Tres años de guerra y todo un país quedó devastado. Tanto material como psicológicamente. Por lo tanto, había que pasar página y volver a tratar de recuperar la normalidad instaurada antes de la Guerra Civil. La Vuelta Internacional a España era una manera y en 1941 se recuperó pero, eso sí, sin el apoyo de los dos grandes fabricantes de bicicletas del país, Orbea y BH. Apenas había estructuras, solo los dos equipos de fútbol de Barcelona, el Espanyol y el FC Barcelona, prestaron sus colores para distinguir a sus ciclistas. El resto vistieron un maillot gris con el lema ‘Educación y Descanso’ y, para justificar el apelativo de internacional, cuatro ciclistas suizos se presentaron en la línea de salida, para recorrer más de 4000 kilómetros que les llevarían, un mes después a Madrid.

La primera semana fue durísima, atravesando tierras andaluzas, en las que el calor hizo mella en un pelotón ya de por sí pequeño. Tras el paso por la región del sur de España, la Vuelta contaba con solo 19 supervivientes. Entre ellos había un gallego, hábil y rápido, inteligente y fuerte, todoterreno: su nombre era Delio Rodríguez y esta era su primera Vuelta.

El gallego llegó a la ronda española como el mejor de los cinco hermanos Rodríguez, que rompieron con la pobre racha gallega en cuanto a sacar ciclistas de nivel se refería. Estos cinco hombres, de la localidad pontevedresa de Ponteareas, cambiaron esa percepción, si bien es cierto que tuvieron la mala suerte de coincidir con la época más aislacionista del régimen franquista y apenas pudieron brillar fuera de las fronteras españolas.

Aun así, en esta Vuelta, Delio dejó multitud de destellos, en concreto doce. Esta carrera fue la de la austeridad, ya que las raciones de comida que recibían los ciclistas españoles eran escasas. Totalmente contraria era la situación de los cuatro suizos que habían tomado la salida, que saciaban su hambre con creces al final de cada etapa. Incluso uno de ellos tuvo que retirarse a causa de un empacho. Pese a ello, no pudieron hacer frente a la casta de los españoles y no pudieron superar a un Delio Rodríguez fugaz en las llegadas.

Desde el segundo día, el gallego demostró todo su potencial en las carreteras españolas. Se colocó de líder en la segunda etapa, ganada por Antonio Montes en Cáceres, y al día siguiente estrenaría su palmarés de triunfo tras 270 kilómetros entre la ciudad extremeña y Sevilla. En la cuarta jornada perdió su liderato, en favor del cántabro Fermín Trueba, y ya no lo recuperaría más. Pero, en su lugar, al igual que el suizo que se retiró por un empacho, Delio se dio su particular atracón de victorias parciales.

Almería y Murcia fueron sus dos siguientes conquistas, en la quinta y sexta etapa, respectivamente. Mientras la carrera ascendía por el Mediterráneo con dirección Cataluña, Delio urdía cómo iba a ser su siguiente triunfo. En la etapa más larga, entre Barcelona y Zaragoza, volvió a aparecer en escena. Tras 306 kilómetros de recorrido, gran parte de ellos por el abrasador desierto de los Monegros, el de Ponteareas guardó las suficientes fuerzas para volver a ganar… en esa jornada y en las dos siguientes, con meta en Logroño y San Sebastián. Se habían disputado 12 etapas de la Vuelta y la mitad de ellas, seis, llevaban escrito el nombre de Delio Rodríguez.

El gallego fue a más con el paso de los días y en Asturias se inició su traca final, que le daría otros seis triunfos parciales. Gijón presenció la séptima victoria del pontevedrés y al día siguiente llegó su jornada grande. La etapa estaba dividida en dos sectores en los que también se impuso. En la contrarreloj matinal, entre Gijón y Oviedo, se llevó el triunfo mientras que el madrileño Julián Berrendero arrebató el liderato a Trueba para no devolverse nunca más. Por la tarde, en la etapa entre la ciudad ovetense y Luarca, Delio volvió a ser el más rápido.

Delio Rodríguez recibido por sus paisanos en Ponteareas. Foto: Diario AS

La carrera prosiguió con su camino hacia el oeste y entró en los dominios de Rodríguez: Galicia. En su tierra, ante su gente y por las carreteras que él tan bien conocía, no dejó escapar ni un solo triunfo. La Coruña, Vigo y Verín fueron meros espectadores de la soberbia exhibición del pontevedrés, que emprendió el viaje a Valladolid con 12 triunfos de etapa en el zurrón y solo una quincena más de ciclistas en el pelotón. Tanto en la capital castellana como en la última jornada, en Madrid, la victoria se le escapó y dejó el récord de triunfos en una misma edición de la Vuelta en 12. Esta marca perduraría 36 años, hasta que el belga Freddy Maertens en 1977 logró una más, 13.

Autoritaria victoria

Si en 1941 Delio Rodríguez logró esta marca particular de 12 triunfos de etapa en la Vuelta, cuatro años después lograría ganar la ronda española, espinita que tenía clavada desde aquel año. Y lo hizo con autoridad, sin dejar que nadie le hiciera sombra. Su control absoluto sobre la carrera se plasmó desde el inicio de la misma. En la segunda etapa entre Salamanca y Cáceres, el gallego se llevó la victoria y se vistió de líder. Los pinchazos sufridos por hombres peligrosos para la general como Berrendero, Trueba o el portugués Joao Rebelo en esta etapa favorecieron a Rodríguez.

El gallego estaba acompañado de otro ciclista, pero a falta de 30 kilómetros tiró de potencia y lo dejó atrás fundido, volando hacia Cáceres. La carrera estaba prácticamente decidida: había logrado una ventaja de media hora sobre el resto de sus principales rivales. Los equipos ciclistas estaban en pañales en aquella época y el que tenía una estructura más similar al concepto que hay actualmente era el Galindo, al que pertenecía Delio. Además, uno de sus compañeros de equipo era Berrendero, que respetó en cierta medida los intereses del grupo que, al final, le acabarían dando réditos económicos.

Fue una Vuelta cómoda para Delio Rodríguez, en la que pocos se atrevieron a ponerle contra las cuerdas y, la mayor parte de los que lo intentaron no lo lograron. La ventaja adquirida en la segunda etapa era suficientemente grande como para vivir una carrera relativamente plácida. Aun así, el gen ganador del pontevedrés salió a relucir cada vez que había un resquicio de éxito.

Además de la de Cáceres, el gallego se llevó otros cinco triunfos de etapa. Valencia y Tortosa fueron dos victorias consecutivas antes de viajar hacia el Cantábrico, región en la que se sentía más cómodo. Allí ganó en Santander y en Gijón, ciudad con la que tenía un cierto idilio. Cerró el círculo de triunfos en Valladolid, en la penúltima etapa que le sirvió para comenzar a saborear una victoria que jamás peligró tras 18 días vestido de líder.