El final de hoy en el Mûr-de-Bretagne, tan similar a los finales en subidas cortas y de rampas durísimas que disfrutamos en la Vuelta Ciclista a España, es una muestra más de los cambios sufridos por el modelo clásico de recorrido del Tour de Francia. La ruta de esta edición 2015 ha completado la evolución iniciada en 2008. La ronda gala ha ido dejando atrás progresivamente el modelo clásico de dos contrarrelojes individuales largas y maratones de alta montaña con tres o cuatro grandes puertos, para evolucionar hacia una carrera con muchos menos kilómetros contra el reloj, y etapas de montaña en las que la dureza se concentra al final, olvidando muchos puertos de paso. Estos cambios provocan una semejanza, dentro de las innegables diferencias, entre los recorridos del Tour y los de nuestra carrera nacional. Parece que, por una vez, nuestra carrera nacional, históricamente a la zaga de las otras dos Grandes Vueltas, es el modelo a seguir por la Grande Boucle.

Drástico descenso en los kilómetros contrarreloj

En primer lugar, uno de los grandes cambios consiste en la progresiva reducción de los kilómetros de contrarreloj individual. En 2007, hubo en total 117 kilómetros de lucha contra el tiempo, repartidos en dos contrarrelojes largas de más de 50 kilómetros y un prólogo. En 2008, esta cifra se redujo sensiblemente, hasta 82 kilómetros, quedándose por debajo de los 100 kilómetros, algo anormal no hace tanto tiempo en la carrera francesa. La cantidad se siguió reduciendo en 2009, contabilizándose 56 kilómetros contrarreloj en aquella edición, menos de la mitad que en 2007. A pesar de un ligerísimo repunte en 2010 (59 kilómetros contrarreloj), en 2011 se marcó un nuevo récord histórico negativo, con una única contrarreloj larga en toda la edición, de apenas 42,5 kilómetros de distancia.

Sorprendentemente, el recorrido del Tour 2012 parecía el punto de inflexión en esta evolución. Se incrementaron casi en 60 los kilómetros contrarreloj, hasta llegar a un total de 101,5 kilómetros. Se recuperó, tras 4 ediciones, el esquema de prólogo más dos contrarrelojes largas abandonado después del Tour 2007. Sin embargo, esta inversión de la tendencia no duró más que un año. El recorrido de 2013 volvió a experimentar una reducción importante en la cantidad de kilómetros de lucha individual contra el reloj, contabilizando 65 kilómetros. Además, una de las dos contrarrelojes, de 32 kilómetros, era montañosa, por lo que los kilómetros de contrarreloj individual llana, para especialistas puros, eran únicamente 33. Aunque en 2014 la cifra ascendió a 54 kilómetros, el recorrido de este Tour 2015 ha pulverizado el récord negativo de kilómetros contrarreloj en el Tour desde que existe esta disciplina, quedándose en los ínfimos 13,8 kilómetros de la etapa inicial en Utrecht.

Cambios también en las etapas de montaña

Además de esta drástica reducción del protagonismo de las contrarrelojes individuales, otra de las grandes variaciones en el modelo clásico de recorrido del Tour de Francia ha sido el cambio de filosofía en el diseño de los bloques de etapas de alta montaña. Durante los siete primeros años del siglo XXI (2001-2007), la media de etapas por edición que finalizaban en la cima de un puerto de entidad fue de 3,7. Esta edición 2015, por el contrario, cuenta con hasta seis finales en alto (La-Pierre-Saint-Martin, Plateau-de-Beille, Mende, Pra Loup, La Toussuire y Alpe-d´Huez), más los dos finales en repecho ya superados (Mur d´Huy y Mûr-de-Bretagne).

En el otro lado de la balanza, frente a este aumento del número de finales en alto, los recorridos del Tour han ido abandonando durante los últimos años los maratones de alta montaña tan clásicos en los Alpes y en los Pirineos, etapones de más de 200 kilómetros y con varios puertos de entidad encadenados. En esta edición, ninguna etapa de alta montaña alcanza siquiera esa cifra de 200 kilómetros, mientras que la media de kilometraje de las siete etapas consideradas por la organización de alta montaña es de 163,7 kilómetros, frente a los 189 kilómetros de media de las seis etapas de alta montaña del Tour de Francia 2007. Además de esta reducción en el kilometraje de las etapas de alta montaña, también destaca el hecho de que en ninguna jornada de alta montaña de esta edición se superan dos puertos de categoría especial (Hors Categorie), mientras que históricamente siempre ha habido días en los que se han ascendido en la misma etapa colosos como Aubisque y Tourmalet, o Croix-de-Fer, Galibier y Alpe-d´Huez, por citar algunas de las combinaciones más míticas.

El último de los grandes cambios en los recorridos del Tour han sido las modificaciones introducidas en la primera semana de la carrera francesa. Habitualmente compuesta por etapas llanas, en las que los hombres de la general únicamente debían preocuparse por estar bien colocados para no sufrir contratiempos, la primera semana era coto privado de los hombres rápidos. Sin embargo, en los últimos años, la organización ha decidido aderezar esta semana inicial con etapas en las que los hombres de la general deben involucrarse, y pueden abrirse diferencias entre ellos, programando finales en pequeñas cotas y etapas en las que se superan tramos de adoquín propios de las clásicas de primavera, añadiendo algo de emoción e incertidumbre al primer tercio de carrera.

El Tour y la Vuelta, pertenecientes a la misma empresa

Precisamente, el año de inicio de este proceso de evolución, 2008, es el mismo año en el que la empresa organizadora del Tour de Francia, Amaury Sports Organisations (ASO), se convirtió en la máxima accionista de Unipublic, empresa que organiza la Vuelta Ciclista a España. La carrera española ha sido pionera en aplicar estas mismas variaciones que ahora están siendo introducidas en el esquema clásico del Tour. La Vuelta ha conseguido sin duda forjar un modelo con sello propio estos últimos años, y ahora su hermana mayor, la carrera más importante organizada por la empresa de la que es propiedad, sigue su ejemplo. Sin duda es un motivo de orgullo para los organizadores de la gran ronda española, que ven su trabajo reconocido fuera de nuestras fronteras.

Esta evolución experimentada por la ronda gala tiene, al igual que todos los procesos de cambio, tanto partidarios como detractores. En el lado de los apoyos, encontramos argumentos variados. En primer lugar, recorridos como los actuales aseguran emoción y lucha por la general casi todos los días. Se ha señalado siempre como un fallo en la organización del Tour que únicamente fuesen decisivos en la carrera los cuatro días de alta montaña y las dos contrarrelojes largas, y con estas modificaciones se ha conseguido que prácticamente todos los días de la carrera tengan algún aliciente de cara a la general, y sean por tanto más atractivos para los aficionados. Además, los recorridos con menos contrarreloj provocan menos diferencias entre los favoritos, por lo que los primeros de la general suelen llegar a las jornadas finales en diferencias mínimas, lo que mantiene la incertidumbre y la batalla por la general hasta el último día.

En cambio, sus críticos opinan que, pese a que haya más etapas con influencia en el resultado final, la emoción y diversión generadas por los recorridos de nuevo cuño son de peor calidad. Frente a las etapas épicas de antes, en las que los corredores se atacaban a muchos kilómetros de meta, generando varias horas de carrera interesante, los recorridos actuales fomentan el conservadurismo y los ataques cerca de meta. Esto se explica, según los detractores, porque al no haber contrarrelojes y estar las rampas más duras cerca de la meta, los escaladores pueden esperar al final para obtener una renta que les permita ganar la carrera. Otra razón esgrimida desde el lado de las críticas es el abandono del espíritu heroico que ha hecho grande al ciclismo. Para esta corriente, el espíritu de superación y de lucha hasta la extenuación son los rasgos que han convertido al ciclismo en un deporte admirado, y no se debe humanizar este deporte hasta el extremo de perder la épica.

Sin duda, estos cambios en los recorridos han añadido aspectos positivos, como el dotar de emoción a la habitualmente anodina primera semana. El ciclismo, si quiere competir con otros deportes en la actualidad, debe saber vender su producto y ofrecer diversión al aficionado ocasional, y los recorridos actuales ofrecen este interés en etapas que antes no conseguían enganchar al gran público. Sin embargo, las jornadas que han quedado grabadas en la retina de los aficionados han sido aquellas en las que los ataques lejanos han supuesto un espectáculo inolvidable de varias horas, y desde luego, no se debe abandonar por completo el carácter épico que ha convertido al ciclismo en uno de los deportes más emocionantes del mundo.

DATOS:

Finales en alto por edición:

2001: Alpe-d'Huez, Chamrousse, Ax-3-Domaines, Pla-d’Adet, Luz-Ardiden (5)
2002: La Mongie, Plateau-de-Beille, Mont-Ventoux, Les Deux Alpes, La Plagne (5)
2003: Alpe-d'Huez, Ax-3-Domaines, Luz-Ardiden (3)
2004: La Mongie, Plateau-de-Beille, Alpe-d'Huez (3)
2005: Courchevel, Ax-3-Domaines, Pla-d’Adet, Mende (4)
2006: Pla de Beret, Alpe-d’Huez, La Toussuire (3)
2007: Tignes, Plateau-de-Beille, Col d’Aubisque (3)

Etapas de montaña del Tour de Francia 2007

Bourg-en-Bresse – Le-Grand-Bornand 197 kilómetros
Le-Grand-Bornand – Tignes 165 kilómetros
Val d’Isère – Briançon 161 kilómetros
Mazamet – Plateau-de-Beille 197 kilómetros
Foix – Loudenvielle-Le Louron 196 kilómetros
Orthez – Gourette-Col d´Aubisque 218 kilómetros