¿Por dónde empezar el relato? Una carrera preciosa, con todos los ingredientes que hacen grande la Fórmula 1, que la purifican a pesar de todas las innovaciones, últimas tecnologías y demás chismes de ingenieros, fue la que se vivió en el Hungaroring de Budapest. Todo gracias al desconcierto que añade el cielo abierto que amenaza en cada parada del Mundial –hasta que los petrodólares inventen el circuito cubierto– y que permitió la lluvia húngara con un chubasco intenso en los treinta minutos previos al inicio de la contienda.

La lluvia, y la suerte (mala o buena), marcaron la carrera
de principio a fin

Gracias a la climatología y, por supuesto, a los pilotos y las escuderías. Y a la suerte, la mala y la buena. La semana pasada decíamos “antepenúltimo partió y tercero concluyó”. Cambien el antepenúltimo por el último y piensen en el pobre Lewis Hamilton, al que el monoplaza le dejó quemado en la jornada del sábado. Mala suerte que se convirtió en buena cuando tan solo salir del pit-lane, en su salida en falso, hizo un trompo que milagrosamente no terminó con su vehículo destrozado en el barro. Tras el susto llegó la tormenta en pista que le llevó hasta el tercer puesto y le permitió doblegar, encima, a su compañero de equipo.

Con el Mundial vivó y con los Mercedes por detrás (de las dos primeras posiciones en las que se habían instalado con holgura), brillaron Daniel Ricciardo y Fernando Alonso. El español estuvo a punto de conseguir una proeza de las suyas, una victoria que se desvaneció tan solo a tres vueltas del final, cuando el australiano de Red Bull le sobrepasó como un relámpago. Brilló la sonrisa en el podio y también la del ovetense. “Lograr esta segunda posición sabe a victoria para nosotros en este momento”, comentó a la prensa.

Gran resultado para Ricciardo, Alonso y Hamilton, que mantiene la emoción en el campeonato

En Hungría el espectador vibró como lo hizo en Canadá. En una de las mejores carreras del año la lluvia proporcionó varias salidas de pistas, algunos toques y tres choques brutales. Primero fue el Caterham de Marcus Ericsson el que se abalanzó hacia las barreras y casi se lleva por delante a un pobre comisario despistado. Entonces, con el Safety Car premitiendo la lotería de las paradas a boxes, rifó su desdicha la escudería Lotus y el francés Romain Grosejan.

DIMITAR DILKOFF (AFP)

Inexplicablemente chocó contra las barreras después del cambio de gomas y todavía con la carrera neutralizada. Un poco más de safety. A todo ello ya había empezado su gran remontada Lewis Hamilton mientras Nico Rosberg perdió el liderato y el relato tomó forma. No volvió a su habitual primera posición, que pasó a los dominios de Ricciardo y Alonso e incluso, fugazmente, de Hamilton.

El trabajo prodigioso de Alonso se vio por fin recompensado con podio

Tan curiosa fue la carrera que tras otro bofetón, el de Sergio Pérez en la recta principal y contra los muros de boxes, Fernando Alonso consiguió ser el primero. Increíble pero cierto, la actitud beligerante recompensó al español con el honor de volver a sentirse líder en un Gran Premio. El Ferrari no dio para mantenerla bajo la bandera de cuadros, pero la segunda plaza y la buena forma mostrada ante los superiores bólidos de Ricciardo, Hamilton y Rosberg encumbraron una vez más, y con mayor visibilidad, el trabajo del asturiano. “Súper, súper, súper”, resumiría Andrea Stella.

DIMITAR DILKOFF (AFP)

Jean-Eric Vergne tuvo su momento de gloria cuando logró frenar el avance de la máquina prima de Nico Rosberg, que se sentía acosado por el tetracampeón Vettel y, más temible todavía, por la sombra de un Hamilton exultante en la quinta plaza en la vuelta 24. Y todavía quedaba el intenso desenlace.

Rosberg, Vettel y los Williams fueron los derrotados bajo la confusión, el clima y los choques

En Hungría los monoplazas compitieron con mayor paridad y por eso se vio espectáculo. El baile de safetys puso más picante en la lucha, ya de por si entretenida. Con tanta acción, se hace difícil loar a todos sus respectivos méritos. A Ricciardo, por un segundo triunfo muy bien calculado y competido. A Alonso, por sacar siempre el máximo rendimiento de un vehículo que está por detrás de los competidores inmediatos. A Hamilton, por volver a remontar como si no hubiera mañana –y desobedecer una órdenes de equipo que le hubieran condenado–.

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Más fácil es apuntar a los derrotados. El primero Rosberg, que volvió a pecar de sosiego y vio como su compañero se colocaba por delante a pesar de salir último y dar un paseo por la hierba húmeda del circuito. O Sebastian Vettel, que definitivamente observa como Ricciardo le está sacando de sus casillas. El alemán estuvo a punto de despedirse igual que el Checo Pérez, pero se salvó por los pelos del muro de meta tras un error poco común en su conducción, antes tiránica. Para completar la lista, mal estuvieron los Williams y los estrategas de McLaren (por fin un día que evitan la mención en Ferrari).

La Fórmula 1 necesita pureza, que manden las manos de los pilotos más allá de la tecnología

La lluvia fue un bálsamo, refrescó el ambiente yla carrera.Prevalecieron las manos ante la potencia de los motoresy volvió a dejar patente lo que realmente necesita el campeonato para ser justo y divertido para el público. ¿Una regadera enorme para cada trazado? ¡No! Más pureza, menos modernidades y que mande el talento de los competidores.

SRDJAN SUKI (EFE)
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Sobre el autor
Guille Álvarez
Graduado de Ciencias Políticas con inquietudes periodísticas. Juntando letras en la sección de Internacional de La Vanguardia. Amante del deporte (especialmente la NBA), de la música y las series de TV. Blogger en expansión y impulsor de NBAesp.com. Nacido en Barcelona hace 23 años.