Era un partido clave para Inzaghi y por consiguiente para el Milan pero el equipo no lo ha demostrado en el campo. O al menos, no lo ha demostrado lo suficiente. Los rumores desde Italia tras el empate en Verona (frente al Chievo) la semana pasada eran claros: si no se conseguía un buen resultado esta jornada, Inzaghi dejaría el banquillo. Empatar no es un buen resultado pero tampoco el peor. Perder hubiese supuesto una debacle pero las tablas saben a derrota.

Luca Toni gustándose en San Siro

Empezaba mal la cosa para los locales. Tras un comienzo de partido siendo dominados por el Hellas Verona, Muntari cometió un error grave dentro del área al entrar muy fuerte a Ionita cuando este no tenía muchas opciones de crear peligro. Giacomelli decretó penalti y Luca Toni se gustó. Se gustó engañando a Diego López y tirando a lo panenka. Un gol a lo grande en un estadio mítico. El italiano también se gustó celebrándolo con los seguidores desplazados, que eran varios centenares.

Luca Toni celebrando su gol (Foto: twitter.com)

Antes Sala y Jankovic, mediocentro derecho y extremo derecho respectivamente, crearon mucho peligro por su banda. Antonelli subía sin tener profundidad y cuando su equipo perdía el balón le costaba replegar. Ambos llegaron al área aprovechando esa tesitura pero sus tiros salieron desviados. Luca Toni esperaba en el área pero sus compañeros no le vieron.

Mexes se convierte en el salvador por unos minutos

A Inzaghi le dieron una dentellada pero antes disfrutó de una remontada ante su afición. Y todo es en parte gracias a Mexes que se convirtió en el hombre del partido por meritos propios y de terceros.

En la primera parte el central tropezó con el balón dentro del área y Giacomelli decretó penalti, el segundo de la noche, pero albergaba más dudas que el primero. En las repeticiones televisivas se ve como el francés pisa el balón y cae por perder el equilibrio. Su compatriota, Jeremy Ménez, anotó el gol del empate para tranquilidad de Inzaghi.

Esa tranquilidad se iba a transformar minutos después en alegría. La charla del descanso tuvo efecto y los jugadores salieron motivados. Desde que dio comienzo la segunda mitad y Tachtsidis anotó en propia puerta se vio al mejor Milan del partido. Fueron dos minutos donde atacaron a la portería de Benassi y Mexes tuvo tiempo de disparar a puerta para que el mediocentro griego introdujese el balón en su meta. Se convertía así momentaneamente en el hombre del partido.

Tras esto el equipo se vino arriba, o lo intentó, como si de un gigante despertando se tratase hasta que el propio peso los venció de nuevo. El ímpetu de verse por delante en el marcador. Poca coordinación arriba, equipo muy separado, malos balances defensivos y unos cambios que dilapidaron a los rossoneri.

Una partida de ajedrez para Mandorlini

Dicen que un equipo reacciona y cambia su juego en base a los movimientos que haga su entrenador desde el banquillo. Con un Hellas Verona que tenía la posesión pero no tenía ocasiones Inzaghi decidió hacer un cambio muy impopular y que a la postre muy inefectivo.

Bocchetti sustituyó a Pazzini. Un lateral izquierdo por un delantero. El nerviosismo apareció, los jugadores se echaron más atrás todavía y Mandorlini olió el miedo. Tres minutos después el entrenador visitante puso en el campo a Nico López, apodado como Diente.

El joven uruguayo daría una dentellada al equipo de Milán en el minuto 94 poniendo el empate en el marcador. Diego López no pudo hacer nada ante el tiro cruzado del extremo, que se encontró un rebote en la frontal del área grande.