La Copa del Mundo es fuente inagotable de historias. De leyendas que flotan en el aire de manera perpetua. Siempre en la memoria. En el recuerdo de todos hay alguna gran final, una semifinal épica, partidos de cuartos y octavos imborrables e, incluso, choques de primera fase históricos. Sin embargo, ¿alguien recuerda un tercer y cuarto puesto memorable? ¿Alguien ha ensalzado alguna espectacular final de consolación? ¿Alguien tiene en la memoria al ganador feliz con su medalla de bronce?

La final de consolación no consuela a nadie. Ni a los contendientes, que tras quedarse a un paso de la auténtica final ya están pensando en las vacaciones. Ni a los espectadores, que ven un partido más cercano a los amistosos de pretemporada a punto de empezar, que a un choque de Copa del Mundo entre dos de los cuatro mejores equipos del torneo.

Nadie afronta estos partidos con la máxima competitividad

Para Brasil, volver a jugar después de sufrir la mayor humillación de su historia en su semifinal contra Alemania será un auténtico martirio. Una victoria sería como cubrirse de un diluvio con una cucharilla de café. En Holanda no hay esas connotaciones. La derrota contra Argentina fue un palo, pero no se puede hablar de gran fracaso para la selección Oranje. Pero es que nadie, ningún equipo, afronta con la máxima competitividad este tipo de partidos. 

Por lo que sea, el fútbol no es como otros deportes, tipo balonmano o baloncesto, en los que estos partidos sí tienen el valor de alzarse con la medalla de bronce. De hecho, las medallas en fútbol son mera bisutería. Atrezzo. Adornos que a nadie le importan en un partido que no le importa a nadie. ¿A nadie?

A la FIFA sí parece consolarle la final de consolación

Alguien tiene que tener interés en que se juegue un partido más, en que se llene un estadio más, en que se vendan miles y miles de entradas más. A pesar de que la FIFA sea una entidad sin “ánimo de lucro”, en palabras de su presidente Joseph Blatter, la escandalosa cantidad de dinero que hay en sus arcas parece decir lo contrario. 

La entrada que se recaudará con los 72.800 asientos del Mané de Garrincha llenos, no tiene pinta de que vaya a ser donada a nadie. Y eso a pesar de que con lo que costó el estadio, que no albergará partidos del máximo nivel, podrían construirse 200.000 casas de protección oficial. Y eso que, de la descomunal inversión en este Mundial (más que Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 juntos), la FIFA se llevará la mayor parte de los beneficios. Y eso que, un país entero se ha visto privado de derechos fundamentales de cualquier estado de derecho para celebrar un torneo que no le ha dado ninguna remuneración. Ni económica ni deportiva. Pero eh, la FIFA no tiene ánimo de lucro.