Crítica de 'La chica danesa'
Fuente (efecto bob): nathashabonet.com

Escasos días después de que Eddie Redmayne recibiera el Óscar a mejor actor por La teoría del todo, justo cuando ocupaba las cuentas de Twitter, Tumblr y las carpetas de instituto de cientos de chicas, se confirmaba su papel protagonista en una nueva película de Tom Hooper. Redmayne no iba a tener fácil el quitar a Jared Leto las etiquetas de gran actor al interpretar a un transexual. Pero es que el guion de La chica danesa tampoco se lo ha puesto nada fácil.

Einar Wegener es un pintor egoísta casado con la también pintora Gerda (Alicia Vikander), una mujer con intención de hacerse valer, sin miedo a expresar y demostrar su opinión y sus férreas intenciones de conseguir lo que se proponga, y con la capacidad de hacer sentir incómodos a sus modelos varones; señores de clase acomodada que no se cortarán en mirar a atractivas sobrinas de la burguesía, pero que se sienten expuestos al ser retratados por una mujer pintora.

Como si fuera un juego de típica comedia romántica de Audrey Hepburn, Einar comienza probarse trapitos de mujer, a dejarse maquillar por su esposa, y a crear aquella persona que vivía debajo de sí, y que ha conseguido sacar a la luz; Lili. Las citas con diferentes hombres, los teatrillos que monta "de padre y muy señor mío" delante de invitados de Gerda, el monotema de Einar/Lili por su metamorfosis... nada parece terminar de hacer estallar a Gerda, quien traga, devota y con garganta profunda, las apetencias de un transexual que dice haber sido creado por Dios como mujer, pero que hace un all in con un cirujano para que le quite el pene y le ponga una vagina.

Cuando Einar/Lili está triste, baja corriendo a un burdel a imitar a las prostitutas bailar, quienes parecen encantadas de interrumpir su jornada laboral, y de seguir el juego a un señor travestido que, más que aprender de sus encantos de seducción femenina, parece que se ríe de ellos.
Entre tanto, Gerda es incapaz de largarse de casa (son los años 20, puede tener su lógica), incapaz de rehacer su vida con otro hombre que la sepa valorar, la escuche, sepa mirar más allá de su ombligo y la tenga en cuenta, incluso parece que ya ni trabaja. Solo vive, respira, existe por y para su marido en plena transición de género. La pintora joven, con iniciativa y cojones, se achanta ante las onanistas palabras que tiene su exmarido hacia la nueva persona que brota en sí. Una fol***a revés dramático de su personaje impredecible.

Se suceden en dos horas de largometraje innumerables secuencias, elipsis, cambios de localizaciones. Diálogos escuetos, cuasisorkinianos, directos al grano, omitiendo todo tipo de profundidad psicológica y emocional que no se encuentren en cuatro palabras cursis pseudopoéticas que hagan a Lili tener la misma dignidad que Norma Desmond y Helen Sinclair juntas.
Lo que arranca como una comedia dramática con la bravura de pasarse por el forro un mínimo de construcción decente de la base de una película, termina en un clímax dilatadísimo, predecible, que no aspira ni a la lágrima fácil, y con un "alzamiento de bufanda" que arrancará al espectador una sonora risa y un aplauso ante semejante aberración hecha cine, reivindicación, y escaso respeto a la memoria de este matrimonio danés.


Lo mejor: La música del maestro Alexandre Desplat, la fotografía, la dirección de arte característica de las películas de Hooper.
Alicia Vikander demuestra estar lista para recibir más papeles, aparte del de ser aplastada por un mundo de hombres que meneen los genitales en su cara (metafóricamente). Interpreta dignamente un interesante personaje que dura treinta y tantos minutos, antes de que se resquebraje por necesidades de fuerza mayor (su marido).

Lo peor: Un guion con capacidad de suscitar cierta crítica y reflexión, que acaba convertido en una broma demente entre el último Kevin Smith y un telefilm de Antena 3.

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