Giro de Italia, Tour de Francia, Vuelta a España, Campeonatos del Mundo… A lo largo de la temporada, las cuatro grandes citas con el mundo del ciclismo acaparan la atención no sólo de todos los medios de comunicación, sino también incluso de los propios ciclistas, conscientes de que un triunfo en alguna de estas carreras deja escrito tu nombre para la eternidad en la historia de este deporte. Sin embargo, en cada temporada se disputan una serie de carreras que siempre son esperadas por los aficionados a la bicicleta, que encuentran en ellas una mezcla de espectáculo, emoción y diversión que les lleva a desplazarse hasta el lugar de la prueba o a buscar de manera insistente cualquier forma de seguir el evento en directo.

Este grupo de carreras no es otro que las Clásicas. Carreras que se disputan en una única jornada y donde los ciclistas tienen que soportar, en la mayoría de las ocasiones, condiciones climatológicas adversas o un terreno devastador para sus piernas, lo que confiere a estas pruebas un alto grado de emoción, pues los participantes desarrollan durante la misma ciclismo en estado puro y al máximo nivel, demostrando la dureza de un deporte en el que las piernas y la cabeza deben estar perfectas para soportar las adversidades y ganar una de estas prestigiosas carreras.

Los primeros 'monumentos' y el territorio belga

El 22 de marzo llegó la primera Clásica de la temporada, una de las pruebas ciclistas más antiguas y que es el primero de los cinco ‘monumentos’ que se disputan durante el año ciclista: la Milán-San Remo. Después de 293 kilómetros de carrera, la victoria se decidió al sprint, y los mejores velocistas pelearon por cruzar la línea de meta en primera posición. Finalmente, el alemán John Degenkolb superó al noruego Alexander Kristoff y consiguió su primer gran triunfo de la temporada, confirmándose como un de los mejores sprinters del pelotón internacional.

John Degenkolb se impone en la Milán-San Remo 2015.
Foto: zimbio.com

Pero si hay un territorio característico de las Clásicas, ese es Bélgica. Este país europeo no sólo cuenta con una gran tradición ciclista y una excelente nómina de corredores en el pelotón, sino que en sus fronteras se disputan buena parte de estas Clásicas, algunas de las cuales pertenecen al grupo de carreras más importante de la temporada. Tras la Milán-San Remo, el país belga acoge tres Clásicas consecutivas, comenzando por E3 Harelbeke. Esta carrera, de 215 kilómetros, se caracteriza por un recorrido donde los ciclistas tienen que atravesar 17 cotas y seis tramos de adoquines, lo que confiere una dureza especial a la prueba. Este año, el vencedor fue el británico Geraint Thomas, que cruzó la línea de meta en solitario tras realizar un ataque a falta de cuatro kilómetros para el final.

Sin tiempo para recuperarse, dos días después, el 29 de marzo, se disputó la Gante-Wevelgem, una carrera de 239 kilómetros. No sólo la distancia conformó la dureza de esta prueba, pues los ciclistas tuvieron que afrontar nueve subidas y, sobre todo, unas condiciones climatológicas muy complicadas, con la lluvia y el viento como principales protagonistas. Tanto es así que, de 200 ciclistas que comenzaron la carrera, sólo 39 lograron cruzar la línea de meta, lo que demuestra la gran exigencia física de esta tercera Clásica de la temporada. El vencedor fue el italiano Luca Paolini, que cruzó la línea de meta en solitario tras un ataque en los últimos kilómetros.

La tercera de estas tres Clásicas consecutivas en territorio belga fue el Tour de Flandes, el segundo ‘monumento’ ciclista de la temporada. 264,2 kilómetros con 19 muros y seis tramos de pavés protagonizaron la edición de 2015, donde el noruego Alexander Kristoff consiguió la victoria tras superar en el sprint al holandés Niki Terpstra. Justo antes de este Tour de Flandes, Bélgica acogió también el De Panne Tour, una carrera de cuatro etapas, la única de este estilo enmarcada en el grupo de ‘Clásicas’. En ella, el vencedor absoluto fue el noruego Alexander Kristoff, que se hizo con las tres primeras etapas y la general final, confirmándose también como uno de los mejores velocistas del mundo y protagonizando un espectacular inicio de temporada.

Alexander Kristoff celebra su triunfo en el Tour de Flandes 2015.
Foto: zimbio.com

'El Infierno del Norte" y las Ardenas

Pero si todas las Clásicas son duras, la siguiente prueba que se disputó es la Paris-Roubaix, apodada ‘El Infierno del Norte’. Solamente este sobrenombre ya permite hacerse una idea de la exigencia extrema de la carrera. 253,9 kilómetros con 27 sectores de adoquines que elevan la dureza de una de las pruebas más antiguas del calendario, si bien esta vez la meteorología ayudó a los corredores y la lluvia no hizo acto de presencia, impidiendo ver las típicas imágenes de los ciclistas cubiertos de barro. Al igual que sucediera en la Milán-San Remo, John Degenkolb fue el más rápido en la llegada masiva, conquistando así su segundo ‘monumento’ de la temporada.

Pero la temporada de ‘Clásicas’ aún no había terminado, y tras la ‘Clásica de las Clásicas’, llegó el Tríptico de las Ardenas. Esta región de Bélgica acogió tres carreras en siete días, un espectáculo que sólo se vive una vez cada temporada. La Amstel Gold Race fue la primera de estas tres pruebas, y el polaco Michal Kwiatkowski consiguió la victoria, superando en la línea de meta a Alejandro Valverde. Tres días después, llegó el turno de la Flecha Valona. En esta prueba sí llegó el triunfo del ciclista murciano, que en el muro de Huy superó a sus rivales y se apuntó por tercera vez (segunda consecutiva) esta ‘Clásica. Cuatro días después, en la Lieja-Bastoña-Lieja, el ciclista español volvió a demostrar su idilio con tierras belgas y sumó la victoria, confirmando su capacidad para triunfar en este tipo de carreras.

Viaje a Italia y vuelta a su hábitat natural

La temporada de ‘Clásicas’ viajó después a Italia para celebrar una de las pruebas más bonitas del año, la Strade Bianche. Tras 200 kilómetros, en los que además de rodar por carretera los ciclistas tenían que pasar por caminos sin asfaltar, el checo Zdenek Stybar consiguió la victoria, con Alejandro Valverde en la tercera posición.

Durante estos meses de marzo y abril también se disputaron otras ‘Clásicas’ quizá más desconocidas para el gran público, pero que tienen una larga tradición ciclista. La primera de ellas fue la Dwars door Vlaanderen, otra de esas ‘Clásicas’ tan duras que se disputan en Bélgica y cuyo ganador fue el ciclista belga Jelle Wallays. Otras de estas carreras fue la Flecha Brabanzona, también disputada en Bélgica y que tuvo como ganador al local Ben Hermans. Por último, la Scheldeprijs, en el mismo territorio que las anteriores pero que en su caso no tuvo un vencedor belga, sino el noruego Alexander Kristoff.

Los meses de marzo y abril en el calendario ciclista no sirven sólo de preparación para el Giro de Italia o el Tour de Francia, sino que se disputan algunas de las carreras más prestigiosas de la temporada y donde el espectáculo está asegurado, con los corredores ofreciendo su máximo nivel para sobreponerse a la dureza y la exigencia de estas pruebas, que se concentran principalmente en Bélgica. En 2015, la emoción fue la gran protagonista, deparando grandes carreras para los ciclistas y para los aficionados.