Ambos viven inmersos en profundas crisis deportivas desde hace varios años; crisis que vienen  motivadas, en gran medida, por sus propios errores, al margen de los aciertos del gran dominador del fútbol italiano de los últimos años, la Juventus de Turín (cinco Scudettos consecutivos, algo que sólo han logrado en Europa, además de la Vecchia Signora, Real Madrid y Olympique de Lyon; y sólo italianos y españoles, en dos ocasiones). Unos aciertos y un modelo de gestión, la de los turineses,  que hace todavía más sangrante e hiriente la comparativa con los clubes de Milán.

Al margen de manidos argumentos (crisis económicas, flagrante descenso en la calidad de los fichajes…), hay una cuestión en la que los dos conjuntos de Milán parecían coincidir (para mal, por cierto) en los últimos años: la ausencia de una idea deportiva y, en consecuencia, el cambio continuo de entrenadores.

Si nos fijamos en el Inter, tras los dos ciclos ganadores, el de Roberto Mancini entre 2004 y 2008 (tres Scudettos, dos Coppas de Italia y dos Supercopas de Italia; favorecido, eso sí, por el Calciopoli, que diera con la Juventus en Serie B, y con el contrapunto de sus reiterados fracasos en Champions) y  el de José Mourinho entre 2008 y 2010 (dos títulos de Serie A, una Copa de Italia, una Supercopa de Italia y la ansiada Champions, eterno sueño de Moratti y ganada al Bayern el 22 de mayo de 2010 en el Santiago Bernabéu de Madrid), llego el caos y el cambio continuo. Rafael Benítez, Leonardo de Araujo, Giampiero Gasperini, Claudio Ranieri, Andrea  Stramaccioni y Walter Mazzarri ocuparon el banquillo interista entre julio de 2010 y noviembre de 2014; seis entrenadores en poco más de cuatro años, donde había habido dos en seis años.

José Mourinho, con Wesley Sneijder, en su etapa de entrenador del Inter (Foto: skysports.com)
José Mourinho, con Wesley Sneijder, en su etapa de entrenador del Inter (Foto: skysports.com)

Pero, tras el cese de Mazzarri y la contratación, nuevamente, de Roberto Mancini, parecen 'haber aprendido la lección' y, pese a que los resultados no han sido los esperados (ni siquiera han logrado plaza Champions para la temporada que viene), sus dirigentes parecen decididos a seguir apostando por la misma idea, en la esperanza o el convencimiento de que continuidad acabe dando resultados. Y allá donde la directiva propone estabilidad en el banquillo, el entrenador la  propone en el terreno de juego: “No vamos a revolucionar el equipo. Vamos a mantener la base y sólo ficharemos dos o tres jugadores que refuercen nuestros puntos débiles”, declaraba Mancini hace pocas semanas. El argentino Ever Banega parece será el primer refuerzo y, efectivamente, viene a paliar la creatividad en mediocampo, uno de los grandes defectos del Inter 2014/15 (y de los equipos de Mancini, porqué no decirlo).

Si nos vamos a la ‘acera de enfrente’, a los rojinegros, la situación es muy similar a del Inter hasta la (segunda) llegada de Mancini: la gran estabilidad con Carlo Ancelotti en el banquillo, entre 2001 y 2009 (dos UEFA Champions League, dos Supercopas de Europa, un Scudetto, una Copa de Italia y una Supercopa de Italia), la fallida experiencia con el brasileño Leonardo en la temporada 2009/10 (curioso que sus dos únicas experiencias como entrenador hayan sido en los dos clubes de Milán y sin superar el año en ninguna de ellas) y la irregular época de Massimiliano Allegri, que empezó de forma brillante con el Scudetto en 2011 y fue, poco a poco, degenerando, hasta llegar a su cese en enero de 2014… fueron la antesala de una deriva absoluta en la que se refiere al inquilino del banquillo.

Massimilano Allegri entrenado al AC Milan (Foto: gazzettaworld.com)
Massimilano Allegri entrenado al AC Milan (Foto: gazzettaworld.com)

Clarence Seedorf, traído deprisa y corriendo de Brasil donde apuraba sus últimos día como jugador y que apenas duró cinco meses, los que van de enero a junio de 2014… Filippo Inzaghi, otro insigne exjugador rojinegro y que consiguió aguantar la temporada completa (2014/15), aunque con más sombras que luces… Dos exrossoneri a los que se encomendó el banquillo  con la esperanza de que, simplemente, su mera condición de mitos provocase una motivación extra en la plantilla que compensase sus notables carencias.

Sin embargo, tampoco funcionó este modelo. Y se decidió apostar, entonces, por Sinisa Mihajlovic, preparador serbio que tan buenas campañas había realizado al frente de la Sampdoria. Hay en el fútbol dos formas principales de obtener buenos resultados: o tienes grandes jugadores o tienes un entrenador que saque el máximo partido de los jugadores que tiene, aunque estos sean más mediocres. Y ante la ausencia de lo primero, el Milán se decidió por lo segundo. Pero, para sacar un rendimiento notable de jugadores más mediocres, suele hacer falta un segundo factor: la continuidad. Continuidad para construir un bloque, para implantar una idea, para generar automatismos…

Y con Mihajlovic, una vez más, no la hubo. Aunque consiguió sobrevivir a algunas crisis o mini-crisis, finalmente fue cesado en abril, con el equipo clasificado para la final de Coppa y faltando apenas seis jornadas para concluir la Serie A. Cabe decir, en descargo (o no) de la directiva, que el equipo no había conseguido auparse en toda la temporada a puestos europeos. ¿Motivo suficiente para cesarle? Seguramente, no. ¿Culpa suya? En gran medida, tampoco.

Sinisa Mihajlovic, pensativo (Foto: gazzettaworld.gazzetta.it)
Sinisa Mihajlovic, pensativo (Foto: gazzettaworld.gazzetta.it)I

Y la enésima prueba de que el problema del Milan no está en el banquillo es que el sustituto del serbio, el italiano Cristian Brocchi, otro ex, tampoco ha sido capaz de remontar el vuelo del equipo y ha acumulado, en los seis partidos de Serie A disputados, dos victorias, dos empates y dos derrotas, dolorosísimas los dos: la primera, ante el colista y descendido Hellas Verona y la segunda, en el último partido de la temporada, antes la Roma en San Siro en el último encuentro de la temporada. Tras ésta, dicen, Brocchi estalló contra sus jugadores  con frases como: “La Roma jugó un amistoso contra ustedes; no han tenido ni que sudar la camiseta para ganar”.  "No tenéis dignidad ni cojones", o: "No he visto jamás un vestuario así. Fueron el hazmerreir y no supieron ni saben reaccionar".

Sólo una victoria (que se antoja milagrosa) en la final de la Coppa Italia ante la Juventus el sábado podría salvar la temporada del Milan pero no sería de extrañar que, pese a ello, decidiesen volver a cambiar de técnico. Y, vista la experiencia en Milán, en los bandos y en los últimos años, cambiar de entrenador y de idea, no parece la mejor solución.

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