pero la renta del ciclista de El Barraco no paraba de crecer a cada pedalada.

Alejandro Valverde y Andy Schleck intentaron cerrar el hueco, Cadel Evans intentaba no ceder en el grupo perseguidor, al igual que Denis Menchov, solo que el ruso no pudo evitarlo. Sastre no paraba, su mente no pensaba en otra cosa que no fuera ganar... y salir del Alpe D'Huez de amarillo. Llegó a la meta, alzó los brazos y saboreó el éxito. A más de dos minutos llegó Samuel Sánchez, segundo, más atrás Schleck y Valverde. Evans llegó aun más atrás y el abulense le aventajaba en la lucha por el Tour en 1'24" a falta de cuatro días para el final de la prueba, con la contrarreloj final de por medio.