El encuentro comenzó con dominio de balón del Milan, que desde el primer minuto de juego encerró al Nápoles en su campo y se dedicó a buscar espacios en la zaga del equipo de Maurizio Sarri, tocando y circulando el esférico con velocidad y criterio. Gracias a ello, consiguió crear desequilibrio abriendo el juego hacia las bandas, donde Abate y De Sciglio, junto a Suso y Niang estaban creando peligro, pues el conjunto local únicamente estaba cerrando con los laterales, pues no contaba con más ayuda a causa de una formación que posicionaba a Callejón y a Mertens como segundos delanteros por detrás de Milik y únicamente les daba licencia para caer en banda, cuando el equipo tenía el esférico. Después de unos minutos de juego, el combinado partenopeo empezó a controlar la posesión de la redonda, y a raíz de ello, empezó a llegar al arco rival de la mano de los hombres de banda, especialmente de Mertens que tenía una gran influencia en el juego.

Dominio inicial rossonero, despertar de los locales que han ido de menos a más

El 1-0 llegó por medio de Arkadiusz Milik que recogió un balón rechazado por Donnarumma tras un disparo de Mertens, para empujar el esférico e inaugurar el casillero de San Paolo esta temporada. Tras el gol, el Nápoles siguió dominando el partido y continuó rodeando el área contraria, circulando la pelota a una gran velocidad y creando un gran desequilibrio por el costado izquierdo con Ghoulam y Dries Mertens, que estaban siendo omnipresentes en ataque. Mientras tanto, el equipo dirigido por Vincenzo Montella optó por retrasar las líneas y esperar a los efectos de terremoto que suponía el primer gol, organizado en defensa y preparado para salir en un contraataque, o en un balón largo a un Carlos Bacca que estaba descolgado en ataque. A pesar de la organización, el equipo seguía necesitando ayudas defensivas por el costado derecho, pues Suso y Abate se veían desbordados ante el “torbellino” Mertens.

El 2-0 llegó después de un tramo de gran fútbol del conjunto napolitano, en el que se recompensó su insistencia, su velocidad y su desequilibrio constante. Llegó por medio de Arkadiusz Milik que remató de cabeza un córner botado por Mertens, en el punto de penalti. Después del tanto, el juego siguió focalizado en el terreno de juego del conjunto milanés, y el equipo de Sarri siguió llevando las riendas del juego, pero estaba circulando el esférico a una velocidad menor, y no estaba profundizando como en la primera media hora de juego, en la que fue vertiginoso con un colosal Dries Mertens que estaba apareciendo por todo el frente del ataque. En los últimos segundos de juego, el ritmo de intensidad bajó muchísimo, y el equipo local perdió el control del juego.

Resurgir milanés, sentencia local

El segundo tiempo comenzó con dominio de balón del Milan, un ritmo muy bajo de intensidad, y un Nápoles dormido que no presionaba en ninguna de las fases de posesión larga del cuadro rossonero. A consecuencia de ello, M'Baye Niang logró recortar distancias para el equipo de Montella, tras una jugada individual en la que recibió el balón de Suso, y batió a Pepe Reina con un disparo cruzado. Tras el gol, el conjunto del sur de Italia no dió muestras de reacción, y el heptacampeón de Europa se creció, y siguió buscando la portería contraria, atacando por las bandas que estaban siendo un factor clave a la hora de analizar el fútbol ofensivo en este partido. El empate a dos llegó por medio de Suso que batió a Pepe Reina con un disparo de pierna izquierda dirigido a la escuadra, tras recoger el cuero en la frontal del área.

Tras el segundo tanto, el Nápoles recuperó el control del juego, aunque su dominio fue a un ritmo muy bajo de intensidad, y se alejó mucho del dominio territorial en campo contrario del primer tiempo, pues únicamente pisaba terreno de juego rival cuando salía en transición rápida, con los llegadores de segunda línea que estaban dirigiendo las conducciones en velocidad se estaban precipitando mucho a la hora de dar el último pase, y el porcentaje de precisión en los pases en los últimos 30 metros, estaba cayendo en picado. Después de unos minutos de desconcierto, el cuadro partenopeo recuperó el cuero, y volvió a llegar con cierto peligro al arco rival, mientras que los visitantes deambulaban por el terreno de juego sin sentido aparente, pues se encontraban en el paso intermedio entre el repliegue y la defensa del empate, o el despliegue definitivo y la búsqueda del gol de la remontada. 

El 3-2 llegó por medio de José María Callejón, que remató en boca de gol un disparo rechazado de Mertens. Tras el gol y la expulsión de Juraj Kucka, el Nápoles encontró la herramienta perfecta para tener un final de partido tranquilo, dominando, y rebajando el ritmo de intensidad aprovechando la minoría númerica de un rival que a pesar de que no tiraba la toalla, estaba siendo más inofensivo con la redonda en terreno de juego contrario. Por su parte, el equipo de un Marizio Sarri que se encontraba siguiendo el partido desde una cabina, y dando instrucciones por telefóno a sus ayudantes, estaba encontrando espacios en la defensa rival, pero no los aprovechaba a causa del desgaste físico acumulado de todo el duelo. El cuarto y último gol llegó por medio de José María Callejón que remato en línea de gol, un balón despejado con las dos manos por Alessandro Romagnoli, después de que empujara un pase de la muerte de Insigne contra su propia portería.