El 24 de agosto de 2003 cambió la historia del deporte de motor en España. Más concretamente del automovilismo, que hasta ese momento había vivido muchas sombras y sólo algunas luces, las dejadas por un piloto madrileño que se había proclamado en dos ocasiones campeón del mundo de rally. Sin embargo, la realidad de la Fórmula 1 era la más dramática de todas las disciplinas del automovilismo, y sólo contenía momentos de ilusión transformada en decepción en pocos minutos. Pero todo cambió aquella calurosa tarde veraniega.

Un joven asturiano llamado Fernando Alonso consiguió en Hungría convertirse en el primer español en ganar una carrera de la máxima categoría del automovilismo, convirtiéndose además en el piloto más joven de la historia en conseguir esta proeza. Pese a que ese registro de precocidad duraría únicamente hasta 2008, lo cierto es que el circuito de Hungaroring vivió en aquella carrera un hito del deporte español y el comienzo de un fenómeno de masas que se extiende hasta la actualidad.

Merecida recompensa

Con tan sólo 22 años, Alonso demostró al mundo que España también podía triunfar en este deporte, una disciplina que hasta ahora había sido esquiva para los deportistas nacionales por una mezcla de falta de oportunidades y ese talento diferencial que separa a los buenos pilotos de las auténticas leyendas. Nacido en Oviedo, Fernando Alonso siempre había mostrado afición por las competiciones de coches, y dio sus primeros pasos en el karting. Recorrió junto a su padre muchos kilómetros en furgoneta para poder competir en los campeonatos celebrados en Italia, pero el español demostró su habilidad al volante y fue ganando todas las carreras en las que participó.

Después llegó el salto a los monoplazas, donde compitió en diversas especialidades del automovilismo hasta dar el salto a la Fórmula 1 con la escudería Minardi. Su talento y su potencial llamaron la atención de Flavio Briatore, que en 2003 le reservó un asiento titular en el equipo Renault. Fernando Alonso ya había dado muestras de su calidad en Malasia, donde consiguió su primera ‘pole position’ de la historia, pero la primera gran página de su brillante trayectoria iba a escribirla en territorio magiar, un lugar donde posteriormente otros pilotos también han comenzando una brillante trayectoria deportiva.

El piloto asturiano consiguió la ‘pole position’ en Hungría, un circuito en el que salir primero es muy importante por las dificultades que presenta para poder adelantar a otros monoplazas. Alonso cumplió a la perfección esa parte del trabajo, pero lo realmente importante llegaba el domingo, donde se decidía la victoria. El español realizó una buena salida y mantuvo la primera posición si apenas dificultades y aprovechando el control de tracción de su Renault. A partir de ese momento, Fernando Alonso comenzó a encadenar vueltas rápidas de manera consecutiva y la ventaja con respecto al resto de monoplazas fue aumentando de manera considerable.

De esta manera, cuando sólo se habían completado siete vueltas, la diferencia del asturiano con respecto al segundo clasificado era de 15 segundos, por lo que la carrera comenzaba a dibujar un escenario muy favorable para el español. Alonso siguió rodando a un ritmo espectacular durante toda la carrera y finalmente consiguió hacerse con la victoria por con una ventaja superior a los 16 segundos con respecto al finlandés Kimi Räikkönen, mientras que su diferencia con el tercer clasificado, el colombiano Juan Pablo Montoya, fue de más de 34 segundos. La superioridad del piloto asturiano en carrera fue abrumadora, y cruzó la línea de meta habiendo doblado hasta el séptimo clasificado.

Uno de los grandes momentos de la carrera, para el piloto y para los aficionados a este deporte, se produjo en el momento en que Fernando Alonso dobló a Michael Schumacher, el por entonces pentacampeón del mundo. Nadie imaginó en ese instante que dicha imagen contendría un aspecto simbólico, la fotografía de un relevo generacional que se produciría dos años después. El asturiano fue capaz de disminuir el ritmo en las últimas vueltas para preservar la mecánica de su Renault y lograr ver la bandera a cuadros en la primera posición, escribiendo la página más brillante de su historia hasta el momento.

Efectos sociales y deportivos

Esa victoria supuso un antes y un después en la carrera de Fernando Alonso, que se convirtió posteriormente en bicampeón del mundo (2005 y 2006). Pero este histórico triunfo también provocó un cambio en los aficionados al deporte, que comenzaron a seguir cada fin de semana de gran premio las evoluciones de un joven piloto español que había hecho historia y daba muestras de poder llegar aún más lejos y colocar a España en la élite de la máxima categoría del automovilismo. El fenómeno se fue extendiendo con el paso de los años hasta conformar la llamada ‘Alonsomanía’, que aún recorre los diferentes circuitos del calendario para presenciar la actuación del ovetense.

Este efecto también tuvo su repercusión en las generaciones posteriores en lo que se refiere a la práctica deportiva. A raíz de los triunfos de Fernando Alonso, una gran cantidad de niños quisieron seguir los pasos de su nuevo ídolo y comenzaron a practicar diversos deportes de motor. Uno de los que ha llegado más lejos ha sido Carlos Sainz Jr., que ya tenía visos de practicar un deporte de motor gracias a su padre, pero que fue Fernando Alonso el que asombró al niño y quien provocó que ahora este talentoso piloto se encuentre también en la máxima categoría del automovilismo.

Foto: motor.es

Así, el 24 de agosto de 2003, Fernando Alonso iluminó la historia del automovilismo español y dio sus primeros pasos para poder hacer realidad el sueño de convertirse en campeón del mundo. El esfuerzo y el sufrimiento tuvieron recompensa en aquel circuito de Hungaroring que vio cómo un joven asturiano hacía magia sobre un monoplaza y se convertía en el primer español en conseguir una victoria en la Fórmula 1. 12 años después, ese triunfo permanece en la memoria de todos los aficionados al deporte, muchos de los cuales comenzaron a seguir la máxima categoría del automovilismo gracias a la habilidad al volante de un ovetense llamado Fernando Alonso.