Todo sucedió durante el invierno de 2014. El Wolfsburgo, tras una temporada anterior para el olvido, había resurgido de sus cenizas. Con Hecking a la cabeza, y Luiz Gustavo como gran aval de progreso, los lobos habían completado una primera vuelta magnífica, poniendo así las primeras piedras de un proyecto ilusionante. Dentro de ese equipo, un hombre, un brasileño sumergido en una segunda juventud, era el alma, la chispa y la magia. Se trataba de Diego Ribas, quien tras una exhibición descomunal en la primera vuelta, cumpliría sus deseos marchando a Madrid a jugar para el Cholo. Allofs empezó a trabajar entonces en un repuesto de garantías. A los pocos días, De Bruyne desembarcaría en la Baja Sajonia.

Y explotó

Casi un año y medio después de aquello, y tras superar un duro proceso de adaptación, el proyecto de líder se ha convertido el mejor jugador del año en la Bundesliga.

Casi no hay palabras para describir lo que De Bruyne ha hecho este año en Alemania. Tras un buen final de temporada 2013/2014, y un notable Mundial, el Wolfsburgo iniciaba esta temporada con muchas miras puestas en el que era su jugador franquicia. Haciendo caso de los antecedentes, quien más, quien menos, era fácil esperar un buen año del belga. Su potencial y lo mostrado en el Mundial de Brasil, hacían presagiar un pasito más en el proceso evolutivo del mediapunta este año. Una mejoría, un mayor grado de importancia en el equipo. Lo que no entraba en los planes era lo que vino después

A sus ya conocidas capacidades, De Bruyne sumó un factor diferencialHecking, inteligente y sabedor de lo que el belga era capaz de dar, montó un equipo a su alrededor, y el belga explotó, e hizo explotar. Y es que, a sus ya conocidas capacidades, De Bruyne sumó un factor diferencial. Ese factor que aparece de vez en cuando. Ese que distingue a los buenos jugadores de las verdaderas estrellas de este deporte. Llámenlo trascendencia, llámenlo eficacia, llámenlo peso o llámenlo como quieran pero, a sus 23 años, Kevin De Bruyne se echó al Wolfsburgo a la espalda, lo hizo suyo y empezó a ganar.

El termómetro del equipo, el líder anímico y espiritual. El hombre que marca el cuándo, el cómo y el por qué. Pues para definir a lo que juega este Wolfsburgo, uno solo tiene que acudir al belga. El Wolfsburgo late su ritmo, es más, el Wolfsburgo lleva implantado el ADN de Kevin. Esté o no en el campo (cosa que ha ocurrido muy pocas veces desde su llegada), los lobos se mueven, combinan y juegan como lo haría De Bruyne. Verticales, veloces, muy incisivos y letales, con la portería siempre puesta entre ceja y ceja, tratando de convertir los choques es puro vértigo, puro dinamismo. Tal y cómo lo hace De Bruyne, tal y como lo hace el Wolfsburgo.

Arquitecto y ejecutor

Antes de esta temporada sabíamos de Kevin De Bruyne que era un hombre distinto. Un pequeño mago pelirrojo capaz de cabalgar y cabalgar sorteando rivales, con driblings rápidos precisos y poco cargados. O bien, capaz de agarrar la bola en tres cuartos, buscarse su sitio y filtrar un delicado pase entre líneas. Porque los magos son eso. Ilusionistas con las aptitudes necesarias para, en su intermitencia, aparecer de la nada, sacar su barita y crear un chispazo tal que nos abra los ojos, nos levante del asiento y hasta nos haga gritar y aplaudir de júbilo. En definitiva, seres capaces de envolvernos de felicidad durante unas milésimas de segundo.

Rendimiento
Competición Partidos Goles Asistencias
Bundesliga 34 10 21
DFB Pokal 6 5 5
Europa League 11 1 2
TOTAL 51 16 28

Pero ahora figúrense que ese mago, ese ilusionista, se pusiera el mono de trabajo y empezara a canalizar todo ese don en goles, asistencias o lo que es lo mismo, en puntos reales para su equipo. Esto es lo que Kevin De Bruyne ha sido este año. 16 goles y 28 asistencias contabilizando las tres competiciones, una auténtica barbaridad para un chico que apenas alcanza a cumplir los 23 años de edad. El hombre idea la jugada, quien le da forma y también, en muchas ocasiones, quien la ejecuta. Atrás quedaron sus meses de proyecto de gran jugador, pues De Bruyne, pese a su corta edad, es ya una realidad.

Imagen: ESPN

Tras la exhibición mostrada este año, muchos han sido, y serán, los clubes que andarán detrás de él. Pero no se engañen. Pese a lo que pueda parecer, dado su escaso bagaje europeo y las numerosas salidas de tono del agente del belga, el Wolfsburgo es, gracias al dinero de la Volkswagen, una de las economías incipientes del continente europeo (como así demuestran sus últimas adquisiciones), por lo que no será nada fácil, por no decir barato, pescar al auténtico jugador franquicia del ambicioso proyecto de los lobos. Los todopoderosos del continente deberán rascarse bien el bolsillo si de verdad ansían hacerse con la que es hoy en día una de las grandes sensaciones del fútbol mundial.