El partido que enfrentaba al 1860 Múnich y al Holstein Kiel era mucho más que un simple partido de futbol. Era el partido que podía subir a la segunda mejor liga del país a un equipo de tercera división que, años atrás, en el 1911, fue campeón de la máxima competición nacional. Pero también, era el partido que podía hundir entre las sombras a un equipo histórico como el 1860 Múnich. Por eso, y por todo lo que ello conllevaba, este no era un partido cualquiera.

El partido comenzó con un dominio un tanto ficticio por parte de los locales. Ficticio porque apenas duro siete minutos, hasta el minuto en el que le anularon un gol al Holstein Kiel. A raíz del gol anulado, los visitantes fueron de menos a más hasta que, en el minuto 16, Kozier anotó el primer tanto del partido después de rematar en el segundo palo un balón peinado en el primer poste. Este gol anulaba cualquier posibilidad de prorroga y obligaba al equipo local a meter un mínimo de dos tantos antes del final de los 90 minutos para mantenerse en la categoría.

A partir del gol, el partido entró en un ritmo muy lento y trabado, hasta el punto de cometer más de 16 faltas en la primera mitad. Daba la sensación de que ninguno de los dos equipos quería construir su juego, sino que solamente querían destruir el del rival a base de faltas. Al final de los primeros 45 minutos, el miedo y el nerviosismo se fue apoderando de los jugadores locales. Sus ataques se basaban básicamente en centros colgados desde el lateral del campo, sobre todo desde el flanco derecho, la banda del ex del Valladolid, Valdet Rama. Valdet Rama estuvo muy participativo durante todo el encuentro, pero le falto precisión a la hora de poner los centros a sus compañeros.

Final Vibrante

La segunda mitad comenzó con un Holstein Kiel bien plantado en el campo, sabedor de que ese resultado les valía para lograr el ascenso. Pese a ese primer dominio visitante, el 1860 Múnich metió el miedo en el cuerpo al rival después de que el colegiado les anulara el tanto que hubiera supuesto el empate. El ritmo, como en la primera mitad, siguió siendo muy trabado y se siguieron cometiendo muchas faltas que interrumpieron el partido una y otra vez.

Alrededor del minuto 65, después de una buena ocasión para el 1860 Múnich, el partido cambió drásticamente y se fue decantando hacia el lado local. Los locales se fueron a por el empate, encerrando atrás a su rival. Pese a todo, el 1860 Múnich se expuso en exceso y los visitantes lo aprovecharon en más de una ocasión, lanzando severas contras que por los postes y por la actuación estelar del meta alemán Eicher, no acabaron materializándose.

Gracias a ese ímpetu, fruto del instinto de supervivencia, llegó el primer tanto de la noche para el equipo muniqués, después de que un tiro de Adlung desde la frontal, cruzara una nube de piernas para meterse en el fondo de la red. Ese gol les daba vida y razones para creer que la remontada era posible. El final fue trepidante y ambos conjuntos tuvieron ocasiones para llevarse el partido. Aun así, el que se llevó el gato al agua no fue otro que el 1860 Múnich. Corría el minuto 91, cuando Bulow, después de que un remate de un compañero golpeara en la madera, envió el balón a la red, poniendo el 2-1 final. Tras unos tres minutos de añadido que se les hicieron eternos a los jugadores locales, llegó el final del partido, y con él, la locura y las lágrimas de felicidad en los jugadores muniqueses.