Talento, carisma, determinación, pasión y actitud. Cinco palabras que encajan a la perfección con la figura de Peter Sagan (Tinkoff - Saxo). Un ciclista que vio la luz en 2010 tras entrar de la mano de Robert Amadeo y Liquigas. Un 'desconocido' eslovaco de 20 años entraba en el pelotón internacional por la puerta grande. En su primera carrera World Tour (Tour Down Under 2010), Sagan ya cosechó su primer podio. Era uno de los elegidos. 

Una promesa en toda regla que posteriormente se presentaría en sociedad en la París - Niza de 2010, tras conseguir sus dos primeras victorias imponiéndose a ciclistas de la talla de Alejandro Valverde y Joaquim Rodríguez. Nacía una estrella, un hombre destinado a conseguir el tesoro más importante para todo ciclista profesional: el maillot arco iris que le acredite como campeón del mundo.

Un maillot que es historia del ciclismo. Un maillot que sólo los mejores pueden portar. El genio del arco iris Freire, Eddy Merckx, LeMond o Cavendish han sido dignos portadores del maillot arco iris, lo cual refleja la ineludible importancia del mismo. Pero este año estaba destinado, destinado a triunfar, a levantarse tras la caída y alcanzar el arco iris. Sí, un arco iris que está a la altura de muy pocos. Este fue su camino.

¡Que comience el espectáculo!

Domingo, 8 de febrero, Dukhan (Catar). Esas serían las coordenadas del punto de partida. Comenzaba una nueva temporada para Peter Sagan, la quinta en profesionales para él. Sin embargo, su año ya se venía planeando desde 2014.

"Es un honor tener a un ciclista de la talla de Sagan en tu equipo"

Tras correr desde 2010 hasta 2014 con Cannondale, Sagan hacía las maletas a Tinkoff - Saxo en busca de nuevos éxitos en su carrera. Un 'equipazo' a la altura del eslovaco. Con él, Maciej Bodnar y Juraj Sagan tambien partirían a la escuadra del ruso Oleg Tinkov. El cual, se mostró muy satisfecho con el fichaje del año. "Es un honor tener a un ciclista de la talla de Sagan en tu equipo", concluyó Oleg Tinkov tras su presentación. Todo listo para volar hacia el infinito y más allá. 

Fuente: Tinkoff - Saxo
Fuente: Tinkoff - Saxo

Colores que estrenaría en el Tour de Catar. Una vuelta de cinco etapas y una contrarreloj individual que se adaptaba a las condiciones del eslovaco. Sin embargo, Sagan solo pudo ser sexto en la general tras perder más tiempo de lo esperado en la contrarreloj. Aun así, cosechó cinco top-10 y dos podios. Estaba en condiciones, pero todavía lejos de su mejor nivel.

Cuatro días después recorrería 640km hasta llegar a la próxima parada: el Tour de Oman. Otra vuelta por etapas con una etapa de alta montaña que quebraría toda ilusión de Sagan. Tocaba seguir con la puesta a punto de cara a las clásicas de primavera.

De cara a la Milano - San Remo, Sagan disputó en tierras italianas la clásica del sterrato por antonomasia, la Strade Bianche, para después acudir a la Tirreno - Adriatico. Una carrera donde conseguiría su primera victoria de la temporada en el Porto Sant'Elpidio, en la costa adriática (Este de Italia). Todo preparado para enfrentarse a las clásicas de primavera. Clásicas donde partía como principal favorito. 

¿Dónde está Sagan?

Eso se preguntaban los aficionados clásica tras clásica. ¿Dónde anda Sagan? A decir verdad, Peter Sagan ha desaparecido totalmente en las clásicas de primavera a excepción de la Milan - San Remo y el Tour de Flandes. Sin embargo, la actuación del eslovaco en carreras como la Paris - Roubaix, Scheldeprijs o E3 Harelbeke hicieron saltar las alarmas en el seno del equipo ruso. ¿Que había sido de ese Sagan peleón y agresivo? El eslovaco seguía sin completar su puesta a punto a menos de un mes del Tour y las clásicas fueron su condena definitiva. Tinkov se empezaba a impacientar demasiado pronto.

"Él es el único que puede saber lo que está pasando. Hay que volver a ganar como sea"

A pesar de arrancar con buen pie en la Milan - San Remo cosechando un cuarto puerto (primero fue John Degenkolb), se desinfló en Harelbeke, la primera clásica de pavés tras no aguantar con el ataque incontestable del británico Geraint Thomas (Team Sky), y posteriormente en Gante no pudo pelear por la victoria tras perder el grupo que disputaría la carrera. Aun así, Sagan volvería en Flandes, pero sólo sería un pequeño destello. Haría cuarto en un sprint que se llevó el noruego Alexander Kristoff (Team Katusha).

Sería la única vez que disputaría la victoria. A continuación, tras entrar en la 72ª posición en Sheldeprijs, empezaron a surgir las primeras dudas acerca del estado del eslovaco. Lo cual, hizo que perdiese enteros en las quinielas de la París - Roubaix. Una París Roubaix, donde Peter Sagan no entró ni entre los 20 primeros acusado por un problema mecánico. "Él es el único que puede saber lo que está pasando", decía Tinkov. El eslovaco defraudaba. Era su peor temporada sobre el pavés desde 2011. Aun así, el error constituye el éxito, y Sagan se iba a aprovechar de ello para volver más fuerte que nunca. 

Borrón y cuenta nueva

Tras dicha decepción, llegaba la hora de hacer borrón y cuenta nueva y que mejor lugar para hacerlo que en el Tour de California (EEUU). Un lugar que vió el nacimiento de una estrella. En California fue donde Sagan empezó a explotar en 2010 y es por ello que el eslovaco acudía a su "tierra" para reivindicar su talento. ¡Y sí lo hizo! Siete podios en ocho etapas, dos victorias y la clasificación general final.

Éxitos que prolongaría posteriormente en el Tour de Suiza. Cosechaba dos victorias más que ampliaría con las dos victorias en los nacionales en ruta y contrarreloj respectivamente. La figura de Sagan se iba recomponiendo de cara al Tour de Francia. Era su oportunidad para resarcirse.

Llegó la hora de la verdad

Respaldado por Alberto Contador, Ivan Basso, Daniele Bennati, Roman Kreuziger, Rafal Majka, Michael Rogers, Matteo Tosatto y Michael Valgren; Sagan acudía a la salida de Utrecht. Era su quinta participación en la carrera más prestigiosa del planeta. Una carrera donde ya presume de cuatro victorias, cuatro maillots verde y... ¡27 podios! ¿Sería el Tour de Sagan? El tiempo lo diría.

Tras una primera semana más que decente (cinco top-10), Sagan deslumbró a todos por su actitud y valentía. Un estilo de correr que nunca antes se había visto tan pronunciado en el eslovaco. Tenía rabia, ganas de ganar y lo dio todo, absolutamente todo para hacerlo. Se metió en la fuga de Mende (donde acabaría quinto), guardó la compostura en el sprint de Valence y volvió a repetir fuga en Gap (segundo a 30" de Plaza). Y todo esto con la seña de identidad Sagan: descensos magistrales, persecuciones infernales, etc.

En definitiva, un Tour relativamente positivo para el eslovaco donde consiguió la clasificación por puntos, siete podiums y... ninguna victoria. Tal fue el caso, que resultaba extraño ver a un ciclista quedarse a milímetros de la victoria en tantas ocasiones. Sagan disputaba, pero le faltaba ese "rush" final que tanta gloria le había dado en el pasado. "Paciencia", decía Sagan, "ya llegarán". ¿Cumpliría sus previsiones? Lo que está claro es que la paciencia y la compostura no le traicionarían. ​ ​

Objetivo arco iris

Tras su actuación meritoria, Sagan acudiría a la Vuelta a España por tercera vez en su carrera con un objetivo: prepararse física y mentalmente para los Campeonatos del Mundo. Tras vencer en Málaga, y lograr un segundo y tercer puesto respectivamente en Véjer y Alcalá de Guadaira, Sagan se vio forzado a abandonar en las primeras de cambio debido a un incidente con una moto auxiliar que le causaría quemaduras de primer y segundo grado en la pierna izquierda. La planificación de Sagan quedaba totalmente alterada ante la situación. Sagan volvía a su hogar para conjurarse de cara los mundiales de Richmond (Virginia, EEUU).

Llegaba la hora, la hora de la verdad. La hora de demostrar de que estaba hecho Peter Sagan. Escudado por su hermano Juraj y Michal Kolar, Peter Sagan ponía pie en Richmond con el mismo objetivo que todos: vislumbrar el arco iris. Todos lo querían, todos lo deseaban y a pesar de tener muchos pretendientes, el maillot - arco iris sólo podía ser de uno. El mejor de todas las estrellas del firmamento sería el encargado de vestir tan envidiable prenda durante 2016. Muchos hablaban de Cavendish (selección del Reino Unido), otros de Andre Greipel o John Degenkolb (selección de Alemania) pero el favorito era el dominador de las clásicas Alexander Kristoff (selección de Noruega). Sagan, a pesar de saber que los focos no se fijarían en él, era consciente de que podía. De que podía ganar y callar a tantos y tantos que dudaron de él. Creía, creía en él mismo y en su capacidad para conquistar Richmond, una ciudad de la costa este norteamericana con una población de unos 200.000 habitantes.

Tras realizar la contrarreloj que acabaría con el bielorruso Vasil Kiryienka dando la campanada, Peter Sagan contaba las horas para que llegase el día. El día que tenía marcado desde principios de año. Perfil perfecto, distancia perfecta y capacidades perfectas. Todos los elementos parecían alineados y sólo faltaba ese factor suerte que tanta gloria, y tristeza, nos ha dado. El ciclismo le debía algo a Sagan, y en Richmond se consagró esa estrella que parecía apagada. 

La última maravilla de Sagan, y tal vez la mejor de su carrera, no fue para nada fácil. Al no contar con un equipo potente a su lado, Sagan tuvo que estar atento durante los 261km del recorrido ante cualquier amenaza potencial. Tanto el local Taylor Phinney (selección de EEUU), como Sep Vanmarcke (selección de Bélgica) intentaron romper la carrera en más de una ocasión en Libby Hill. Sin embargo, ninguno de los intentos salieron adelante. Sagan, siempre en la retaguardia, guardaba la compostura esperando el momento preciso para salir a morder. 

Ian Stannard (selección del Reino Unido) sería otro de los protagonistas en las vueltas finales de la carrera, sin embargo, el ataque final sería el del checo Zdenek Stybar en el último paso por Libby Hill. Un ataque con determinación y constancia que se llevó con él a Edvald Boasson Hagen (selección de Noruega), John Degenkolb (selección de Alemania), Greg Van Avermaet (selección de Bélgica) y el mismo Peter Sagan a la cola (selección de Eslovaquia). 

Tras unos metros vigilándose, en la empedrada Calle 23 de Virginia saltó "el bicho" de la nada. Cargado de energía, de ilusión y ambición, Sagan dejó atónitos a todos lo que allí se citaban. Nadie pudo reaccionar.

Nadie podía seguir la rueda del futuro campeón de mundo porque nadie puede alcanzar el amor que Sagan siente hacia el ciclismo. La historia se citaba en Richmond, porque sería en ese lugar donde el ciclismo haría justicia al luchador. A aquel que nunca se rinde. Sagan sería el primero en cruzar la línea de meta. Sabía el momento exacto en el que demostrar que había vuelto. Que Peter Sagan estaba de vuelta para recoger el tesoro que deslumbraba al final del arco iris. Sagan era el primer eslovaco en ganar el campeonato del mundo. Miraba atrás y observaba como nadie había podido con él. Era el mejor. Sagan había hecho historia, otra vez más.

Fuente: T. de Waele
Fuente: T. de Waele

Tras dicho evento, Sagan acudió a Abu Dhabi para cerrar una temporada inolvidable. Muchos se cebaron con él tras sus fracasos en las clásicas de primavera, otros se preguntaban que había sido de ese Sagan ganador y veloz, mientras algunos todavía mantenían ciertas esperanzas en él. Sagan, inmune a toda crítica nunca perdió la confianza en si mismo, algo determinante en la vida de toda persona. Supo levantarse y vislumbrar un arco iris a la altura de los más grandes. Porque tarde o temprano, la vida acaba sonriéndole a aquel que nunca se rinde.

Fuente: Bikemagazine
Fuente: Bikemagazine