Como terminó; así empezó: enseñando las garras. Tan solo pasaban unos minutos de las nueve en punto de la mañana de la primera jornada de pretemporada cuando Mercedes puso en marcha su nuevo motor sin ningún atisbo de problemas. Si bien es cierto que no fueron los más rápidos ese día, ya que Sebastian Vettel se adjudicó el liderato de la tabla de tiempos con su Ferrari, se mostraron demoledores. Lewis Hamilton, que fue el encargado de hacer debutar a la nueva obra de ingeniería alemana, superó la friolera de las 150 vueltas sin inmutarse, con la radio puesta y las ventanillas bajadas. Esto es increíble, sobre todo si se tiene en cuenta que el asfalto estuvo mojado durante algunas horas, debido a la lluvia que azotó al circuito a lo largo de la noche anterior, y que en las tomas de contactos cabe la posibilidad de que aparezcan todo tipo de imprevistos que en teoría deberían estar solucionados.

Se puede decir que esto se fue adoptando como guión conforme iba transcurriendo la semana, dado que se fue repitiendo una y otra vez salvo porque, a partir de la tercera tanda, sus dirigentes decidieron aumentar aún más la igualdad entre sus dos pilotos titulares con el objetivo de que ninguno se viese perjudicado en la lucha interna que mantienen, permitiéndoles a ambos ponerse al volante en un mismo día, intercambiándose entre ellos la sesión matutina y la vespertina. Tanto es así que Nico Rosberg, que ya estaba preparado en el pit lane incluso antes de que el semáforo le diera luz verde para empezar a andar, recorrió nada más y nada menos que 800 kilómetros. Sí, 800, lo han leído correctamente; en definitiva, una auténtica barbaridad, una cifra difícil para muchos, inimaginable para otros y solo al alcance de una escudería que ya tenía prácticamente todo probado, es decir, que no sentía la necesidad de pasar por el box, porque todo parecía funcionar de manera inmejorable.

Por ello, aparentaban centrarse únicamente en la fiabilidad, en llevar los distintos sistemas al límite para asegurarse de que son capaces de completar la totalidad de las carreras dentro del número máximo de unidades de potencia permitidas, lo que tiene mucho sentido si realmente han sido capaces de construir un coche de un nivel superior al del resto, dado que la resistencia es quizás lo más complicado de examinar de forma teórica en la fábrica.

Cuando el final de los entrenamientos empezó a asomar la cabeza en el horizonte, los alemanes sí sacaron a relucir la parafina sobre las curvas de su chasis, pero, por supuesto, sin bajar en ningún momento el ritmo de trabajo, manteniendo la constancia que les caracteriza al tiempo que cosechaban una lista interminable de tandas largas, tanto con mucho como con poco combustible y con todo tipo de neumáticos. A pesar de algunos inconvenientes de escasa o nula relevancia, consiguieron completar absolutamente el programa que tenían previsto de cara a los días de pruebas, tal y como dejó claro el vigente subcampeón del mundo, y se perfilan como los grandes aspirantes para alzarse con el título por tercer año consecutivo, aunque desde la marca echen los balones fuera. La duda está en Ferrari, en si serán o no serán capaces de estar a la altura para pelear algunas carreras, pero, lo que se presenta como algo incontestable es que los germanos tienen entre sus manos un coche tan rápido como nos han acostumbrado en las pasadas campañas y con una fiablidad a prueba de bombas.

Ya queda muy poco para descubrir cuál será la tónica general que reinará en cada Gran Premio de 2016. De momento, nos quedá hacer cabalas.