La Bretaña es una tierra guerrillera. Desde tiempos inmemoriales, esta región francesa, en un tiempo independiente, ha demostrado ser incómoda para el poder establecido, enarbolando sus reivindicaciones. Con la agricultura como motor económico, los bretones son personas rudas, tenaces, al igual que sus carreteras. Pestosas, sin un metro para el descanso, obligando al ciclista a mutarse con la rudeza de las curvas y las rampas que siembran el paisaje bretón. Aquí, en estos lares, se forjó uno de los corredores más legendarios de la historia, Bernard Hinault, que reflejó el carácter de la Bretaña francesa sobre la bicicleta.

El Muro de Bretaña es, quizá, un espejo perfecto de esta comarca en el plano de la orografía. Corto pero intenso, asfixiante y solo al alcance de los más fuertes, seleccionó la carrera. Al igual que en 2011, cuando esta colina hizo su estreno por todo lo alto en el Tour, la emoción fue la nota dominante en los últimos 2 kilómetros. Hasta entonces nervios, tensión y preparación para asaltar este muro, sensaciones que provocó Michal Kwiatkowski (Etixx-QuickStep) con su aceleración a falta de más 60 kilómetros para el final y, desde ese momento, no pararon de crecer.

Y es que el Muro separa a los reinos de las tierras de los salvajes, a los ciclistas de clase suprema de los que no pueden asomarse a la vertiginosa victoria en estas metas. Para reinar en Bretaña, había que huir de estos últimos lares, algo para lo que se requiere dureza y tesón. Alexis Vuillermoz (AG2R) demostró ambas cualidades. Atacó una vez, fue neutralizado, pero no desesperó. Volvió a intentarlo, eléctrico, creyendo en él, en sus piernas, en aquellas que le dieron tantas alegrías como biker y que esperaba que se las dieran también sobre el caluroso asfalto. Demasiada sangre fría, tal vez confianza, demostró el grupo de los favoritos, que dejó un hueco al francés que jamás pudieron recortar. Dan Martin (Cannondale) lo intentó a la desesperada, pero se quedó a medio camino. Alejandro Valverde (Movistar), con el día marcado en rojo, fue el más rápido del grupo, pero se tuvo que conformar con el tercer puesto.

Pero destacable fue también el apagón de Vincenzo Nibali (Astana). El muro se convirtió en pared para el siciliano que, en cuanto el ritmo incrementó, se descolgó del grupo de favoritos. Su pérdida no fue excesiva, solo diez segundos, pero sus credenciales para la general van perdiendo peso de cara a los Pirineos, primer plato de montaña que espera al pelotón.

Relajados y calmados, los ciclistas partieron por las tierras bretonas. Cuatro hombres lograron hacer fuga: Sylvain Chavanel (IAM), Romain Sicard (Europcar), Bartosz Huzarski (Bora Argon 18) y Pierre-Luc Perichon (Bretagne Seche Environnement), que solo lograron unos cuatro minutos de renta. Lotto-Soudal, Tinkoff, Sky... todos ellos se turnaban en la cabeza del pelotón, controlando la escapada pero disfrutando de los paisajes por los que rodaban.

Estas sensaciones se esfumaron cuando Michal Kwiatkowski, ciclista de profesión, coronel de espíritu, aceleró a falta de más 60 kilómetros para meta, cuando la fuga inicial acababa de ser neutralizada. Sky, con el séptimo de caballería entonado a pleno pulmón por parte del maillot arcoíris, ordenó a sus hombres formar para comenzar la captura de los ciclistas que alteraban el sistema impuesto por el cuadro británico. Michal Golas (Etixx), Bartosz Huzarski y Lars Ytting Bak (Lotto-Soudal) eran la cabeza de carrera que hasta los últimos kilómetros fueron los protagonistas de la etapa. El grupo de Kwiatkowski, en el que Pierre Rolland (Europcar) o Pierrick Fedrigo (Bretagne) vieron un resquicio de esperanza, fue capturado rápidamente por las tropas de Brailsford.

Esto aceleró la carrera, con todo el pelotón ansioso de enfrentarse al temido Muro de Bretaña. A falta de solo 7 kilómetros, los fugados fueron neutralizados definitivamente, y comenzó el espectáculo previo a la ascensión. BMC se dejó ver y comandó el grupo, con Sky disputándole semejante responsabilidad. En las primeras rampas, Vuillermoz atacó, y se llevó a dos compañeros de fatiga. En ese momento, el maillot amarillo se convirtió en una losa de responsabilidad sobre la persecución y Chris Froome (Sky) no tuvo más remedio que ser el encargado de cazar esta escaramuza.

No gastó demasiado el británico, sabedor de que un calentón excesivo podría hacerle perder tiempo. Así que, poquito a poquito, Froome cerró el hueco y Vuillermoz, insistente como ninguno en este final de etapa, se colocó a su rueda, preparando el segundo asalto. El francés demarró de nuevo, y se llevó la victoria por KO técnico. Su fuerte arrancada y la pasividad de Froome, que no iba a volver a trabajar para sus rivales, dio unos metros insalvables a Vuillermoz para ganar y alcanzar, de esta manera, el primer triunfo galo en la carrera que con más orgullo disputan.

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