Muchos años han pasado desde que en aquel Gran Premio de Brasil 2006 Fernando Alonso firmara un segundo puesto que le proclamaba Campeón del Mundo por segundo año consecutivo. En ese momento una nueva época se abría en la Fórmula 1 superada la tiranía del caníbal Schumacher que dominaba con mano de hierro las carreras. Nadie podía imaginar que tras dos títulos consecutivos con una escudería pequeña como Renault el piloto asturiano no fuera a sumar más entorchados a un palmarés que se intuía sería legendario puesto que para la temporada 2007 firmaría con la escudería McLaren y tendría todos los medios técnicos y económicos a su disposición, pues bien, la apuesta británica acabó como el rosario de la aurora y tras un bienio (2008-2009) de vuelta en Renault el camino del piloto español desembocó en la escudería Ferrari.

La Scuderia durante los cinco años que Alonso lleva con ellos no ha hecho más que promesas estériles al bicampeón, nunca le dieron un monoplaza a la altura del talento de un piloto capaz de sacar partido al más mediocre coche de la parrilla pero al que tampoco se le puede pedir que haga el trabajo de los diseñadores e ingenieros de Maranello. Hace pocas fechas el mandamás Luca Cordero de Montezemolo se tuvo que ir fruto de su pésima gestión deportiva del equipo más laureado y toma así el camino que el director de Ferrari Stefano Domenicali ya se vio obligado a coger a principios de temporada. Así las cosas, en pleno caos interno y con unos resultados sonrojantes en el que el buen hacer del piloto asturiano está evitando un descalabro absoluto en el campeonato de constructores, no sería de extrañar que acabe cansado de coches lentos y si hay un hueco en una escudería competitiva como Mercedes o Red Bull intente abandonar la Scudería Rossa. Nada podría reprochar Ferrari a una hipotética huida de su piloto estrella, se lo ha dado todo y prácticamente en estos cinco años no ha recibido nada. Cinco temporadas en las que de manera milagrosa tocó con la punta de los dedos dos títulos mundiales (2010 y 2012) en los que se quedó a centímetros de volver a ser campeón con un coche sensiblemente inferior al Red Bull de Sebastian Vettel. Para reverdecer laureles hay que dejar a un lado los sentimentalismos y apostar por un proyecto ganador, lamentablemente Ferrari ni lo es ni tiene visos de serlo en breve.