Se cumplen prácticamente dos años de aquel momento. El Borussia Dortmund, tras un par de años deslumbrando en la Bundesliga, alcanzaba el punto culmen de su proyecto logrado un puesto en una final de la Liga de Campeones casi 16 años después. En el extremo opuesto, un Wolfsburgo desorientado y sin un plan de futuro excesivamente definido, veía acabar otro nuevo año de sin sabores, donde incluso se llegó a ver sumido en los puestos peligrosos de la clasificación. De nuevo en el presente, el Borussia Dortmund más gris de los últimos años, pondrá fin al camino que inició hace siete años, viéndoselas con otro club, el Wolfsburgo, que apenas inicia el suyo, en una final con tintes de cambio de testigo.

Su primera vez

Subcampeón de la Bundesliga, cuartofinalista de la Europa League y como colofón, con posibilidades reales de levantar un trofeo como la Copa de Alemania. Pase lo que pase en la final, este ha sido el año del Wolfsburgo. El año en el que toda su buena gestión, su ir quemando etapas, su extraordinaria proyección, pasó de buen augurio a realidad, pues el Wolfsburgo, de nuevo, es un grande de Alemania. Un grande con un proyecto que pese a sobrepasar a duras penas los dos años de vida, crece y crece a una velocidad desorbitada.

Detrás de todo este apoyo económico, yace un club en el que las cosas se están haciendo realmente bien

Muchos se escudarán en su potencial económico, y en parte no se equivocarán. La Volkswagen, principal acreedora económica del club, decidió hace dos años apostar por un proyecto fuerte, poniendo a disposición del club una capacidad financiera inalcanzable para los otros 16 equipos de la competición, y la cuantía de los fichajes desde entonces se han contado por decenas de millón. No obstante, detrás de todo este apoyo económico, yace un club en el que las cosas se están haciendo realmente bien. Un club con una gran infraestructura deportiva; un club que no paga un euro más de lo estrictamente necesario y, sobre todo, un club que tiene claro que el dinero es solo una pieza más del complicado puzzle que supone la gestión de un club deportivo.

El sábado a las 20:30 el Wolfsburgo vivirá la que es la primera gran posibilidad de sumar un trofeo a un proyecto  que, pase lo que pase, solo puede seguir sumando en positivo. Kevin De Bruyne, el increíble estado de forma de hombres secundarios como Caligiuri o Vieirinha o el acierto goleador de Dost, serán las armas de unos lobos que seguramente salgan a Berlín a ser los protagonistas. Nada que perder y mucho que demostrar son los argumentos más sólidos con los que cuenta un Wolfsburgo que, dos años después, se planta en una final contra el Borussia Dortmund con un ligero halo de favoritismos. Quién lo iba a decir.

Tócala una vez más, Kloppo

Resulta curioso. Tras un año para olvidar, repleto de desazón y desasosiego para la hinchada borusser, el equipo llega a este último partido sumido en uno de los momentos más emotivos de su historia reciente. Y resulta curiosos porque hablamos de un club que lo ha sido todo en los últimos años a muchos niveles (futbolístico, social, cultural…). Cómo puede ser entonces que justo ahora, en una final de copa que tapa un año muy gris, se llegue a este momento tan conmovedor. La respuesta es bien simple, y viene personificada por un hombre de pelo rubio, barba y una personalidad tal, que ha logrado ser la imagen de una marca tan gigantesca como es la del Borussia Dortmund.

Ganar por él, por el hombre que se desfondó por llevarlos hasta lo más alto, por Kloppo

Siete años después, Kloppo abandona el club de sus amores. Y no lo hace con afán de seguir escalando en su carrera personal, ni tampoco por los resultados deportivos, y mucho menos lo hace por algún tipo de problema con el club. La razón es más simple: el camino de Jürgen Klopp como líder del Borussia Dortmund ha tocado a su fin. Y qué mejor forma de poner punto y final a una etapa tan gloriosa que levantando el que podría ser el último título de esta maravillosa generación. He aquí toda la información deportiva que uno necesita saber sobre los renanos en los momentos previos a la final.

El buen momento de forma de Aubameyang, los recurrentes problemas en la creación y la defensa, la baza Reus, el posible último partido de algunas de las grandes figuras que han representado la mejor versión del club en los últimos años…. Todo pasa a un segundo plano dado el momento en el que llega el equipo. Llegarán las 20:30, llegará la hora de poner el balón a rodar, y entonces una única cosa pasará a tener valor: ganar. Pero no ganar por sumar un título más, ni por ningún tipo de aliciente económico o deportivo; sino ganar por él, por el hombre que se desfondó por llevarlos hasta lo más alto, por Kloppo.

Análisis previo

En cuanto a lo meramente futbolístico, dada la idiosincrasia de uno y otro equipo cabe esperar una final muy abierta. Con unos  engranajes defensivos que no pueden presumir, ni mucho menos, de ser los más fiables del país, ambos equipos saben que su fuerte reside en su línea ofensiva. Es de esperar pues partidos imperfectos de uno y otro atrás, por lo que el que logre hacer brillar más a su cuartero ofensivo tendrá muchas papeletas de hacerse con la victoria. Más allá de este aspecto, el Wolfsburgo parece, será quien busque ser protagonista con el balón, mientas que los aurinegros trataran de hacerse fuertes con sus transiciones rápidas tras presión en campo rival.

El que logre hacer brillar más a su cuartero ofensivo tendrá muchas papeletas de vencer

Individualizando más el análisis, dos hombres, Kevin De Bruyne en un lado y Marco Reus en el otro, están predestinados a ser los termómetros de sus equipos. Un duelo entre posiblemente dos de los tres mejores jugadores de Alemania, con el permiso de Robben, cuyo protagonismo, eso sí, deberá estar bien secundado por los Aubameyang, Dost, Caligiuri, Mkhitaryan… En definitiva, un partido con dos equipos que no entienden el fútbol desde otro prisma que no sea el de atacar para hacerse con la victoria.