Una de las cosas que hacen especial al fútbol con respecto a otros deportes es que no depende tanto como los demás de la estadística. Puede ocurrir que, partido tras partido, un equipo demuestre ser mejor, mucho mejor, que su rival y, sin embargo, el día que se enfrenten, la película tome un guion inesperado. Es raro, muy poco probable, pero puede pasar que uno de los equipos más modestos del campeonato rasque un resultado positivo del campo más inexpugnable.

Algo así parecía que iba a pasar en Roma. El marcador al descanso era inconcebible. ¿Quién es el Sassuolo, qué aporta este equipo al mundo, por qué está jugando en Serie A? Esto se preguntaban muchos hinchas giallorossi antes de comenzar el partido, confiando en que los suyos consiguieran una victoria fácil, otra más, que les permitiera acortar distancias con la todopoderosa Juventus.

Sin embargo, la extraña alineación que planteó Monsieur García, sumada al derroche de actitud de los visitantes, iba a sumir desde bien pronto a la Loba en un baño de realidad. Sin comerlo ni beberlo, con el encuentro recién comenzado, los visitantes se iban a encontrar con una ventaja que ni en sus mejores sueños habrían imaginado: era el minuto 18 y ya iban dos tantos por encima. Ambos obra de Zaza, un delantero atípico, con una estética peculiar, pero que está dispuesto a demostrar que incluso desde un equipo pequeño se puede entrar en el selecto grupo de los mejores.

El primero fue consecuencia de un error garrafal de De Sanctis, un excelente guardameta al que últimamente se le ve un tanto descentrado, sufriendo fallos impropios de su veteranía. En esta ocasión, tras un pase que controló con todo el tiempo del mundo, tardó siglos en controlar con sus pies y dar el patadón hacia adelante que mandan los cánones del buen portero. Con tanto retraso, dio la oportunidad al 10 de los emilianos de plantarse delante de él y tapar su despeje, con la buena fortuna de que el rebote en su cuerpo se marchó directamente a portería.

Apenas un rato después, el despiste fue de los centrales, que se equivocaron a la hora de tirar el fuera de juego y salieron hacia adelante demasiado tarde. El juez de línea vio bien que Zaza estaba por detrás de la línea cuando el balón salió del pasador. Plantándose completamente solo ante De Sanctis, no tuvo ningún impedimento para superarle con facilidad en el uno contra uno.

Poco acostumbrada a esta situación, que suele darse a la inversa, la Roma no sabía qué hacer. Su juego era plano, sin ninguna profundidad ni capacidad de desborde. Era la consecuencia natural del rarísimo esquema que había planteado Monsieur García, dejando en el banquillo sin explicación aparente (más allá de la excusa barata de las rotaciones) a gente habitual como Gervinho o Totti, y desterrando al lateral derecho (fruto de la necesidad, si sirve como excusa) al pobre Florenzi.

Resolver el partido favorablemente para los de casa, algo que se daba por descontado antes de empezar, dependía sólo de la fortuna. Y más teniendo en cuenta que a De Rossi le dio por hacer de las suyas. El mediocentro y capitán suplente, habitualmente un tipo sensato, de vez en cuenta es víctima de chispazos mentales que le hacen cometer irresponsabilidades. En este caso, una segunda amarilla, tras la primera vista antes del descanso, por una tarjeta perfectamente evitable con una falta irresponsable cometida en el centro del campo, que dejó a sus compañeros con un hombre menos para la difícil tarea de la remontada.

Parecía todo perdido para la Roma, y el Sassuolo se sentía muy tranquilo con su amplia ventaja, cuando un golpe de fortuna hizo renacer las esperanzas locales. Un centro-chut de Gervinho, que había salido poco antes, impactó de lleno en el brazo de Vrsaljko, que se había lanzado al suelo para taparlo. Fue una mano tan inevitable como involuntaria, pero al ir el balón hacia portería, el árbitro se vio obligado a indicar el penalti, que Ljajic, encargado ante la falta de los habituales, se encargó de transformar.

Los últimos minutos se convirtieron en un asedio romanista, aun con un jugador menos, sobre el área de un Sassuolo que buscaba conservar con uñas y dientes su inaudita ventaja. Lamentablemente para ellos, la presión fue excesiva, y a última hora se convirtió en un empate que, visto lo visto sobre el césped, podría parecer injusto. Lo consiguió, de nuevo, Ljajic, aprovechando un buen pase atrás de Florenzi, en posible fuera de juego, que no tuvo más que empujar, totalmente libre de marca, al fondo de la portería de un impotente Consigli.

Así, en el minuto 93, la Roma consiguió un punto acaso inmerecido, pero que le permite mantener la imbatibilidad en su estadio y mantener la distancia con la Juventus. En condiciones normales, este encuentro se habría saldado con una victoria fácil, y clara, para los locales, que tienen una plantilla ampliamente superior. Pero es sabido que el fútbol no es una ciencia exacta, y a veces ocurren accidentes.