Corría el final de la tormentosa temporada 2010, una temporada que será recordada por la tremenda igualdad y por la gran disputa para la consecución del título mundial. El joven piloto alemán del equipo Red Bull, Sebastian Vettel, acababa de ganar por segunda vez consecutiva el Gran Premio de Japón tras quedar por delante de su compañero de equipo Mark Webber y de Fernando Alonso. La lucha por el campeonato mundial comenzaba a ponerse realmente interesante. El australiano de Red Bull seguía líder pero Alonso, Vettel e incluso los pilotos de McLaren, Hamilton y Button seguían con posibilidades de optar al cetro de campeón.

Mientras los equipos comenzaban a recoger el material en el Pit-Lane y en el Paddock, todos se preguntaban como sería la primera experiencia de la Fórmula 1 en Corea del Sur la semana siguiente.

Con el carrusel de pilotos llegando aquel nuboso fin de semana al circuito situado en el Condado de Yeongam, nadie podía pensar que aquel podía ser el lugar donde se disputaría una de las decisivas carreras de aquella emocionante temporada. Ante la atónita mirada de los periodistas que se encontraban allí, el ejército surcoreano terminaba de colocar los asientos en las gradas, mientras los operarios seguían dando la última capa de alquitrán al asfalto en el que la parrilla de Fórmula 1 correría los días siguientes.

Deportivamente hablando, los contendientes al título hablaban de sus posibilidades y de sus opciones para el fin de semana. Mientras Vettel y Webber esperaban un fin de semana tranquilo, Alonso recordaba una y otra vez a todos los periodistas que le preguntaban, que el domingo iba a ser muy complicado para todos. No le preocupaba en exceso la superioridad de los Red Bull, sabía que lo realmente importante era estar concentrado en la fiabilidad y en la presión que empezaba a hacerse notar en sus rivales.

La sesión de clasificación para la carrera del domingo situó a Vettel, Webber y Alonso en las tres primeras posiciones de la parrilla, mientras que detrás de ellos se situaban Hamilton, Rosberg, Massa y Button, con Kubica, Schumacher y Barrichello cerrando el orden de los diez pilotos más rápidos del día.

El día de la carrera amaneció con una lluvia torrencial que hizo peligrar la disputa del Gran Premio. Los pilotos se quejaron amargamente de las malas condiciones de la pista. Algunos comentaban que eran las peores que habían visto y que sin duda era un riesgo tomar la salida. Finalmente, el espectáculo no se canceló y los pocos espectadores que estaban en las recién montadas gradas vieron pasar a la parrilla de Fórmula 1 salir detrás del Safety-Car.

Después de 17 largas vueltas detrás del coche de seguridad, que acabó por marcharse viendo que la situación no iba a mejorar, Vettel empezó a imponer un ritmo muy rápido, demasiado para el Red Bull de su compañero Webber, que dos vueltas después tocó el muro, estrellándose con Rosberg, que pasaba por allí y no pudo hacer nada por esquivar al que fuera su primer compañero en Williams. El Ferrari de Alonso y el McLaren de Hamilton se convirtieron en el dúo que persiguió a Vettel durante todo el Gran Premio. Las vueltas pasaban y los accidentes se sucedían, pero el trío líder parecía ajeno a todo el caos que se estaba formando en las posiciones posteriores.

En la vuelta 46, cuando sólo quedaban nueve para el final y la visibilidad se empezaba a agotar, el propulsor Renault del coche de Sebastian Vettel no aguantó más y dejó al alemán apagando él mismo el fuego en su bólido y con la sensación de haber perdido el mundial.

La bandera a cuadros cayó mientras el circuito estaba prácticamente a oscuras y fue el Ferrari del “samurai” Fernando Alonso el que cruzó primero la meta, asestando un tajo crucial al campeonato, mientras que el box de la escuadra italiana estallaba de alegría. El gran jefe del Cavallino Rampante, Luca Cordero di Montezemolo cogió la radio y le gritó eufórico a su piloto: “Avanti, Fer, Avanti!”, mientras el asturiano se reía a carcajadas, sabiendo que había conseguido lo más difícil, ponerse líder del mundial, a dos carreras del final y con todo a favor para conseguir su tercer título mundial, el primero con el equipo de sus sueños, el primero con Ferrari.

Lo que pasó después es de sobra conocido y Alonso y su equipo no pudieron rematar su hazaña coreana ganando el campeonato. Al año siguiente, Vettel, recién coronado bicampeón, se impuso a todos en Yeongam, y la temporada pasada, de nuevo Vettel fue el que venció en Corea, devolviéndole la jugada a Alonso, apartándole de la primera posición de la clasificación, que a la postre le sirvió para coronarse tricampeón. Corea es sinónimo de lucha reñida por el mundial entre Vettel y Alonso. Y este año no será diferente.

FOTOS: grandprix; welt; worldcarfans y f1fanatic

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Sobre el autor
Néstor Cantero
Redactor del equipo Red Bull Racing en F1 VAVEL.