TURÍN - En Turín, ciudad de los Saboya, donde Italia empezó a unirse exportando a sus reyes al resto de la península itálica se volvió a coronar Vincenzo Nibali como rey del ciclismo italiano, del Giro y de la década, a la altura de los Froome y Contador. Sereno, como si su segundo Giro de Italia y su cuarta gran vuelta no le hubiera costado más que ninguna, remontado de manera épica cuando parecía que se le escapaba hasta el podio, compareció el de Messina en la sala de prensa del Centro de Congresos de Turín, en el otro extremo de su corona ciclista, para reconocer las dos claves de la carrera: el día de descanso que le permitió recuperarse de una enfermedad estomacal y su ataque del viernes en la bajada del Agnello. El primero para sobrevivir, y el segundo, para ganar.

"Hay cosas que durante el Giro no se pueden contar. Me hice análisis y estaba todo bien. Nunca pensé en abandonar. El día de descanso fue clave", admitió el Tiburón de Messina una vez que, con el Giro en el bolsillo, se conoció que durante varios días corrió debilitado por los problemas estomacales. Unos obstáculos que superó a la heroica en una espectacular última semana en la que todo cambió. Nibali señaló un momento clave, ese que sabe sólo él por estar en la carrera cuando, inevitablemente, se le preguntó qué habría pasado si Steven Kruijswijk no se hubiera caído el viernes bajando el Agnello. "Habría sido difícil -admitió- pero subiendo ya vi a una maglia rosa sufriente y jadeante que otros no vieron y por eso decidí atacar bajando. Si no lo hubiera hecho quizá Chaves habría atacado en el Risoul y no habría cambiado nada, pero en el Agnello entendí que podía dar un vuelco a todo", rememoró.

Habla un Nibali dolido por las críticas de la prensa italiana y a la vez siempre confiado en sus capacidades. Un ciclista que, reconoció, siempre se sintió el gran foco de atención de la carrera y de sus rivales, algunos ignotos hasta ahora para él, porque nunca se midió con ellos, como se encargó de añadir a sus méritos. "Tenía confianza al no haber caído de la clasificación. Sabía que en la última semana llegaban las montañas más favorables, a más de 2.000m, y allí me encontraría bien".

Nibali centró los objetivos de su futuro más cercano y eludió la gran cuestión de si seguirá en el Astaná el próximo año. "Pago a mi agente para que se encargue de eso y lo decidiremos en su momento", zanjó. Ahora mira a los Juegos, su siguiente gran objetivo tras 10 días de descanso y el retorno a los entrenamientos en el grupo de Fabio Aru, con el que correrá el Tour como gregario de lujo. El recorrido montañoso del circuito de Río lo motiva. "¿Pensabas en volver a oir el himno italiano en los Juegos mientras estabas en el podio?", le preguntó un periodista. "No, solo disfruté el momento y de mi familia", atenuó 'lo Squalo', de nuevo rey de Italia a la orilla del Po y frente a la Gran Madre de la capital del Piamonte.