A finales del Siglo XVIII, Francia era un país que vivía en constate agitación. La Revolución Francesa, diez años de revueltas, violencia y cambios políticos acababa con un golpe de estado, el conocido como el Golpe de Estado del 18 de Brumario por el cual, un general republicano llamado Napoleón Bonaparte accedía al poder en 1799. Primero como cónsul hasta proclamarse, cuatro años después, Emperador. Un título que otorga mucho poder, demasiado en ocasiones.

Los emperadores son todopoderosos, tienen el poder de cambiar el mundo, de provocar cambios drásticos con un leve movimiento de su dedo y así, este poder se confirmó en Napoleón, uno de los mayores tiranos de la historia. Su expansión en Europa fue tremenda en sus escasos quince años de poder. Arrasó el continente haciendo del Imperio Francés, el más poderoso del momento. Al final, la alianza de diferentes países europeos desembocó en la decadencia y caída del Imperior Napoleónico con el dictador francés exiliado y, posteriormente muerto, en la isla de Santa Elena.

Paralelismos, dos siglos después

El Tour 2012 sirvió para comprobar el potencial de Froome sobre el de Wiggins

Dos siglos después, la historia se repite. Con diferencias, claro está, pero la analogía entre el gobierno de Napoleón y las victorias de Chris Froome está bien traída. Al igual que Napoleón, un golpe de estado convirtió a Chris Froome en emperador. Fue en el Tour de Francia 2012 cuando llegó el particular golpe de estado del británico. En pleno momento de ebullición del reinado de Bradley Wiggins, su compañero y fiel gregario mostró unas sensacionales condiciones, algo que se dejó entrever en la Vuelta a España 2011, cuando el general se convirtió en emperador por unos días.

Siguiendo con el Tour del 2012, Froome superó en sensaciones y fuerza a su líder, a su general, a su emperador. El poder de Wiggins menguaba pese a su victoria en la general y Froome, en alguna llegada, ejerció su superioridad sin llegar a cuestionar, de frente, la figura de su líder. Pero todo iba a cambiar. El emperador Wiggins era de mentalidad y carácter inestable y, visto lo visto, el Senado, compuesto por la cúpula del Team Sky, hizo cambios. Bradley Wiggins, pese a haber ganado el Tour de Francia ese mismo año, iba a ser relevado de sus servicios como emperador, un título que heredaba Froome.

Froome, nombrado emperador

Así pues, Froome se ganó a pulso el título de todopoderoso. Con una superioridad inusitada, el emperador británico, de origen keniata, apabulló a sus rivales en el camino hacia el Tour para conseguir un amarillo sin contestación, sin oposición. 2013 fue su año. Pero desde ahí, no volvió a ser el mismo. Malas sensaciones, mala forma, mala suerte, caídas... muchas factores le impidieron triunfar en un Tour de Francia 2014 para el olvido. Eso sí, en territorio hispano, a finales de temporada, acabó segundo en la Vuelta dejando sensaciones de recuperación. El conocido potenciómetro parecía haberle dado mayor confianza en sí mismo, una confianza que parecía perdida. 

A base de talonario, el ejército de Sky se convirtió en el mejor del mundo

Las mejoras tecnológicas del ejército liderado por el emperador Froome supusieron un paso adelante. A base de talonario, fue conformando un equipo con soldados estrella, procedentes de los mejores ejércitos del mundo. La supremacía económica del ejército Sky permitió rodear a su líder con una guardia de cinco estrellas, la envidia de Europa, aunque el que tenía que rematar era el emperador.

Ganando batallas pero sin arrasar

La temporada arrancó bien, con triunfo en la batalla de la Vuelta a Andalucía, demostrando cierta superioridad sobre Alberto Contador, uno de los líderes contrarios a Froome. Pese a que su rival golpeó primero, la respuesta británica acabó con victoria. Poco a poco, las batallas se fueron sucediendo en busca del punto álgido de la guerra, acordado en el mes de julio. Malas noticias. El emperador Froome y su ejército tuvieron una mala experiencia en tierras catalanas, donde no fueron capaces de hacer frente a sus rivales. Las suspicacias llegaron y medio pelotón se frotaba las manos, en especial, líderes como Alberto Contador o Nairo Quintana, que mostraban mejor punto de forma. 

Pero todo cambio en las cercanías de la gran batalla final. Buen nivel en la batalla de Romandia, rematado con la victoria, superior y convincente, en el Critérium du Dauphiné. Triunfo para avisar y para no parar hasta el Tour de Francia.

Los cuatro factores todopoderosos

Llegó el gran día. Restaban 21 días de batalla, de dura batalla. La resolución de la guerra se acercaba y el emperador Froome puso en marcha todos sus mecanismos. Al igual que Napoleón Bonaparte, ideas como al exactitud, velocidad, simplicidad y carácter fueron los principios básicos, aquellos en los que se cimentó el triunfo final.

Exactitud y maniatismo

Desde el inicio, Froome y Sky impusieron su ley

Partió rodeado por un ejército cuya potencia tecnológica y humana era muy superior a la de sus rivales, esto es la guerra y nunca se sabe lo que puede pasar. Puede haber sorpresas, puede haber desgracias, puede haber mala suerte... Pero el emperador Froome decidió no dejar nada al antojo de la suerte o el destino. Quiso amarrar hasta el último detalle para evitar sorpresas. Con exactitud y maniatismo, al igual que Napoleón Bonaparte, Froome quiso controlar todo en todo momento. La obsesión por el detalle. Todopoderoso. Ya el primer día fue el mejor entre los emperadores asestando un buen golpe a la guerra. Y no dejó ni un detalle suelto hasta el final del Tour.

La velocidad, individual y colectiva

La velocidad, análoga a Napoléon en sus batallas, también fue otro de los factores clave para la consecución de la segunda victoria en esta guerra llamada Tour de Francia. Ya en la primera semana, el equipo Sky fue superior en este sentido. Con Stannard y Rowe como exploradores a bordo de sus potentes caballos, el norte de Francia fue explorado con habilidad y éxito por parte el ejército de Sky.

Exactitud, velocidad, simplicidad y carácter, los cimientos de la victoria

La campaña del norte fue de total éxito para el emperador Froome. Ni los abanicos, ni la lluvia, ni el pavé ni las llegadas en muro fueron suficientes para derrocarle. Es más, salió victorioso y con una buena renta de esa primera campaña. Ganando pequeñas escaramuzas, el británico fue distanciando a sus rivales hasta el punto de llegar líder a la jornada de descanso con 36 segundos sobre Contador, 1:48 sobre Nibali y 1:56 sobre Quintana.

La velocidad continuó en el resto de la carrera, con su ejército dominando con potencia el pelotón, sin dejar ni un detalle suelto, sin dar opción a sus rivales. Una velocidad que, vatio a vatio, le hizo imponerse con autoridad en La Pierre-Saint-Martin y que le ha permitido llegar hasta París vestido de amarillo y sin mostrar grandes fisuras.

Autoridad y carácter

Hablando de eso, de autoridad, el emperador Froome, al igual que Napoleón Bonaparte, usaba el carácter como una de las bases de su éxito. Ese carácter de campeón, de ganador, que le ha permitido mejorar en el terreno que peor se le daba, como el pavé o las bajadas, y que le hizo atacar muy lejos en la primera jornada de alta montaña. Amarillo con diferencia, no ha relajado ese carácter que tiene. Incluso ha arriesgado más de la cuenta a la hora de cerrar huecos con rivales por su cuenta o a la hora de no dejar marchar a ningún rival, por muy lejos que estuviera. Carácter de ganador.

Froome estuvo más dubitativo en los Alpes que en los Pirineos

Un carácter que ha sido puesto en duda en los Alpes, tras unos Pirineos en los que Froome y el conjunto Sky no tuvieron oposición. Dominaron a su antojo. Pero los Alpes fueron distintos. El equipo Sky fue puesto en jaque y respondió a las mil maravillas. El carácter fue transferido del emperador Froome a sus soldados. Así, a base de coraje, sus soldados le han ayudado a no rendirse y a sacar fuerzas de flaqueza cuando peor estaba la cosa, en las dos últimos jornadas de montaña con final en La Toussuire y Alpe d'Huez.

Otro de esos factores que hablamos, característicos de Napoleón y del protagonista del reportaje, es la simplicidad. La simplicidad no siempre es mala. Una simplicidad táctica aplicada por Nicolas Portal y que, a la postre, le ha reportado el éxito. La estrategia del ejército de Sky ha sido clara: tirar fuerte, con potencia, sin dejar margen a las contraofensivas. Con todos los soldados ordenados, sabedores de su papel y de sus límites, los Stanard, Rowe, Roche, Kenanugh, Poels, Konig, Porte y Thomas iban desgastando sus fuerzas en favor de la estrategia del equipo. Tirar fuerte, sin mayores alardes tácticos. La simplicidad que lleva al éxito.

Así pues, con estos cuatro caracteres se ha coronado Froome como bicampeón de esta guerra llamada Tour de Francia. Su llegada fue napoleónica, al igual que sus victorias. De momento, su legado es asombroso y se está ganando un hueco entre los más grandes. Dos veces de amarillo, así luce el emperador Chris Froome II, el todopoderoso, dueño y señor de la Galia