¿San Siro o Giuseppe Meazza? Esa es la pregunta que se hacen muchos aficionados al fútbol italiano. Desde su inauguración en 1926, el estadio por excelencia de la región de Lombardía ha escondido numerosas historias y leyendas que hacen que este campo sea uno de los más especiales e importantes del viejo continente.

La primera de sus historias tiene que ver con su propia denominación. Fue inaugurado en 1926, obra de los arquitectos Stacchini, en el barrio milanés de San Siro, distrito que cede su nombre para designar así al flamante estadio, idea del por entonces presidente del AC Milán Piero Pirelli. Por entonces era el conjunto rossoneri quien disputaba allí sus encuentros como local; el Inter se mudó en 1947.

Fue en 1980 cuando se rebautizó con el nombre de Giuseppe Meazza, jugador italiano que destacó en el Inter, pero con un paso muy discreto por las filas rossoneras. Por ello, los aficionados milanistas siguen utilizando la denominación original  para referirse al estadio cuando disputan sus encuentros como equipo local. Pese a que no sea su designación oficial, la mayoría de personas conocen a este templo del fútbol europeo como San Siro.

Su estructura original estaba inspirada en los estadios ingleses, cuatro gradas separadas, y tenía capacidad para 35.000 aficionados. Como no podía ser de otra manera, fue inaugurado con un derbi milanés. Los neroazurris serían quienes consiguiesen la primera victoria en ese césped con un contundente 3-6, a día de hoy los tifosi interistas siguen vanagloriándose de aquel resultado. Apenas cinco meses después, la selección italiana haría su primera visita a San Siro, empatando 2-2 frente a Checoslovaquia.

Para muchos italianos, el verdadero bautismo del estadio llegaría siete años más tarde con la Copa Mundial de la FIFA organizada por el país transalpino. San Siro albergó tres encuentros, pero el que ha quedado en el corazón de todos los azurris, y donde empezó la leyenda de este templo, sería la semifinal que enfrentaba a la selección nacional contra Austria, uno de los colosos del balompié por aquel entonces.

Las gradas teñidas de azul vitoreaban a sus jugadores con la ilusión y la esperanza de llegar a la final de Roma y hacerse con el título del Mundial, su mundial. Un gol de Enrico Guaita, en el minuto 19, permitiría a los transalpinos soñar con levantar el galardón más importante del fútbol. Al final, los de Vittorio Pozo acabarían alzándose con el título frente a Checoslovaquia.

Su primera ampliación se produjo en 1956, treinta años después de su inauguración. El fútbol ya se había convertido en un espectáculo de masas y a San Siro se le añadió una segunda grada. Sin embargo, los cambios más notorios en el estadio se producirían entes de “Italia 90” con la edificación de una tercera grada y de los once pilares que sustentan su techo. En la actualidad, tiene capacidad para albergar a 81.277 espectadores y es considerado uno de los veintitrés estadios de élite para la UEFA. En 2016 acogerá la final de la Champions League, curiosamente el año en el que ninguno de sus inquilinos disputa dicha competición.

Hoy, domingo 13 de septiembre y sesentaiocho temporadas después, en el Giuseppe Meazza volverá a disputarse un derbi milanés, la ciudad se parará para ver a los de Mihajlovic y los de Mancini sobre el campo. El partido más especial para todos los habitantes de la región de Lombardía que pronto verán como este choque pierde uno de sus alicientes principales debido a que el AC Milan se mudará en 2020 a su nuevo estadio al noroeste de la ciudad.