Cerca de 17 años se cumplen desde su último enfrentamiento. Corría el verano del año 1998. Por un lado, la Francia capitaneada por Didier Deschamps, inundada de ilusión por hacer historia ante su gente en un Stade de France repleto de banderas tricolores. Por otro, la Brasil de Cafú, Rivaldo, Ronaldo, Roberto Carlos y su capitán Dunga.

Entonces, la fiesta nacional francesa del 14 de julio se adelantó dos días. La selección del gallo pasó por encima del conjunto entonces cuatro veces campeón del Mundo. Con el plus de jugar en casa, ante el mejor combinado del mundo y con la posibilidad de inscribir su nombre en los anales, los gallos hicieron de menos a los ahora pentacampeones. Zidane, hasta en dos ocasiones, y Emmanuel Petit pusieron los goles; y Deschamps levantó la ansiada Copa del Mundo ante los ojos de un Dunga que veía morir la oportunidad de proclamarse bicampeón mundial en su ultima participación en esta cita. En tierra hostil, Brasil perdía ante una selección que comenzaba a plantar su huella en el libro que compone la historia del fúbtol.

Así cumplió Francia un sueño compartido entre Deschamps y Dunga. En una pugna entre dos líderes a la sombra, el capitán francés arrebató al brasileño su segunda y última conquista mundial, llevando a las vitrinas de la selección francesa el primer título de este calibre. 

Hoy, Dunga ocupa el banquillo de Brasil y Deschamps el de Francia. Un Dunga en cuya memoria aún se balancea el recuerdo de una final para el olvido, la disputada por su país en 1998. Dispuesto a servir la venganza en plato frío, y aunque sea en un encuentro amistoso, el seleccionador brasileño vuelve la mirada desafiante hacia Deschamps, con quien abrió un capítulo negro que ahora quierre cerrar bajo llave.