Tarde o temprano tenía que pasar lo de Heysel, tal como tarde o temprano llega la Navidad”. Este cruel vaticinio pertenece a Nick Hornby, autor de Fiebre en las Gradas, la mejor obra escrita sobre el fenómeno del hooliganismo y sus diferentes variaciones nacionales. Un mal endémico que llegó a poner en jaque al Reino Unido y que fue la chispa de una de las mayores tragedias de la historia futbolística.

El 29 de mayo de 1985 Bruselas se tiñó de sangre por los cuatro costados. La capital de Bélgica había sido la elegida para acoger la considera como ‘final del siglo’ en la que se medían los dos equipos más en forma del continente. A un lado, la Juventus de Michel Platini, al otro un histórico Liverpool que había ganado tres Copas de Europa en menos de una década dorada. Pero el fútbol fue lo de menos en un atardecer sombrío en el que murieron 39 personas y 600 resultaron heridas.

Desde entonces se han elaborado mil fórmulas y atestados, en los que aparecen como factores fundamentales la acción de los hooligans ingleses, la desorganización del dispositivo policial y el pésimo estado del Estadio de Heysel, en el que una avalancha monstruosa sesgó las vidas y los sueños de 32 tiffosi italianos, incluyendo dos menores, cuatro belgas, dos franceses y un norirlandés.

“Lo que sucedió en Bruselas fue consecuencia de la evidente escalada de violencia en la que estaban inmersas las aficiones. Todos los chicos que rondábamos los 20, incluido yo, formábamos parte de una generación que perdió el control”, narra Hornby, uno de los pocos que se planteó dar respuesta a un suceso que mostró los tejidos cancerígenos del fútbol, todavía capaces de plantear un estado de alarma. Focos de agresividad endiablada surgidos de una inestabilidad social y económica en la que el ‘No future’ era la proclama más extendida.

Aficionados de la Juventus rindieron homenaje a las víctimas en el partido frente al Nápoles

¿Por qué la UEFA escogió Heysel? ¿Por qué se produjo la avalancha? Estas son algunas de las cuestiones que perforan la memoria de los familiares de las víctimas. Y en la boca de todos, la maldita zona Z, donde se produjo la mortífera avalancha.

La organización repartió 25.000 entre los aficionados de ambos equipos en un estadio con capacidad para 60.000. La UEFA reservó unas entradas para el público belga en la citada zona, que iba a ser neutral. Pero como suele suceder en este tipo de eventos, muchos de estos billetes fueron adquiridos por aficionados del Liverpool y la Juventus, circunstancia que provocó la coincidencia entre ambas hinchadas.

Así fue como la idílica Bruselas, capital europea de lo ecuánime sublimó en todas direcciones. A las siete de la tarde, el terror ya había comenzado a emerger. El ruinoso feudo provocó numerosos desprendimientos. Hooligans y ultras comenzaron a lanzarse piedras y botellas ante la pasividad de los escasos efectivos policiales. Entre ellos, una valla de alambre inútil. Una verja que fue derribada por los hinchas del Liverpool para asaltar la Zona Z.

Platini dio su primera Copa de Europa a la Juventus con un penalti inexistente. Fue lo de menos

La turba quiso huir y saltar hacia al campo ante la sangría que acechaba. Pocos consiguieron su objetivo y la mayoría quedó atrapada en una avalancha que generó imágenes de absoluta angustia, en la que perecieron 39 aficionados por asfixia y aplastamiento. Y después la Juventus ganó su primera Copa de Europa con un penalti inexistente notado por Michel Platini que supuso la puntilla para un día que mostró la peor cara de este deporte. Los jugadores entraron al campo una hora y media después de lo previsto. Irrumpieron en un cementerio en el que las mantas cubrían a duras penas los cadáveres, aunque ellos defendieron una y mil veces no ser conscientes de las circunstancias.

Margaret Thathcher: "Limpiaré el fútbol de hooligans"

Después vino otro deleznable espectáculo, el que acostumbran a protagonizar las autoridades, que se sumergen en una espiral de exención de responsabilidades. La UEFA apuntó directamente a los hooligans y la justicia condenó a catorce por homicidio involuntario. En el plano deportivo, el Liverpool quedó apartado durante seis años de las competiciones europeas, una sanción que se extendió al resto de clubes ingleses.

Esta medida condenó al fútbol del país gobernado por Margaret Thathcher al destierro. La Dama de Hierro encabezó una caza contra los hooligans mientras los grandes equipos afrontaban graves problemas económicos derivados de la pérdida de patrocinios o derechos televisivos.

Cuatro años después, Hillsborough: 96 aficionados del Liverpool muertos

Tras una década en lo más alto, la violencia silenció la década de prosperidad de un fútbol inglés que había asombrado al planeta. Las medidas del gobierno británico fueron contraproducentes. La táctica del encierro y persecución solo generó más violencia, que volvió a avergonzar a todo el mundo del fútbol en Hillsborough cuatro años después, cuando perdieron la vida 96 aficionados del Liverpool.

La Asociación de Víctimas de Heysel logró en 1989 que la justicia belga condenase por negligencia a la propia UEFA y a la federación del país centroeuropeo. El responsable de la seguridad del campo, Johann Mathieu, sería encarcelado años más tarde por negligencia criminal. Aficionados de la Juventus recordaron en el pasado partido frente al Nápoles a los 39 que perdieron la vida en un suceso que nadie debe olvidar ni borrar.