Fernando Alonso volvió a una parrilla de Fórmula 1. Volvió a sentir el gusanillo previo a que se apague el semáforo. Tras el controvertido accidente de Montmeló, el campeón de 2005 y 2006 debutaba por fin de forma oficial con su nuevo McLaren-Honda. Un reto tan ilusionante como complicado. Tras el desastre del equipo británico en Australia, Alonso sufrió en suelo malayo aunque dio la cara en las 22 vueltas que estuvo en pista hasta que algunos problemas en el coche le hicieron dirigirse al garaje.

El piloto asturiano completó más de un tercio de la prueba, aunque un problema que, de momento, ni el piloto ni el equipo han explicado concretamente, le hizo retirarse. No obstante, el paso adelante en ritmo es un hecho: "Estaba alcanzando a los Red Bull y ha sido una grata sorpresa poder rodar con el grupo", asegura Alonso, que acabó exhausto por las condiciones climatológicas habituales en Malasia, con mucho calor y humedad: "Tenía calor en el coche. Estoy cansado. Necesito entrenar estos diez días para llegar a tope a China".

El español achaca los problemas de fiabilidad a la falta de tiempo que ha tenido el equipo británico para desarrollar el coche: "Si hubiéramos tenido un invierno normal, estos pequeños fallos los habríamos descubierto antes", comenta el asturiano, que no supo explicar la causa del abandono: "Necesitamos muchas vueltas y mucha experiencia. No sé qué ha pasado en el coche, algún problema en la presión de aceite o de agua".

De hecho, Alonso asegura que "no noté nada en el coche", simplemente "me dijeron que si podía bajar el ritmo y entrar a boxes porque vieron algún problema en los ordenadores y que era mejor no seguir rodando. No obstante, el bicampeón mantuvo un discurso optimista, pues considera que "ha sido un buen test para que lo que se haya roto ahora no se rompa en otra carrera".