'La verdad duele': patriotismo, racismo y justicia
La expresión de un Will Smith en busca de justicia es lo más destacable del filme. Foto: Te Interesa

El descubrimiento tardío, en el 2002, de que la práctica prolongada del fútbol americano podía llegar a ser perjudicial representa el inicio del dilema moral que nos acompaña en el filme de Peter Landesman. El doctor nigeriano Omalu, encarnado  por un impoluto Will Smith, descubre a través de varias pruebas que este deporte puede causar daños cerebrales irreversibles que se manifiestan años después en forma de enfermedades mentales, depresiones y suicidios por parte de las estrellas retiradas. Dicho hallazgo le sitúa en un punto de inflexión contra la corporación deportiva, y por ende, contra todo un país que ama el fútbol americano.

El filme de Landesman toma un tema fuerte y delicado. Fuerte por representar luchas contrapuestas entre americanos y extranjeros, entre el dinero y el poder y la moralidad, en definitiva: el grande contra el pequeño, como David y Golliat. Delicado porque se basa en la búsqueda incansable de la justicia, enfrentándose a toda América, y lo hace a través de la figura de un héroe sufridor sin fisuras. No podemos encontrarle ningún fallo al doctor Omalu, prácticamente rozando la perfección del ser humano. Incluso cuando puede (y debe) retirarse, continúa, tomando mucha más fuerza la moraleja de la película.

Lo mejor: el lucimiento personal del propio Will Smith. Vemos a un ciudadano nigeriano que siempre soñó con la gran América, con ayudar al prójimo y esforzarse por ser íntegro y meticuloso en su trabajo. Y verdaderamente lo reencarna, vemos la bondad en sus ojos, en su trato con los cuerpos que examina (quizás esto haya quedado sobrepasado, pero funciona). El espectador casi llega a imaginarse el calvario que vivió el doctor antes de llegar al punto en el que le conocemos. Todo ello dejando en la sombra a un lineal y justo Alec Baldwin. Otro reto era el guión. La historia como tal ya forma parte de la realidad, por lo que el director solo tenía que tomarla y trasladarla con sus medios a la gran pantalla. Parece fácil pero  implica la gran complicación de agradar a un público que ya vio y vivió esa historia, y si fallas, serán mucho más duros con lo que ven. Este punto está logrado, bien adaptado e interpretado.

Lo peor: quizá deriva del gran punto positivo del filme. Vemos a un Will Smith como la reencarnación actual de Gandhi, sin embargo, no vemos su sufrimiento. No le vemos descomponerse durante su pequeño viacrucis, salvo hacia el final de la cinta en un leve intento de sacar toda esa furia acumulada. Falta empatía en los momentos negativos del personaje, no por la interpretación del protagonista sino por falta de ese tipo de escenas en el guión. Además, y este es el segundo pero, el número de científicos creyentes no es abundante, recordemos que la ciencia y la religión difieren en cuanto al inicio de la civilización. De ahí la incongruencia que el director ha querido plasmar, quizás para no dejar que la teoría de un doctor tan sumamente creyente afecte a la interpretación y credibilidad del filme. ¡Vaya, qué extraño! piensas al caer en la contradicción que uno de los personajes ya apunta en el protagonista. Es algo que colisiona, pero aporta originalidad.

Si bien es cierto que la subtrama romántica genera dispersión, parece ser uno de esos requisitos imperdonables en toda película digna de ser calificada como “hollywoodiense”. No todo es negativo, ya que es esta historia la que hace avanzar al doctor, nos lo acerca como persona y le dirige en varias de sus acciones determinantes, pese a que el papel femenino quede relegado a un plano mucho más modesto.

Desde Vavel podríamos puntuar la cinta con un notable, una película sin florituras que distraigan de la carga moral que pretende transmitir. Ese es el peso fuerte: la moral del héroe que debe enfrentarse al racismo y los grandes poderes para defender una verdad que salvará vidas. Will Smith no podrá optar a ganar la ansiada estatuilla de los Oscar como Mejor Actor, es más, la película pasó inadvertida en las taquillas norteamericanas. Puede deberse a que América todavía no ha perdonado esa verdad, una verdad que se cuenta sin llegar a emocionar en exceso. 

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