Jugarse el todo por el todo. Pocas veces una frase tan rumiada había sido seguida tan al pie de la letra. Bayer Leverkusen y Roma, grandes favoritos para acompañar al Barcelona como segundo clasificado, afrontaban su momento más decisivo en la Fase de Grupos. Estaba prohibido perder, así que ambos se amarraron bien los machos y ofrecieron un espectáculo digno de una noche europea. Desenfreno, alternativas, goles y mucha emoción, en un partido difícilmente olvidable para cualquiera de sus aficiones.

Desencadenados

Y cómo todo espectáculo, éste tuvo un inicio, una chispa de apertura. En este caso esa chispa fue la pareja Chicharito y Calhanoglu, artífices del 2-0 aspirinero antes de que se cumpliera el 20 de juego. El primero de ello se produjo cuando los más tardones tomaban asiento. En el minuto tres, el turco recibió en la lateral del área un gran envío de exterior de Wendell, centró y el cuero rebotó en la mano de Torosidis. El árbitro, tras chivatazo de su auxiliar, pitó penalti y Chicharito transformó con sutileza al lado opuesto del vencimiento de Szczesny.

El Bayer Leverkusen, pese al inicio mandón de la Roma, se adelantaba pronto, lo que ni hizo variar los planes a Schmidt. Ante un cuadro romanista dominador de la posesión, que trató en todo momento de llegar jugando a campo rival, los aspirineros plantaron una efectiva presión, tanto en el achique como en el corte. La Roma la movía, pero siempre acababa cayendo en el error, hasta que en el 20, Chicharito aprovecharía uno de esos errores para abrir nuevamente a Calhanoglu. Éste devolvió el envío a su compañero en forma de una asistencia formidable y el mexicano, a la segunda, puso el 2-0.

Los aspirineros plantaron una efectiva presión, tanto en el achique como en el corteCasi sin despeinarse, los germanos ponían mucha tierra de por medio. Algo que, de nuevo, no les haría variar ni un ápice su estrategia. Por su parte, la Roma no tardaría en recuperarse del golpe y serenaría su juego poco a poco. Sumó precisión a su juego, reduciendo el número de pérdidas, y empezó a cercar seriamente el arco de Leno. Así, llegada la media hora, un córner botado por Pjanic, y mal defendido por el Leverkusen (al que faltó contundencia), fue a caer a De Rossi, que redujo distancias antes del descanso.

La Roma crecía, y el Leverkusen, lejos de venirse abajo e intentar preservar la ventaja, asumía el intercambio de golpes. Se vivieron entonces los minutos más abiertos del choque, con ambos equipos lanzándose con todo en busca del marco rival. Eran instantes de incertidumbre, en los que el gol podía caer de cualquier lado, y donde los recurrentes problemas del Leverkusen para defender el balón parado acabarían dictaminando sentencia. En el 37, Pjanic puso un balón lateral y De Rossi, totalmente libre de marca, solo tuvo que volver a empujarla para empatar el choque y dar así paso al ansiado tiempo de descanso.

Hasta que el cuerpo aguante

Tras la alocada y frenética primera mitad, cabía esperar un segundo tiempo más calmado, después de que los entrenadores hubieran metido el bisturí para remendar desajustes. Nada más lejos de la realidad. Con el silbatazo del señor Kassai, las hostilidades retornaron por el mismo punto en el que se habían quedado en la primera y el desenlace de acontecimientos no se hizo de esperar. Partido abierto, alternancia en el dominio y lluvia de llegadas por parte de unos y otros.

Tercer balón parado, tercer golpeo de Pjanic y tercer gol romanistaNo obstante, al contrario que en la primera, esta vez la envalentonada era una Roma, que supo aprovechar ese empuje para ponerse por delante por primera vez en el electrónico. Tercer balón parado, tercer golpeo de Pjanic y tercer gol romanista. Pero ésta vez no sería tras un centro al área, sino con un extraordinario libre directo del bosnio (marca de la casa), que le coronaba como uno de los nombres del encuentro. El tanto no pareció afectar en demasía al Leverkusen que, fiel a su ADN, no tardó un segundo en retomar su búsqueda del gol.

Pero esta vez, la Roma no sería tan considerada como el Bayer en la primera parte, y tapiaría su defensa en pos de cerrar el partido. Al Bayer se le atragantaría entonces el juego, abriendo una enorme posibilidad a los italianos de cerrar a la contra. Falqué (recién ingresado) la estrellaría en el larguero en la primera contra de peligro real, pero pocos minutos después se reharía de su error. En su enésimo desmarque a la espalda de la defensa, Gervinho sacó petróleo, cedió al español y éste solo tuvo que empujarla ante la impasible mirada de Leno.

Tiempo para la épica

Era el minuto 74 de un partido que se ponía excesivamente cuesta arriba para los de Schmidt. La Roma, con dos tantos a favor, gozaba bien parada de su dicha y todo hacía pensar que el partido había muerto ya para el tierno Leverkusen. Sin embargo, si hay algo que viene caracterizando a los renanos en los últimos años (más allá de su excesiva dulzura defensiva) es su negativa a dar nada por perdido. Y así fue. Kampl, en el minuto 84, se inventó un zurdazo contra la escuadra de Szczesny. 3-4. Y sólo dos minutos después, el propio Kampl filtró para Wendell, éste centró raso y Mehemedi, sólo, puso las tablas. La oda de la noche leverkusiana tocaba a su fín.

Así fue la historia de una de los choques más increíbles que nos deja la presente Champions League. Bayer Leverkusen y Roma ofrecieron un magnífico duelo en cuanto atractivo, en el que el Leverkusen estuvo a punto de pagar su calidez habitual, pero que finalmente supo ser justo con la épica reinante en el desarrollo del mismo. Con el empate, ambos equipos quedan separados a dos puntos en la clasificación, por lo que el Olímpico de Roma será el encargado de dictar justicia.