Gol de Francisco Valdés Muñoz. El Chamaco de Colo-Colo anota a puerta vacía en la vuelta de la repesca del Mundial de 1974. El máximo goleador de la liga chilena marca el tanto más amargo de su carrera. Es el 21 de noviembre de 1973. La selección de Chile acaba de conseguir la clasificación para el torneo intercontinental que se celebrará en la República Federal de Alemania. La Unión Soviética, su rival en este último trámite, ha decidido no presentarse. Alega cuestiones políticas y de seguridad. Son los primeros meses de la dictadura militar impuesta por Augusto Pinochet, cabeza visible del golpe de Estado militar contra el gobierno democráticamente elegido del socialista Salvador Allende, una intervención que dio al traste con el gobierno izquierdista de la Unidad Popular.

No hubo celebraciones tras el 1-0 inerte que permitió el pase de la hoy conocida como 'La Roja'. Fue el esperpéntico desenlace de una eliminatoria marcada por el caos. El destino quiso que Chile tuviera que vérselas con una potencia como la URSS, que pasó de ser aliada a enemiga con el brusco viraje político. La confrontación había tomado tintes de batalla.

Para el partio deida, Chile partió desde México al este europeo. La expedición fue retenida durante varias horas en el aeropuerto Sheremetyevo. Carlos Caszely, sin duda uno de los mejores futbolistas chilenos de todos los tiempos, fue retenido porque la foto de su pasaporte no coincidía con su aspecto. El Chino se convertiría en una de las figuras públicas contrarias a la dictadura. También tuvo problemas Elías Figueroa, Don Elías, El más grande, aquel que en 1988 hizo campaña favorable al sí en el referéndum realizado en Chile para decidir la permanencia del régimen pinochetista. Dos ídolos, dos polos, dos realidades dentro de un mismo conflicto fraternal.

Frío, sudor y ventaja chilena

El combinado latinoamericano tuvo que enfrentarse en el primer duelo temperaturas bajo cero y una estruendosa pitada de las más de 60.000 almas que se congregaron en el Estadio Central Lenin, hoy conocido como el Olímpico Luzhnikí, donde el FC Spartak Moscú disputa sus partidos como local, al igual que lo hace la selección rusa, siguiendo la tradición del equipo soviético.

El colegiado de la ida, Armando Marques, fue acusado de anticomunista

El equipo dirigido por el mítico Luis Álamos Luque mantuvo su puerta a cero. El Zorro fue capaz de armar un plan perfecto para contrarrestar la figura de jugadores como Oleg Blokhin, el mejor delantero que tuvo la URSS, con la que marcó 42 tantos en 112 convocatorias. Ucraniano de nacimiento, Blokhin fue elegido diputado en 2002 por el ex comunista Partido Social Demócrata Unido de Ucrania y fue seleccionador de los Zbirna en dos períodos: 2003 y 2007; 2011 y 2012.

Las crónicas del momento cuentan que el partido fue bronco en exceso y algunas achacaron un alto grado de permisividad al juez de la contienda, el brasileño Armando Marques, del que se llegó a decir que era un confeso anticomunista. Años después, el árbitro negó cualquier trato de favor, pero eran tiempos demasiado oscuros como para disipar ese tipo de sombras, tiempos en los que el enemigo vivía a la vuelta de la esquina. O eso se creía.

La "tranquilidad total" de la FIFA

Durante el gobierno de Allende, Chile había establecido cordiales relaciones con todo el bloque soviético. La relación disgustó a Estados Unidos, quien apoyó la dictadura. El derramamiento de pólvora impidió cualquier tipo de celebración. El triunfo era una obligación, pero sólo en la trinchera abierta entre el fascismo y el comunismo.

El Estadio Sausalito fue propuesto como alternativa para el partido de vuelta

La redonda, más que un cuero conducente a la felicidad, era una granada con efectos desconocidos. Conscientes del uso que se le había adjudicado al Estadio Nacional, hubo dudas acerca de la plaza escogida para el partido de vuelta. Se propuso como escenario para el partido decisivo el Estadio Sausalito, feudo que ya había sido utilizado durante el Mundial del 1962 y donde el Everton de Viña del Mar disputa sus partidos como local.

La Junta Militar rechazó esta alternativa. Todo debía pasar por la capital. Nada debía ser anormal, y menos un partido de fútbol. Si Chile jugaba siempre de local en el Nacional, ningún acontecimiento, por turbio que fuese, debería alterar esta rutina. Se corrió un tupido velo.

La cortina de humo vino acompañada de una profunda limpieza del estadio para eliminar todo rastro de sangre o cualquier vestigio de tortura. Todo para convencer a la FIFA, que mandó varios emisarios para realizar un informe. “Lo que vimos fue tranquilidad total”, concluyeron los informadores, en un acto de complicidad con los torturadores.

"No jugaremos en un estadio salpicado con sangre de patriotas chilenos", afirmó la Federación Soviética

La URSS puso el grito en el cielo. Todo el bloque socialista se movilizó para evitar que el campo de la comuna de Nuñoa acogiese el duelo. Al no conseguir su propósito, los soviéticos se negaron a viajar a Santiago de Chile. Emitieron un contundente comunicado en el que argumentaron que no jugarían en un estadio “salpicado con sangre de patriotas chilenos”. La noticia de la suspensión llegó a ‘La Roja’ la noche antes del duelo. “Todo aquello para los que estamos comprometidos con la libertad era triste”, afirmó Carlos Caszely. Fueron obligados a salir al césped del Nacional, un estadio semivacío, sin rival, sin ansia, sin alma.

Del frascaso mundialista al anhelo de la Copa América

Los chilenos sacaron cariacontecidos de centro. El Chamaco Valdés llegó hasta la portería sin arquero y esperó los flashes de los fotógrafos. Gol, fin y muerte. Después, un amistoso teatral contra el Santos brasileño para entretener a aquellos que habían abonado su entrada. Y entonces llegó el Mundial de Alemania 1974, una cita para demostar el poderío de la nueva tesitura chilena.

Nada más lejos de la realidad. El cuadro sudamericano no fue capaz de conseguir una sola victoria. La tragicomedia se completó como todas las malas novelas, con un final esperado y desolador. Este sábado Chile busca recuperar la gloria añorada, anhelo de una dorada generación nacida en tiempos de represión que busca liberar al fútbol del fino país de las derrotas del pasado. Hoy sí, el pueblo parece haber vencido, gracias a los peloteos de un combinado unido que rema hacia un laureado manantial.