Los parroquianos del Renzo Barbera tienen motivos para estar de enhorabuena. El siempre discutido Ballardini hace las maletas y en su lugar llega un viejo conocido de la afición, Fabio Viviani, componente de aquel mágico Palermo que logró el ascenso hace un par de temporadas y una gran clasificación el pasado curso.

La situación con Davide era insostenible, tal como Sorrentino explicó con todo tipo de detalles a los micrófonos de la prensa italiana tras la victoria frente al Hellas Verona. "Como capitán, no permito que nadie cuestione la integridad moral ni la profesionalidad de la plantilla".

El cancerbero, uno de los héroes de la tarde,  también afirmó que el entrenador directamente ni les dirigía la palabra, y que la autogestión del vestuario es un hecho. "Hoy el equipo ha jugado solo, sin preparar el partido. Ballardini no tiene que ver. El técnico que venga tendrá total apoyo".

Desde su aterrizaje el preparador italiano no ha hecho nada más que fracasar, hundiéndose en la clasificación del campeonato doméstico y viviendo uno de los momentos más sonrojantes de la historia reciente del club siciliano al verse eliminado por el humilde Alessandria, de la división de bronce del fútbol italiano.

Con la llegada de Viviani los aficionados vuelven a creer en el buen desempeño de su equipo. Ya no hay excusa y ahora la pelota está en el tejado de los jugadores.