Marrón, el olor del asesinato
Fuente: Flickfacts

En 1988 el cineasta polaco Krzysztof Kieślowski engendró una de las películas más sensitivas de todos los tiempos. La obra se tituló Krótki film o zabijaniu (No matarás).

El quinto mandamiento, explicado por Jesús en el Catecismo de la Iglesia Católica, predica el respeto por la vida humana. El odio, la venganza y la rabia debían ser conceptos ininteligibles para los creyentes. El concepto de la santidad de la vida predicada por Jesús en las Sagradas Escrituras se contrapone a otras filosofías como la que se defendió durante el Tercer Reich en Alemania sobre El permiso para destruir una vida indigna de ser vivida.

La dignidad y el amor hacia uno mismo se vuelven los pilares fundamentales de No matarás. El filme de Kieślowski narra tres historias, relatadas de una forma muy objetiva, que unen sus caminos en un lugar fatídico. El director polaco muestra las historias sin juzgar a sus protagonistas y utiliza la necesidad que tiene el espectador de empatizar con los personajes como si fuera un pequeño puñal de doble filo. El público cuestiona todos los pasos que recorren los protagonistas y, además, investiga la huella de éstos. Aunque parezca trivial, el detalle de tratar al espectador como a un ser inteligente, hace que la obra del cineasta polaco adquiera una lectura muy abierta.

Kieślowski utiliza de una forma soberbia todos los recursos que ofrece el séptimo arte. La paleta de color y el diseño de fotografía del film se vuelven dos herramientas muy efectivas sobre el espectador. El color marrón oscuro y el degradado a negro impregnan la pantalla. El cúmulo de sensaciones que segrega la iluminación, seca y apagada, hace que sea un filme incómodo. Kieślowski obliga al espectador a ver aquello que no se quiere ver.

Los dos temas principales del film hacen que éste sea, por si fuese poco, aún más interesante. El tema del asesinato, sea por un individuo o por un organismo gubernamental, se vuelve el epicentro de la película. Un tema espinoso, presente en todas las sociedades conocidas desde tiempos ancestrales, que hace que, tras el film, el espectador permanezca congelado en su butaca bajo una nube de preguntas, deducciones y, sobre todo, sensaciones.

El segundo tema, planteado en prácticamente toda la filmografía de Kieślowski, es el no-azar o, lo que llamaríamos hoy en día, karma. Una de las Leyes de movimiento del físico británico Isaac Newton defendía que “toda acción conlleva una reacción igual y contraria”. Así pues, Kieślowski, defiende que todas las acciones de los personajes pavimentan el camino que ellos mismos recorren. Dicha afirmación, un tanto lapidaria, construye esta película con un ovillo de lana con el que los personajes se pueden cortar en cualquier instante.

En definitiva: un guion muy efectivo y una dirección muy bien ejecutada. El debate queda abierto con uno de las películas más repulsivas de la historia del cine.

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