Años y años de cosecha. Más tarde llega el duro trabajo de la vendimia. Se pisa la uva, fermenta y ¡eureka! Tenemos vino. Pero los paladares más exquisitos, los más exigentes, no se conforman con cualquier vino, con cual sabor, con cualquier denominación de origen. Desean el mejor vino del mundo y para ello se necesita tiempo, para que repose. Por ello, el vino añejo es el más caro y, por lo tanto, el mejor.

Alejandro Valverde (Movistar) es como el buen vino: mejora con los años. Su 2015 está siendo de gran nivel, y esta es una prueba irrefutable de que está en un gran estado de forma. Este Tour de Francia se presentaba como aquel en el que el murciano menos ocasión tendría de brillar en la general. Se presentaba en él como principal lugarteniente de Nairo Quintana, gran apuesta de Movistar para el maillot amarillo, y su objetivo sería ganar alguna etapa.

En los Pirineos se mantuvo con los mejores de la general, en los puestos punteros, y poco a poco fue escalando posiciones hasta que en la primera jornada alpina, camino de Pra Loup, subió hasta el tercer escalón del podio. Más conservador que en otras ocasiones, tratando de gastar menos que en otras ocasiones y siendo más inteligente tácticamente. Trabajó para Nairo y conservó su plaza, redondeó un Tour y logró al fin su sueño.

Una historia de desencuentros

Siempre ha sido esta una batalla en la que Valverde salía derrotado. Sus condiciones nunca fueron las de un vueltómano, las de un potencial ganador de Tour, pese a que en sus inicios se oía que podría llevar de nuevo la bandera de España a lo más alto del podio de París. Poco a poco se fue descubriendo como un grandioso ciclista de carreras de un día, especialmente gracias a su capacidad de aceleración en finales en pendiente. Pero, pese a todo, el seguía soñando solo con un lugar: los Campos Elíseos.

Valverde en su primera victoria en el Tour, Courchevel. Foto : El País

Valverde siempre ha querido al Tour, pero el Tour no ha querido a Valverde

Valverde siempre ha querido el Tour, pero el Tour no ha querido a Valverde. Así ha sido esta historia de desamor entre el murciano y la ronda francesa que, en las películas americanas, ha acabado bien, con el héroe encumbrado, logrando ese objetivo que tanto tiempo llevaba persiguiendo. "Es algo que he soñado toda la vida y que al final he podido conseguir después de mucho sufrimiento", reveló tras la etapa de Alpe D'Huez, entre lágrimas. Esa frase resume a la perfección su fijación con la Grande Boucle y los esfuerzos que ha empleado para llegar a hacer ese deseo realidad.

El Tour, cruel con Valverde

Y es que la ronda francesa ha sido muy cruel con Valverde. En 2005 consiguió hacer hincar la rodilla al imbatible Lance Armstrong en Courchevel, pero unas molestias en la rodilla camino de Montpellier en la decimotercera etapa le impidieron seguir pedaleando y pelear por el ansiado podio, en aquellos años en los que parecía más un corredor para este tipo de pruebas que para las clásicas. Estaba en la quinta plaza, a solo 42 segundos del tercer puesto que ocupaba Christophe Moreau. Un año después, el abandono llegó antes, en la tercera etapa que finalizaba en Valkenburg, debido a una caída que le dejó fuera de combate.

En 2007 por fin llegó a París, al tercer intento. Finalizó en quinta posición en aquel Tour, el primero de Alberto Contador, pero a más de 11 minutos del podio. Al año siguiente fue octavo, ganando una etapa en Plumelec y no regresó hasta 2012, cuando fue vigésimo pero se hizo con el triunfo en Peyragudes.

En 2013, compartiendo equipo con Nairo Quintana, unos abanicos le privaron de pelear por el podio y acabó en octava posición. El año pasado, ocupando la segunda plaza durante gran parte de la Grande Boucle, desfalleció en la contrarreloj final acabando cuarto, cediendo las plazas de podio en favor de los galos Jean Christophe Peraud y Thibaut Pinot.

Por ello, este podio le sabe "a gloria" al murciano. Tras años y años de desencuentros con la ronda francesa, después de muchísimas horas de sufrimiento, ha alcanzado su cénit particular en tierras galas. Cuando menos probable parecía, con los cuatro fantásticos en pugna por el amarillo dejando al resto las sobras, el de Las Lumbreras emergió para alzarse con la tercera plaza. Y es que Valverde está demostrando ser un vino de denominación de origen: con los años mejora, es un verdadero añejo.