El eterno adiós de Lina Morgan
Foto: Vanitatis.elconfidencial.com

Lina Morgan ha fallecido en su domicilio del barrio de Salamanca, Madrid, tras meses de enfermedad y soledad. La muerte de su hermana supuso un apabullante barrido para los sentimientos de la eterna actriz, provocando en ella la necesidad imperiosa de permanecer sola y no confiar a nadie sus mejores sonrisas. Desafortunadamente, la estrella del espectáculo español, famosa por su faceta cómica, y quien abarrotó teatros y salas de cine, además de lograr el máximo de espectadores en televisión, se ha despedido de su gran España, de manera desabrida. La capilla ardiente se instalará, a partir de las 16:30h, en el Teatro La Latina de Madrid, tantas veces rebosado gracias a su enorme y afable presencia.

1937 presenció el nacimiento de la que iba a ser una de las actrices más grandes del entretenimiento español. Su inicio en la vida no fue fácil, siendo costurera, en la sastrería de su padre, para los militares, en la época de la posguerra. Mientras daba puntadas a chaquetas y pantalones, el sueño por ser artista se agrandaba con el tiempo. Y no tardó en llegar su primera oportunidad. A los trece años formó parte de la compañía Los Chavalillos de España y, a los 16, la compañía de revistas de Matías Colsada, la contrató para el número que realizarían en su lugar de ensueño: el teatro La Latina. Sin embargo, como todo en su vida, no fue tarea sencilla entrar entre bambalinas. Falsificar su fecha de nacimiento y cambiar su nombre de pila fueron detalles que demostraban las ganas y el esfuerzo que María de los Ángeles López Segovia estaba dispuesta a emprender, por subir a un escenario. A pesar de su corta edad, la actriz brilló, de manera constante, en el mundo humorístico. Pero Lina no se quedó en el estadio del conformismo, sino que arriesgó, y dio un paso más en su carrera profesional, uniéndose al socarrón Juanito Navarro, y formando su propia compañía teatral.

Lina Morgan y Juanito Navarro. Foto: que.es

El cine apareció en su entorno y su relación no fue inherente a la que tenía con el teatro. Vampiresas 1930 fue su primer trabajo, y tras otras ínfimas intervenciones, alcanzó el protagonismo en Soltera y Madre en la Vida. Posteriormente, y gracias al inefable éxito de la cinta, pudimos verla en famosos títulos setenteros como La Tonta del Bote, La Graduada, La Descarriada o La Llamaban la Madrina. Acostumbrada al humor incansable, sorprendió su participación en el melodrama Una Pareja… Distinta, con la que confirmó, gracias a su pobre audiencia, que ella sólo debía servir al deleite cómico con el que provocaba risas y sonrisas de horas, y de las que se podía hablar durante semanas. Así era Lina, alegría imperecedera.

Foto: todocoleccion.net

En los últimos años de su carrera, alcanzó el anhelado sueño de ser la propietaria del teatro La Latina, en el que brilló con luz propia. Siendo dueña entre 1983 y 2010, logró mantener en cartel, cada obra, durante varias temporadas. Títulos como El Cuento de la Lechera, ¡Vaya Par de Gemelas! o ¡Sí, al Amor! alcanzaron su cenit bajo el manto de su exhibidora. Sin embargo, tras recuperarse de un desprendimiento de retina, que la mantuvo fuera de los escenarios durante años, fue el fallecimiento de su hermano José Luis López, amigo, productor y manager, el acontecimiento que Lina no fue capaz de superar. El teatro La Latina abandonó a su estrella y ella se abandonó al retiro profesional y personal. La reciente muerte de su hermana sentenció el autoestima de la artista, sumiéndola en la peor de las depresiones. Una resplandeciente carrera que hoy, 20 de agosto, ha dado su último pálpito.

Lina Morgan se mantendrá en la nostalgia española, ocupando un hueco como la artista simpática y entrañable, luchadora y discreta, que siempre fue. Saciaba con sus inolvidables apariciones en televisión, con las alegres interpretaciones cinematográficas y con sus rutilantes obras de teatro, provocando una sensación de indiferencia hacia su vida privada, la que siempre llevó en secreto. Y no se reprocha, al contrario, se agradece eternamente a una artista que lo dió todo por su público y jamás se jactó de sus intrínsecas vivencias. Siempre sonará en el eco de la canción que daba comienzo a sus espectáculos:

"Agradecida y emocionada, solamente puedo decir: gracias por venir…".

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