La temporada de Fórmula 1 está a punto de comenzar. Australia se vislumbra en el horizonte automovilístico y, junto a ello, dos latidos. Dos motores que tienen en vilo al mundo del deporte. Dos motivos por los que luchar, por lo que competir y dedicar cada milímetro de asfalto que las gomas recorrerán este 2015. Ojalá no se hubiesen tenido que gestar estas líneas. Ojalá, todo esto, jamás hubiese sucedido, pero esa maldita grúa de Japón nos dejó lo más trágico del ya exiguo 2014.

Todos cambiaríamos ese título de Lewis Hamilton, esos duelos con su compañero Nico Rosberg, ese fichaje de Fernando Alonso por McLaren simplemente por poder contar con Jules Bianchi esta temporada. Que nada de lo anterior hubiese ocurrido. Que no hubiese existido ninguna carrera. Ahogados en el sopor de un año en blanco. Todo por Jules. Y por Schumi, por supuesto. Porque la temporada pasada comenzó con el corazón en un puño de todos. Maldita grúa, malditos esquís.

Scuderia Ferrari

Lamentablemente, nada se puede cambiar. No existe ese ‘botoncito’ para retroceder en el tiempo y enmendar los errores que han provocado la agonía de otros. Y eso es así. Hay que dedicarle esta temporada a estos dos héroes. Porque subirse a ese monoplaza es, cuanto menos, epopéyico. Cada uno de los 22 pilotos que se montan en su bólido lo son. Este 2015 será distinto. Ya lo fue el 2014, con el accidente de Michael Schumacher, pero esta vez la tragedia sucedió en la pista y eso es algo que algunos no olvidan.

Esta pretemporada ha vuelto a asustar a más de uno con el accidente de Fernando Alonso. Quizá el piloto que más sintió el accidente de su amigo Jules. Frecuentes son sus ánimos en las redes sociales, pero la suerte le fue esquiva al asturiano y en los entrenamientos de Montmeló sufrió un accidente que lo dejará sin poder participar en Australia. Varios días de inconsciencia y el miedo en el cuerpo de todos una vez más.

Madrididario.com

Remontándose años atrás, en la memoria está otro horrible suceso que ocurrió en las pistas. Más concretamente en el Gran Premio de Hungría. Budapest fue testigo de ello, de cómo del monoplaza de Rubens Barrichello saltó un muelle que la casualidad dirigió en una trayectoria que llevó a Felipe Massa a luchar de tú a tú con la vida. Dicho artefacto impactó contra el ojo del piloto de Ferrari por aquel entonces. Sí, pasando a través del elemento que cubre y asegura la cabeza del piloto, provocando que este se estrellase. Sufrió una lesión ósea en el cráneo y un traumatismo cerebral que contra todo pronóstico logró vencer y seguir en las pistas.

Y llegó esa pista, esa nieve que la cubría y que seguramente la siga cubriendo. Un mal movimiento, de nuevo la mala suerte. ¡Cuántas veces había hecho eso Schumi! Confiado, salió por fuera de la pista y sucedió. Un golpe casi letal lo dejó postrado en una cama. Se temió por su vida durante meses y desgraciadamente jamás volverá a ser el mismo. Cientos de suposiciones han salido sobre su estado pero lo único que hay claro es que no hay nada claro. Tocará seguir esperando por el el mejor piloto de todos los tiempos.

Y la maldita grúa, la otra mala pasada de los últimos dos años. Una pista en mal estado. Una carrera que debió ser parada y Jules Bianchi salió despedido contra ella. Puede parecer un choque que, pese a la fuerza con la que se impacta, no lleve a pensar que, a día de hoy, Jules no podrá volver a subirse a un monoplaza el resto de su vida. Esa es la resolución, el juicio que la vida endosó al bueno del francés. Su estado es crítico, pese a que las últimas noticias hablan de un estado de mejoría. Consternada la parrilla el año pasado, solo quieren una recuperación de este.

De ahí, la importancia del piloto. De la seguridad en cada monoplaza. De los mil y un accesorios que, por pequeños que sean, son imprescindibles para la vida. Por eso cuando ocurren estas cosas se preguntan que ha podido suceder. Este 2015 ya hemos dicho que será especial. Cada curva tomada por Sebastian, cada adelantamiento de Lewis, cada pit stop de Jenson serán por y para Jules y Michael. En Australia, en España, en Abu Dabi. En cada neumático, en cada alerón. Cada gota de lluvia o rayo de sol que salpique el cemento. Todo el circo de la Fórmula 1 irá para ellos porque es ahí donde se les quiere ver. Uno ayudando a cada joven piloto que se mirá en el espejo del Káiser y el otro dentro, tomando curvas, adelantando, llueva o haga sol.