Con el paso de los años se ha visto cuál es la política con la que Red Bull trata a sus corredores de casa. Los pocos que consiguen llegar a la Fórmula 1 empujados por unos resultados a la altura en las categorías inferiores ya pueden considerarse afortunados dentro del plan de jóvenes pilotos de la marca de bebidas energéticas. No obstante, ninguno se conforma con esto, todos y cada uno de ellos quieren seguir escalando hacia lo más alto pero la historia se va complicando.

Los debutantes se suman a las filas del hermano pequeño, el equipo Toro Rosso, donde tendrán que demostrar su valía a los mandos de un coche con un nivel cercano a la mitad de la parrilla. Si bien es cierto que la exigencia a la que se ven sometidos y la lucha interna con sus compañeros de box les supone una gran presión que tendrán que ser capaces de soportar para poder alcanzar los objetivos que se les piden, Helmut Marko (máximo responsable acerca de la continuidad de estos) acostumbra a mantener la paciencia duranta la primera temporada, independientemente de que sea más o menos buena, entendiendo que todos pueden tener un año distinto. Sin embargo, la historia cambia en la segunda ronda, en la que la puerta se puede abrir en cualquier momento.

Este es el caso de Carlos Sainz y Max Vestappen. A pesar de la gran campaña que se marcaron los dos en 2015, su jefe ha dejado claro que el contrato es solo un papel que se puede romper en cualquier momento: "En el programa de jóvenes pilotos de Red Bull tenemos contratos de larga duración. Todo el programa se basa en el rendimiento. Es muy claro: aquel que no rinda, se marcha".

Por otra parte, prefirió no pronunciarse ante la pregunta sobre a quién piensa ascender a la escudería punterá. Tan solo, comentó que el holandes, que el piloto que lo tiene contemplado en su contrato, tiene que ganarse el puesto: "Veamos qué ofrece. La segunda temporada suele ser más complicada que la primera".

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