Lo que es el deporte, lo que es ciclismo. De la alegría a la tristeza en cuestión de poco tiempo. A veces incluso de segundos o minutos. En este caso, de pocos meses. Del drama a la sonrisa, de la decepción a la sorpresa, del llanto a la sonrisa. Así es esto del ciclismo, tan bonito como agradecido, tan duro como maldito en ocasiones

Las lágrimas de Flandes

Y sino que se lo digan a Greg Van Avermaet, un ciclista total, algo gafe a la hora de brillar en los grandes escenarios. Como buen belga, su obsesión por las clásicas primaverales es algo que escapa a la razónd el resto de mortales. Ganar en Flandes, ¿qué puede haber mejor? Había sido segundo y tercero en los dos últimos años y llegaba en plena forma a la que debe ser, algún día, su carrera. Pero la desgracia se volvió a aliar con Greg.

La caida en Flandes le obligó a abandonar la temporada de clásicas | Pantallazo Eurosport.
La caida en Flandes le obligó a abandonar la temporada de clásicas | Foto: Tour de Flandes

Corría el kilómetro 152 de carrera cuando Manuel Quinziato se quedaba clavado en el costado derecho del pelotón. Varios compañeros, que progresaban tras él, se iban al suelo al tropezar con el italiano. Las cámaras solo buscaban un rostro y lo encontraron. Era Greg Van Avermaet, sentado sobre el asfalto, con gestos de rabia y dolor, más por el abandono que por la caída. Enseguida supo lo que tenía: fractura de clavícula. Adiós a Flandes y al resto de primavera.

Tras tirar el casco contra el asfalto, llorando a moco tendido, Van Avermaet se despedía de 'su carrera' de la peor manera posible. Pero la vida es así y, como decíamos en el primer párrafo, el ciclismo es muy cruel por momentos. Tocaba sentarse a recuperar, operación, reactivación, entrenamientos y volver, mes y medio después, en el Tour de California. Próximo objetivo, el Tour.

La dulzura y la sonrisa del Tour

Tres meses y tres días han pasado desde aquel durísimo momento. Y también como decíamos en el primer párrafo, el ciclismo es muy dulce por momentos. Hoy llegó la dulzura. Llegó cuando, camino del Macizo Central, Greg saltaba del pelotón e integraba la escapada del día. Llegó la dulcura cuando se erigió como uno de los más fuertes del corte y se marchó junto a Thomas De Gendt. Y llegó la apoteosis en las rampas del Col de Perthus

De Gendt fue el úlitomo en cedar ante el belga | Foto: Team Sky
De Gendt fue el úlitomo en cedar ante el belga | Foto: Team Sky

El belga se encontró fuerte y no se lo pensó. Pese a que tenía mucho que ganar llegando al sprint con el escalador de Lotto-Soudal, decidió disfrutar del ciclismo e imponerse a su manera. Demarró sin mirar atrás y sin oposición. De Gendt había reventado. En ese momento, ya se supo ganador. Salvo desfallecimiento, lo tenía en su mano. El terreno final, como toda la quinta etapa, era tipo clásica. Puede que se acordara de las cotas de su región, en los alrededores de Lokeren. Y puede que las lágrimas que había derramado tres meses antes le ayudaran a pensar solo en la línea de meta.

Descenso técnico, de esos que les gustan a los clasicómanos, estrecho y revirado y una pequeña cota de tercera para finalizar su exhibición. Vislumbró la pancarta de Le Lioran, entre el gentío que aclamaba al héroe del día. Sonrisa con rabia, apretando los dientes, levantando el brazo, el puño, puñetazo sobre la mesa. Las lágrimas se transformaron en sonrisas. Van Avermaet había ganado, segunda victoria de su carrera en el Tour. Y encima, como a él le gusta, disfrutando de su pasión, exhibiéndose en su terreno y con sonrisa amarilla.

Celebrando con rabia el triunfo | Foto: Team Sky
Celebrando con rabia el triunfo | Foto: Team Sky

Y es que el bueno de Greg se enfundaba el maillot de líder. Subía al podio por dos veces para recibir premios. El primero, el más preciado con el paso del tiempo, la victoria. El segundo, de disfrute más instantáneo, de unos días, pero que deja un gran sabor de boca. De las lágrimas a la sonrisa amarilla.