Alexander Kristoff empezó a hacerse notar tras un bronce en los Juegos Olímpicos de Londres, cuando llegó el primero del grupo del que saltaron, en las abarrotadas calles de la capital de Inglaterra, Vinokourov y Uran antes de jugarse la medalla de oro, que fue, de forma muy pícara, para el primero. Se tomó aquella presea como una decepción, aún en caliente, cuando el oro había estado tan cerca, y se le vio sonreir poco en el pódium. Tenía, por aquel entonces, 25 años y aquel bronce era su mejor resultado hasta entonces del ciclista, de carácter frío y bastante serio, que acababa de fichar Katusha, tras un periplo de dos años con BMC sin grandes éxitos, al que un cambio de aires al conjunto ruso le ha ido, de momento, de perlas.

El noruego empezó a ser tomado en serio a partir de su victoria en la Milán-San Remo de 2014, al sprint, donde, con claridad y varios metros de ventaja, se impuso a Fabian Cancellara en el reducido grupo de 25 ciclistas que llegaron destacados a San Remo tras otra infernal prueba de casi 300 kilómetros, como en 2013. Tampoco fue casualidad su primer Monumento, porque en el Tour de ese año demostró que también se adapta al calor veraniego de Francia y se llevó, ante los mejores velocistas, dos etapas. A los Sagan, Cavendish, Greipel, Kittel, Bouhanni y demás les había salido un nuevo competidor.

Sol, desierto y victorias

Kristoff arrancó su temporada en el desierto catarí, sin presión, a principios de febrero, en un emplazamiento muy típico para los que preparan las clásicas del norte. Sus resultados no pudieron ser mejores: en sus primeros seis días de competición se llevó tres victorias de etapa. La general, que también iba camino de ser suya, se le escapó por seis segundos en la crono del circuito de Losail, donde el viento de costado le hizo perder un valioso tiempo que no recortaría a base de las bonificaciones que consiguió con sus victorias.

Kristoff llegó a las clásicas de principios de marzo con cuatro triunfos al sprintEl Tour de Omán no resultó tan benévolo con Kristoff como lo fue su vecino Catar. Compartir equipo con Joaquim Rodríguez, que buscaba ganar la general, se tradujo en solo una victoria de etapa, en la tercera jornada de carrera. Se dejó llevar en las restantes etapas, pensadas para los escaladores, y empezó a pensar en las clásicas del norte, que empezaban, con la Omloop Het Nieuswblad, diez días después. Con una Milán-San Remo, un quinto puesto en el Tour de Flandes y un año más de experiencia, al noruega se le esperaba y se le consideraba como una de las expectativas de la temporada.

Las clásicas, de su agrado

La Omloop, como para todos, fue el inicio de Kristoff. En el recital de Etixx que acabó ganando Ian Stannard, el noruego se conformó con ser undécimo, a cinco minutos del inglés. En Kuurne, ese mismo domingo, en una clásica más apta para él, donde la llegada estaba casi garantizada, pecó de optimista y se encontró con un Cavendish superior, que le dejó con la segunda posición y la miel en los labios. Antes de la 'Classicissima', Kristoff viajó a Francia, dejó su imprenta con un triunfo parcial y remató su preparación antes de un mes cargado de exigentes objetivos.

En la semana de la Milán-San Remo, E3 Harelbeke y Gante Wevelgem, Kristoff no se bajó del pódium. En la primera, volvió a ser superado en los metros finales, esta vez por John Degenkolb tras lanzar él mismo el sprint; en el E3, donde no se vio peleando por la victoria tras el movimiento decisivo que formarían Sagan, Stybar y Thomas, ganador final, fue cuarto, a pocos centímetros del tercer puesto de Matteo Trentin; y en la dantesca Gante-Wevelgem, fría, lluviosa, con mucho viento y donde solo acabaron 39 ciclistas, tampoco se supo mover bien y, aún ganando el sprint del grupo, consiguió otro top-10 al ser noveno.

La falta de victorias en los terrenos belgas las suplió con un periplo en los Tres días de la Panne, donde ni Jens Debusschere, ni Elia Viviani ni Andre Greipel pudieron parar el ansia de victoria que acumulaba el noruego desde la primera etapa de la París-Niza: en tres días de competición, Kristoff se llevó tres etapas, la general y el golpe de pedal necesario para afrontar la última semana de clásicas, con el Tour de Flandes y la París-Roubaix, en plenas garantías de forma física, victorias y moral.

Noruega ganó en 2015, con Kristoff, su primer Tour de FlandesLa prueba belga no se le pudo dar mejor a Kristoff. Consiguió llegar a las últimas cotas con opciones de victoria y, harto de tantos puesto de honor, tomó él mismo la iniciativa cuando quedaban más de 25 kilómetros hasta la meta: una escapada conjunta con Niki Tersptra. No solo aguantó al holandés en las cotas, pese a su peso, sino que hasta intentó soltarle en el último paso por el Paterberg. En el cantado sprint final entre ambos, no dio opción, se impuso la extrema lógica y el noruego se llevó a Noruega, por primera vez en su historia, el Tour de Flandes. Para acabar con su temporada de clásicas, Kristoff se llevó el Scheldeprijs y de la París-Roubaix solo pudo arañar un decepcionante décimo puesto.

Aproximación nacional al Tour

La recuperación tras unos cargados meses de clásicas, kilómetros, duros entrenamientos y largos traslados, acabó en mayo, mientras algunos disputaban las últimas etapas del Giro de Italia. Kristoff, en cambio, que lo había apostado al Tour, volvió a coger ritmo de competición en su país, Noruega, con el Tour de Noruega y el de los Fiordos. Pese al mes parado, el corredor estrella de Katusha no perdió el apetito ganador: para él fueron, sumando las conseguidas en las dos vueltas por etapas, cinco triunfos parciales, sumando ya, en junio, un total de 16 triunfos en cuatro meses de competición.

La preparación pre-Tour de Kristoff acabó en Suiza y en los Campeonatos nacionales de Noruega, con dos participaciones algo decepcionantes. En el país helvético solo tuvo opciones de victoria en una etapa, la séptima, que aprovechó; en su país, solo pudo ser décimo. La preparación de su tercer Tour de Francia, que ha disputado cada año desde que está en Katusha, con sus pros y sus contras, había tenido alguna que otra sombra, que esperaba maquillar igualanado la participación de 2014, que le puso en la élite de la velocidad.

Un Tour para no recordar

Kristoff y Joaquim Rodríguez se han intentado evitar este 2015. Katusha, que no sabe adaptar sus plantillas ante la demanda de gregarios que necesitan sus dos líderes, sufre cuando se ven dentro del mismo nueve. Pasó en Omán y pasó en el Tour de Francia, donde el catalán llevó tres gregarios y el noruego se quedó con cuatro, ante los cinco que llevaron Cavendish, Greipel o Kittel, cuyos equipos no incluían otros jefes de filas. Esa diferencia se notó en las llegadas masivas, como se pudo ver a lo largo de los días.

Kristoff no solo no ganó una etapa en el Tour, sino que ni apareció en las llegadas masivasEl de Noruega ni tan solo apareció en escena en el pasado Tour. De sus dos victorias en 2014 pasó a ni dejarse ver en el monólogo que daba Andre Greipel cada vez que se llegaba al sprint masivo. Dos terceras posiciones y otros dos puestos entre los cinco primeros maquillaron un pésimo Tour de Francia para él, aunque no para su equipo, que se iba de allí con las dos victorias de Joaquim Rodríguez (Huy y Plateau de Beille).

Los Mundiales tampoco fueron a su medida

La última parte del calendario del noruego fue acorde para la preparación de los Mundiales de Richmond, donde partía, junto con Sagan y Degenkolb, como uno de los grandes favoritos al oro. Su gran desventaja antes de afrontar la prueba reina de aquellos campeonatos era clara: Kristoff, líder único de Noruega, contaba sin apenas equipo. En cambio, sus resultados previos habían sido buenos, desquiciado por sus malas actuaciones en el Tour de Francia: ganó en Plouay, fue segundo en el Vatenfall Classics y tercero en Quebec, dos semanas antes del Mundial.

No consiguió metal en la cita americana, a pesar de llegar con opciones de subirse, como mínimo, al segundo cajón del pódium, tras Sagan. Matthews, plata, y Navardauskas, bronce, se interpusieron entre las medallas y él. El amargo sabor del quiero y no puedo volvió a quedar plasmado en el rostro de un ciclista que parece seguir los mismos pasos que Thor Hushovd, pero con algo más de velocidad. En 2016, a sus 29 y con su décima temporada como ciclista profesional, Alexander Kristoff volverá a ser uno de los más vigilados ciclistas allá donde compita.