Las gotas de champán impregnaron el mono rojo. Un caballo, sabedor de lo que significa el triunfo, volvió a saborear las mieles de la victoria, esta vez en el imperio del sol naciente. El equino rojo, inconsciente por aquel entonces que aún alcanzaría un escalón más en la siempre difícil y ansiada ascensión a la gloria, había conseguido de nuevo ser el auténtico dominador de un circo en el que el resto de ‘animales’ no permiten ni un segundo para descansar y beber agua. Pero este éxito también fue posible gracias al jinete, un ‘káiser’ alemán que había dominado con puño de hierro y que arrasó por todos los lugares donde pasó, sin permitir ni el más mínimo intento de sublevación de cada uno de sus rivales y mostrándoles su autoridad a golpes de cabalgadas inalcanzables.

Un díficil inicio

El trayecto hacia el Olimpo no fue fácil ese año para el binomio Ferrari-Michael Schumacher. Equipos como McLaren-Mercedes, BMW-Williams y Renault habían demostrado durante la pretemporada que contaban con monoplazas suficientemente competitivos como para plantar cara al todopoderoso ‘Cavallino Rampante’, que comenzaba la temporada defendiendo el título logrado por el alemán el año anterior, cuando igualó a Juan Manuel Fangio con cinco títulos de campeón del mundo. Australia fue el primer testigo de esta carrera de fondo que es la Fórmula 1, donde está permitido fallar en alguna ocasión, pero diversos errores pueden condenarte a estar fuera de la primera posición, el lugar que desean cada uno de estos pilotos.

Michael Schumacher no subió al podio en las tres primeras carreras

En Australia, y pese a lograr la ‘pole position’, Schumacher sólo pudo terminar en cuarta posición, rompiendo una racha de 20 carreras consecutivas subiendo al podio (desde el Gran Premio de Italia 2001) y viendo como las ‘balas plateadas’ procedentes de Woking terminaban en primera y tercera posición respectivamente, mostrando desde el principio que eran los rivales más peligrosos para romper la hegemonía del ‘káiser’. Pero lejos de mejorar, el comienzo de temporada del pentacampeón del mundo empeoró en las dos siguientes carreras. En territorio malayo, Michael Schumacher sólo pudo terminar en sexta posición, mientras que la victoria de Kimi Räikkönen situaba al finlandés como máximo candidato a pelear por el título. En Brasil, la lluvia torrencial y las díficiles condiciones de la pista provocó que muchos pilotos sufrieran accidentes, entre ellos el piloto alemán, que además vio al ‘hombre de hielo’ subir de nuevo al podio, esta vez en el segundo cajón.

Tristezas y alegrías

La Fórmula 1 se trasladó al continente europeo, y allí el ‘caballo rojo’ volvió a cabalgar como tantas otras veces había hecho en el pasado, demostrando que su entendimiento con el ‘káiser’ alemán trasciende lo deportivo y alcanza lo personal, fruto del tiempo y la confianza que proporciona conseguir éxitos. En el circuito de Imola, aquel que vio por última vez pilotar a Ayrton Senna, Michael Schumacher volvió a la senda de la victoria también con la mirada puesta en el cielo, no sólo por pasar durante 62 vueltas por Tamburello, la curva donde el ‘mago brasileño’ dejó a este deporte con una sempiterna sensación agridulce, sino también por su madre, que había fallecido esa misma mañana y a la que había visitado la noche anterior a ese Gran Premio de San Marino, lo que provocó un gesto serio y lleno de emoción del piloto teutó en la ceremonia del podio.

Foto: LaPresse.com

España también fue otro de los territorios conquistados por el piloto germano ese año. Schumacher dominó con autoridad la carrera y además vivió un fin de semana perfecto deportivamente hablando, puesto que su máximo rival por el título no pudo terminar la carrera por un accidente que provocó que la diferencia entre el finlandés y el alemán en la clasificación del mundial de pilotos se enjugase hasta quedarse únicamente a cinco puntos de ‘Iceman’. Después llegó el turno de correr en casa o casi, pues el Gran Premio de Austria se había convertido ya en uno de los paraísos de Michael Schumacher en lo que al apoyo del público se refiere. El pentacampeón del mundo devolvió ese cariño con un dominio apabullante durante todo el fin de semana, una autoridad que ni un pequeño incendio en el paso por boxes durante la carrera impidió su tercera victoria consecutiva en esta temporada 2003.

En Europa y Norteamérica forjó su sexto título

El glamour del Principado de Mónaco añadió un poco más de incertidumbre al campeonato del mundo. Juan Pablo Montoya, que había amagado con la victoria en Austria, demostró su talento al volante para hacerse con la victoria en las estrellas calles monegascas, secundado en el podio por Räikkönen y por Schumacher, que sobre la pista protagonizaron un duelo apasionante como aperitivo del gran duelo por el título mundial. En Canadá, la segunda carrera en territorio americano de la temporada, el alemán se situó por primera vez al frente de la clasificación. Y lo hizo tras conseguir una ajustadísima victoria en el circuito Gilles Villeneuve, donde superó a los dos Williams BMW para sumar su cuarto triunfo de la temporada y comenzó a dominar a lomos de su ‘cavallino rampante’.

El regreso a Europa volvió a llevar la alegría a la familia Schumacher. Sí, a la familia, pues en las dos siguientes carreras (GP de Europa y GP de Francia) el triunfador fue Ralf Schumacher, que había sido segundo y que consiguió dos victorias consecutivas. Pero tampoco le fue mal a su hermano, que fue quinto y tercero respectivamente, pero quedó en ambos grandes premios por delante de su máximo rival por el título, lo que le permitió ampliar su ventaja hasta una cifra importante, considerando que el sistema de puntuación de aquella temporada otorgaba diez puntos al ganador y sólo puntuaban los ocho primeros clasificados.

Gran Bretaña, uno de los circuitos históricos del mundial, y Alemana, la casa de Michael Schumacher, fueron las dos siguientes carreras. En el trazado británico, Ferrari volvió al cajón más alto del podio, pero lo hizo gracias a Rubens Barrichello, que sumó así su primera victoria de la temporada. Schumacher, que terminó en cuarta posición, vio como Räikkönen subía al tercer cajón del podio y le arañaba un punto en la clasificación mundial, situación que se produjo a la inversa en territorio germano. En una carrera muy complicada para el alemán, el pentacampeón del mundo sólo sumó dos puntos tras acabar séptimo, pero un accidente del finlandés devolvió la diferencia en el mundial a unos guarismos anteriores al gran premio británico. La penúltima carrera en suelo europeo se disputó en Hungría. El gran premio magiar será recordado por todos, especialmente por la afición española, como la primera victoria de Fernando Alonso en la Fórmula 1. Por su parte, Räikkönen finalizó en segunda posición y Schumacher en octava, por lo que de nuevo la diferencia se redujo.

El hogar y la sentencia

La máxima categoría del automovilismo no podría entenderse sin Italia. El país transalpino cuenta con varias razones para justificar esta idea, siendo la primera de ellas que es una de las carreras que están en el mundial de Fórmula 1 desde su creación en 1950. La segunda, que a lo largo de la historia, pilotos, personal y equipos italianos han protagonizado algunas de las páginas más brillantes de la historia de este deporte. Y la tercera, que es la ‘casa’ de Ferrari. Monza, el templo de la velocidad, se convierte anualmente en una peregrinación de los ‘tifosi’, que inundan las gradas de color rojo y caballos negros para demostrar que el automovilismo y la Scuderia Ferrari es algo más que una afición, elevando su categoría a pasión e, incluso, a religión. Y fue precisamente en Italia donde Michael Schumacher dio un golpe casi definitivo para conquistar su sexto campeonato del mundo, pues consiguió su quinta victoria de la temporada y vio cómo el finlandés quedó en cuarta posición, lo que aumentó los decibelios de la afición italiana, que también vio al otro Ferrari en el podio gracias al tercer puesto de Rubens Barrichello.

Foto: Ferrari.

La Fórmula 1 viajó por última vez al continente americano, en esta ocasión para celebrar el Gran Premio de Estados Unidos. En el rapidísimo circuito de Indianápolis, Michael Schumacher logró su sexto triunfo de la temporada, lo que dejó el campeonato del mundo visto para sentencia. Una victoria que le llevó a disputar con mayor tranquilidad el Gran Premio de Japón, la última carrera de la temporada y en la que, pese al segundo puesto de Kimi Räikkönen y el octavo del piloto teutón, Michael Schumacher se proclamó por sexta vez en su carrera campeón del mundo de Fórmula 1, convirtiéndose en el piloto con más títulos de la historia y deshaciendo el empate con Juan Manuel Fangio, que al igual que él acumulaba cinco entorchados.

Así, el circuito de Suzuka vio cabalgar de nuevo con paso triunfal al caballo más rápido de la historia, que cabalgado por un ‘káiser’ alemán alcanzó una gloria inalcanzable hasta el momento por cualquier jinete que ha intentado igualar dicho éxito. Japón vio a un caballo italiano y un jinete alemán escribir la página más exitosa de la historia de este deporte, pero el destino quiso que el equino tuviera fuerza y velocidad suficiente como para alcanzar cimas aún mayores y dominar la historia de este deporte.