Después de la tempestad siempre llega la calma, dicen los lobos de mar. Aunque suene a tópico, esta es una verdad universal que todo el mundo debería grabarse a fuego, porque nunca falla. Ni siquiera hace falta que haya costa cerca: en la Urbe, los dominios de Neptuno se limitan al Tíber, en menor medida al Aniene, y si acaso a los múltiples nasoni que se encuentra uno casi en cada esquina y que tan bien vienen para luchar contra el agobiante calor veraniego. Sí, vale, está Ostia, que administrativamente pertenece al desmesuradamente grande término municipal, y además es la patria chica de la muy romanista familia De Rossi, pero hay que meterse media hora de tren para llegar (y, por si lo están pensando para su próximo viaje vacacional, no hay gran cosa que ver ni las playas están demasiado limpias).

Tampoco se tomen lo de "nunca falla" como una barra libre a la temeridad o a la desidia. Para que las cosas funcionen también hay que poner un poco de esfuerzo e iniciativa. Y de eso la Roma de hoy tiene para aburrir, tanta que ni siquiera le hace falta demostrar todo su potencial: con la cuota justa le llega. Tras el jaleo del partido contra la Juventus, y correspondiente resaca con declaraciones más o menos altisonantes, por fortuna hemos vuelto a la normalidad, que es la pelota rodando sobre el césped. En ese sentido, a día de hoy, obviando a los turineses, el equipo de Totti y compañía no tiene rival en toda Italia.

Una Loba herida en su orgullo que necesitaba hincarle el diente a alguienApenas cinco minutos bastaron para demostrarlo una vez más. En rigor, algo menos, porque muchos no habían tenido tiempo de sentarse en sus asientos cuando los chicos de Monsieur García (ese hombre de quien el Capitano, no sabemos si por innecesario peloteo o por pura sinceridad, acaba de decir que ha sido el mejor entrenador de sus años como profesional) ya habían protagonizado un par de ataques. En uno de ellos Maicon consiguió forzar un córner, lo que permitió a los locales incorporar rayas blancas al rojo de sus camisetas: Pjanic se disfrazó de Koke y Destro, de Godín. No habían roto a sudar y ya se oía la frase, que, según el dicho popular, es la más bonita del mundo, incluso por delante de "ti amo": "Roma in vantaggio!"

Al Chievo el golpe le sentó fatal, pero en el fondo casi se lo esperaba. Corini planteó un esquema 3-5-2 en el que los dos "carrileros", Sardo y Biraghi, raramente se atrevían a pasar del centro del campo. Confiaban en que la muralla fuera suficiente para detener las acometidas de una Loba herida en su orgullo que necesitaba hincarle el diente a alguien, a quien fuera. Tuvieron la mala suerte los veroneses de ser los que pasaban por ahí. Y eso que la Roma, por decisión técnica, no sacó su (presunta) artillería titular, con Gervinho y Florenzi en el banquillo. Ljajic, por una vez más o menos inspirado, y un Destro deseoso de ganarse una titularidad que si no fuera por su mala cabeza ya tendría garantizada, hicieron que no se les echara de menos.

El ariete ascolano estuvo a punto de redoblar la ventaja casi enseguida, con un par de centros que no llegó a rematar por un pelo. En realidad todo el frente de ataque de los de casa deseaba finiquitar el partido cuanto antes. Las pocas veces que el bando local no tenía el balón, la defensa, comandada por el sobresaliente Astori, se encargaba de evitar cualquier peligro. En una de las escasas oportunidades en que el balón entró en el campo de la Roma, cayó a pies de Totti, quien pareció despejar de un patadón. Pero no, tan tosco recurso no es propio de un fuera de serie como él; en realidad se trataba de un pase de más de 40 metros directamente al pie de Ljajic. El serbio controló, encaró al único defensa que vino a estorbarle (los demás se dedicaban, unos, a mirar musarañas, y otros, a cazar gamusinos), le desbordó por la derecha y soltó un zapatazo que se coló, imparable, junto al palo largo.

Un pestañeo después, en otro ataque romanista, los defensas clivenses sí estuvieron un poco más activos. Quizás demasiado. Dainelli se confundió de fútbol, pensando que se trataba del americano, e hizo un placaje a De Rossi dentro del área. El penalti, clarísimo, lo lanzó el habitual Totti, que con este gol suma, atención, 237 en toda su carrera en la Serie A. Todos no con el mismo escudo en su camiseta (cuánto daño ha hecho el marketing), pero sí para el mismo club.

Ventaja de 3-0 con sólo media hora jugada. ¿Y ahora qué hacemos? Esto ya está resuelto, nosotros no queremos hacer más sangre y vosotros, seamos sinceros, no tenéis nivel para darle un susto a De Sanctis. Así que ¿qué tal si nos limitamos a dejar el tiempo pasar y hacemos el paripé de atacar de vez en cuando, para que el público no se queje? Algo así debió decirle el entrenador de la Roma a su homólogo del Chievo, porque a partir de ese momento no se vio nada de interés sobre el césped.

Antes del partido lo sensato habría sido apostar por un marcador más abultadoFue una hora de los capitalinos regodeándose en su aplastante superioridad, cubriendo el expediente con disparos lejanos (alguno casi entra) y moviendo el banquillo para darle oportunidades a gente poco habitual, como Paredes o Uçan. Al turco quizás habría estado bien verle un poco más, no sólo los postreros cinco minutos en los que apenas le dio tiempo a hacer acto de presencia. En las filas amarillas, la nada más absoluta. Lo que tampoco es de extrañar, dado que la referencia ofensiva (del verbo ofender) es Maxi López, ese hombre que, aun habiendo pasado (inexplicablemente) por Barcelona y Milán, sale más a menudo en las revistas del corazón que en los diarios deportivos.

En el fondo, nada inesperado. Las diferencias entre ambas plantillas son tan grandes que, de hecho, incluso antes del partido lo sensato habría sido apostar por un marcador más abultado. El Chievo, que ni en sus mejores sueños contaba con puntuar hoy, aun así tendrá que ponerse las pilas para escapar de un descenso en el que, a falta de los partidos de mañana, todavía no ha caído, pero con sólo 4 puntos en siete jornadas le va a ser difícil de evitar. Para la Roma, llamada a mayores empresas, el encuentro de hoy no tiene significado alguno. Es, simplemente, el pan nuestro de cada día. Hay gente que en su trabajo se dedica a cuadrar balances, otros aprietan tuercas, y los giallorossi golean a rivales inferiores. Este partido no ha sido más que burocrática y tediosa rutina.