No corren buenos tiempos para Michael Schumacher, el piloto más laureado de la historia de la Fórmula 1. Un accidente de esquí le dejó en una situación muy complicada hace casi 19 meses y el piloto de Kerpen sigue sin mostrar ningún atisbo de mejora en su salud. Muy pocos confían ya en su completa recuperación. Cualquier día es bueno para recordar su legendario legado, pero hoy un poco más. Hoy es 21 de julio, y todo lo que eso conlleva para el alemán.

Hace 13 años, en Francia, mismo lugar en el que sufrió su fatídico accidente, logró su, quizás, victoria más importante, la de mayor significado. Igualaba un récord de otra galaxia, de otra época. Un registro que llevaba intacto casi medio siglo. Los cinco Mundiales de Fangio. Una marca que pilotos como Alain Prost o el malogrado Ayrton Senna se quedaron a mitad de camino de igualar. Una marca que consagraba la legendaria carrera deportiva del 'Kaiser'.

Apostó por Ferrari en el peor momento de la historia de la Scuderia

2002 es el epicentro de la dictadura del piloto más dominante de la historia del automovilismo. Seis años atrás, se había embarcado en un proyecto arriesgadísimo: Ferrari.

En Maranello llevaban 16 años sin ganar y venían de una serie de temporadas a un rendimiento lamentable. 'Schumi', en cambio, había ganado dos títulos con Benetton y no optó por irse a McLaren o Williams, equipos ganadores en los 90, sino a la legendaria (y perdedora) Scuderia Ferrari. Un movimiento de corazón para un piloto de puro corazón.

Schumacher, camino de su primer triunfo con Ferrari en 1996. (Foto: The F1 Cahier Archive)

Williams y McLaren retrasaron la coronación

Los inicios no fueron fáciles para el de Kerpen. Sus dos primeros años en la escudería italiana estuvieron marcados por el dominio de los poderosos Williams-Renault. Damon Hill se paseó en 1996, mientras que al año siguiente, Schumacher, con un nivel de pilotaje superlativo, llevó al límite a Villeneuve hasta la decisiva carrera de Jerez, aunque allí su sangre caliente salió a la luz, recordándose más su fama de tramposo que su dolorosa derrota.

Con el cambio de normativa en 1998, con la supresión de los neumáticos lisos, en Ferrari parecieron encontrar un resquicio en el reglamento para volver a ganar. Pero alguien lo interpretó aún mejor: Adrian Newey. El genio de la aerodinámica diseñó un McLaren perfecto que llevó al gran Mika Häkkinen a ganar los Mundiales de 1998 y 1999, pese a que Schumacher demostraba ser un piloto más completo. Pero el alemán debía llevar al límite un coche claramente inferior a la flecha de plata que llevaba su rival nórdico.

Su triunfo en Suzuka 2000 dio paso a cinco largos años de dictadura en que ningún piloto le venció

El momento de Ferrari llegó en 2000. Fue el inicio de una larga dictadura a la que no fue fácil de llegar. El camino había sido muy complicado, pero Schumacher tocó el cielo en Suzuka, al devolver el título a la Scuderia 21 años después, batiendo a Häkkinen en duelo de titanes durante todo el año. A partir de esa victoria, Schumacher declinó la balanza. Arrolló a todos en 2001, consumando su cuarto entorchado y quedándose a sólo uno del récord de Fangio, legendario piloto de los años 50.

Schumacher-Ferrari, un binomio letal. (Foto: The F1 Cahier Archive)

Y todo se le puso de cara al genio del volante. Häkkinen optó por la retirada a finales de 2001, alegando falta de motivación. Años atrás ya había colgado el volante Damon Hill, y Jacques Villeneuve había dejado de ser competitivo. ¿Quién podía parar a Michael ahora? David Coulthard, subcampeón en 2001, era su principal rival, aunque no tenía dotes de piloto campeón. Montoya, Räikkönen o Alonso era aún demasiado jóvenes. Se avecinaba una auténtica dictadura.

Una superioridad aplastante

Y así fue. 2002 contempló la temporada más perfecta jamás vista. Al volante del mejor Ferrari jamás construido, 'Schumi' ganó siete de las diez primeras carreras y sentenció el Mundial antes de llegar al verano. De esta forma, el 21 de julio dispuso de su primer 'match-ball' para ganar el quinto título, igualando el registro de Fanio, con seis carreras aún por delante. Debía conseguir la victoria en Francia y esperar a que ni Barrichello ni Montoya fuese segundo. No era fácil, pues eran sus dos principales rivales, pero tampoco imposible.

Schumacher partía desde la segunda posición, tras ser batido por Montoya en la lucha por la 'pole'. Tras la salida, ambos mantuvieron las posiciones y llegaron a la primera parad en boxes muy pegados. El colombiano entró antes, y fue en el garaje de Williams donde enterró sus opciones. Un repostaje lamentable parecía entregar el título a Schumacher, pero el destino querría ponerle una prueba de fuego al alemán. Quería ver de qué pasta estaba hecho el piloto de Kerpen.

Y es que Michael, en su parada, pisó la línea blanca al salir del pit-lane, teniendo que cumplir una sanción posteriormente. Esta circunstancia dio una oportunidad de oro a Kimi Räikkönen, la joven perla del equipo McLaren, de 22 años, de lograr su primera victoria en la Fórmula 1. Pero el finlandés debería aguantar las embestidas de Schumacher en las últimas vueltas. Giro a giro, el Ferrari fue recortando la distancia con su rival, hasta tenerlo a tiro a falta de diez vueltas.

Pero adelantar en Magny-Cours era muy complicado, con una pista excesivamente estrecha. El golpe de efecto llegó a falta de cuatro vueltas, cuando Räikkönen cometió un error fatal que dio la oportunidad a Schumacher. Como un depredador que no perdona a su presa, el alemán se tiró a muerte y le adelantó con maestría. Ya sólo tuvo que llevar su perfecto coche hasta la meta, entrando con violentos 'zig-zags' en celebración de heroica gesta.

Tras su ganar su quinto Mundial. (Foto: The F1 Cahier Archive)

El posterior podio reflejó al Schumacher más humano. Esa versión que solía esconder y por la que era tan idolatrado entre las masas. Sus lágrimas desconsoladas en la ceremonia de premios mostraba lo mucho que luchó para que Ferrari estuviera en la cima del mundo. Él apostó por este proyecto y le salió bien. A diferencia de lo que una década le ocurrió a Alonso, el destino no le dio la espalda y los astros se alinearon para que Ferrari contara con un equipo absolutamente perfecto.

Ganar un Mundial en el mes de julio es algo sólo a la altura de un genio como Schumacher. Batía así la marca de Jim Clark, campeón el 1 de agosto en 1963, y el registro de Mansell de ganar un título con 5 carreras de antelación. 'Schumi', seis carreras antes. Esta dictadura hizo que Bernie Ecclestone tomara cartas en el asunto y cambiara el sistema de puntuación para que el 'Kaiser' no ganara los Mundiales en verano. No le salió mal la jugada, pero no pudo frenar la marcha del alemán, que ganó dos títulos más en 2003 y 2004.

El tiempo recordará a Michael como un caníbal del volante. Nunca tendrá el carisma de Senna, tampoco la inteligencia de Prost. Algunos incluso consideran que Alonso posee un talento puro mayor al del alemán. Pero Schumacher supo estar en el momento adecuado en el lugar adecuado, y aprovechar todas las ocasiones que tuvo. Supo tener paciencia con un proyecto que seguro que algún día tuvo ganas de abandonar. Allá donde esté, Michael siempre será el piloto de Ferrari.