Más vale tarde que nunca, reza el refrán. Pero en ocasiones, no es suficiente. El movimiento tardó en llegar, hasta la última etapa, y eso no bastó para desbancar al rey de la sabana del trono del ciclismo mundial. Un cóndor vestido de blanco abrió sus alas y echó a volar a 9 kilómetros para meta con la ayuda de un águila imperial, Alejandro Valverde, y un halcón, Winner Anacona, en busca de tornar ese blanco en amarillo. Nairo Quintana planeó sobre el primer puesto de la general, sobre su primer Tour de Francia, pero no logró aterrizar sobre él a tiempo. Froome mantuvo el tipo y no se puso nervioso, sabedor de que su ventaja era suficiente como para aguantar el duro envite que le proponía el colombiano.

Por otro lado, Alejandro Valverde tuvo la suerte de su lado, además de haber completado una gran etapa. Un pinchazo de Vincenzo Nibali justo antes de iniciar Alpe D'Huez le permitió afrontar la subida con relativa calma, ayudando a su líder y certificando el podio. Alberto Contador pagó el esfuerzo de estas tres semanas, prácticamente encadenado al del Giro y no pudo plantar batalla en busca del tercer puesto en París.

Sin previo aviso

Desde el primer momento, desde el banderazo de salida, había un ambiente especial en el aire. No era el fresco oxígeno que se respira en los Alpes, sin contaminación y totalmente natural, rodeado de vegetación y fauna propia de la zona. Al contrario, el clima que había en el pelotón era bélico. Todos sabían que se iba a producir la última batalla, la definitiva, en la que podía habría vencedores y vencidos, en la que habría héroes y villanos.

Movistar sabía que era su día. El momento elegido era ese. Ya lo había dicho Nairo Quintana: "Alpe D'Huez es una subida que me gusta mucho". El que avisa no es traidor, pensaron en el conjunto telefónico que recopiló todas las críticas por su conservadurismo estas últimas jornadas, las introdujo en una batidora junto a rabia, ambición y el sueño del amarillo, para producir una pócima mágica. Este brebaje era el licor de la guerra, el que Ares daba a sus secuaces en la época griega, el que Marte suministraba a los centuriones, el que Hitler proporcionó a su ejército para llevar a cabo la Blitzkrieg.

Foto: Movistar Team

Alejandro Valverde y Nairo Quintana decidieron tomar dos raciones de esta bebida y rápidamente surgió efecto en el murciano, que atacó en la Croix de Fer. Sky y Froome, atónitos ante algo que quizá podían esperarse, trataron de reaccionar. Quemaron y quemaron efectivos, dejando al líder solo con Richie Porte. Y entonces, el colombiano también sintió las consecuencias de ese líquido y atacó, en busca de su compañero, con el que formaron una pareja que llegó a coronar el puerto, dejando en solitario al anglokeniano, ya que Porte cedió. Los enanos le crecían a Froome, que vio a Nibali atacar también, si bien es cierto que no le dejó hacer hueco: tiene miedo a la soledad y no quería comenzar a experimentarla desde tan pronto.

Vuelta a empezar en la bajada

Todo se agrupó en el descenso, en el que la bandera blanca, o tal vez el maillot de Nairo, ondeó para firmar la tregua. Pero era una tregua camuflada, ya que el colombiano mandó por delante a uno de sus más fieles escuderos, Winner Anacona, por delante. Se fue en un grupo interesante que trataba de perseguir un Alexander Geniez (FDJ) ambicioso, que soñaba con deslizarse entre una marea de gente por las 21 curvas que mayor gloria proporcionan en toda Francia. Thibaut Pinot era uno de los que acompañaban al colombiano, compartiendo el deseo de su compañero y compatriota, algo que solo uno de los dos podría llevar a cabo.

Tras kilómetros y kilómetros de falsa bajada, ya que intercalaba pequeños repechos que minaba aun más la resistencia de las tropas telefónicas y del Sky. Bourg-D'Oisans supuso el pitido inicial del partido, la primera bala de la gran batalla que estaba por llegar. El pueblo galo, a los pies del majestuoso coloso que domina desde la altura y con su caché todo el valle de Ródano-Alpes, en el departamento de Isère, fue el punto de inicio de la gran ofensiva hispano-colombiana. El destino, dulce y cruel a partes iguales, no le permitió a Vincenzo Nibali asistir a este acontecimiento en primera persona, ya que un pinchazo a la salida de la localidad le hizo perder contacto con el grupo de los mejores.

La muralla británica cae por insistencia

Sabían que la defensa británica era dura y resistente, como lo fueron los acantilados de Dover en la II Guerra Mundial. Por ello, en el primer ataque no habían caído y, en el segundo, probablemente tampoco lo haría. Habría que ser persistentes, tenaces, incansables. Hasta en tres ocasiones demarró Nairo Quintana, logrando estirar el grupo, que poco a poco perdía efectivos.

Echó un ojo atrás y vio a su última bala, la más efectiva, la más letal. Y la utilizó. Alejandro Valverde atacó con fuerza, como un obús, y el Sky le dejó hacer camino. La situación era ideal para el hachazo final de Quintana, que tendría una escalonada ascensión hacia el amarillo: primero Valverde, luego Anacona y el final, como en los conciertos de los mejores tenores, un solo a capella.

La ofensiva definitiva

Allá fue. Decidido, sin mirar atrás y con varias aceleraciones consecutivas. El Sky se quedó sin capacidad de reacción, pero Froome estaba acompañado de dos de sus hombres: Poels y Porte. Voló el colombiano, mutándose en cóndor, para alcanzar a Valverde. El murciano hizo su trabajo, tiró de su compañero hasta que no dio más y le dejó unos minutos de protagonismo hasta que alcanzara a Anacona. Por otro lado el murciano, que había visto ceder a Contador y el percance de Nibali, se colocó a rueda de Froome saboreando el tan ansiado y esperado podio.

La dupla colombiana hacía camino con un Anacona espectacular, tirando de fuerzas que ni él mismo sabía que tenía para conducir a su líder. La diferencia comenzaba a crecer y rondaba el minuto: el sueño era posible. A falta de 5 kilómetros comenzó el solo de Quintana después de que su compatriota diese hasta el último gramo de fuerza de su ser. Alcanzó a Hesjedal, también escapado, y se disponía a ir a por Pinot, que soñaba con ganar en Alpe D'Huez tras alcanzar y rebasar a Geniez.

El sueño se desvanece

Froome, impasible, miraba el potenciómetro. Estaba todo calculado, la tensión no se apoderó de él. Los dos últimos kilómetros podía hacerlos a tope y salvar el Tour. Nairo apuró hasta su última opción, pero no logró ni cazar la etapa, que se llevó un Pinot enrabietado, ni tampoco el Tour, que libró el británico por 1:12. El que sí logró su objetivo fue Valverde, inundado en lágrimas tras cruzar la línea de meta: había alcanzado el tan ansiado cajón de París.

Quizá demasiado tarde, o quizá puede ser que la losa a levantar fuese excesivamente pesada. Movistar y Quintana lo intentaron con mucho ahínco en la última jornada, con una gran táctica de carrera que no se pareció en nada a lo visto hasta el momento. Los abanicos camino de Zelande y la exhibición de Froome en La-Pierre-de-Saint-Martin fueron decisivos pese a quel colombiano demostró haber llegado mejor que nadie a la última semana. De nuevo, como en 2013, el británico vestirá el amarillo y a la derecha tendrá a Nairo. A su izquierda, como hace dos años, estará un español: Valverde ocupa la plaza que aquel día tenía el sello de Joaquim Rodríguez.

Así fue la espectacular ascensión a Alpe D'Huez

Clasificaciones